Al resguardo de los montes Obarenes y los torreones del castillo de Sajazarra, la iniciativa enoturística ‘Cata Canalla’ muestra la capacidad de La Rioja para asombrar y conquistar gracias al encanto de sus paisajes, su gastronomía y la amabilidad de sus gentes.

 

Texto y fotos: Ignacio Pascual Pelayo (Investigador en Ericsson)

En una tranquila esquina de la España rural, lejos del ajetreo y la constante prisa a la que nos hemos habituado, el pasado sábado 29 de julio tuvimos el privilegio de asistir a la segunda edición de la ‘Cata Canalla’ en Sajazarra. A los pies de su majestuoso castillo, emblema de uno de los ‘Pueblos Más Bonitos de España’ -y por supuesto de La Rioja-, foráneos y locales disfrutamos de un maridaje perfecto entre vinos y aperitivos, tradición y modernidad, durante una magnífica noche de verano.

La palabra canalla, proveniente del francés, denomina aquellos sin escrúpulos que actúan por maldad. Nada más lejos de la realidad cuando nos referimos a las gentes riojanas. La velada fue posible gracias a la colaboración de bodegas y restaurantes con la asociación Cata Canalla, fruto del esfuerzo colectivo por impulsar un enoturismo de excelencia en La Rioja. Nuestro personal anfitrión, Javier Cornadó, director general en las bodegas Señorío de Líbano, junto con los voluntarios de la asociación ‘Cata Canalla’ demostraron cercanía, alegría y sencillez. Nos brindaron un trato que este corresponsal ocasional de La Prensa del Rioja echa de menos en su trabajo habitual en las frías tierras del norte de Europa.

José Ramón Jiménez, el Educador en Vinos, ejerció como director de orquesta y pronto nos advirtió que esa noche no atendíamos a un simple maridaje entre aperitivos y vinos sino a la unión en armonía de los alimentos. La selección realizada por el sumiller Iván Cantera denotaba acordes de musicalidad y los comensales disfrutamos al compás de los vinos de Berta Valgañón (Cuzcurrita), Tarón (Tirgo), Gómez Cruzado (Haro), Señorío de Líbano (Sajazarra) y Ojuel (Sojuela). Desde el tradicional pasificado de las uvas en el alto de las casas hasta la modernidad del cultivo ecológico, los representantes de las bodegas relataron con detalle el mimo e ímpetu con que elaboran unos caldos tan excepcionales. Una dedicación apasionada que, para el deleite de los asistentes, alcanzó su máxima expresión gastronómica acompañada de restaurantes de primer nivel como Arrope, La Vieja Bodega, Otium, Lumbre y el Asador Ochavo.

Al resguardo de los montes Obarenes y los torreones del castillo de Sajazarra, las estrellas de la noche fueron a nuestro parecer la tradicional cazuelita de pochas con chorizo a la riojana potenciada por la estructura del graciano del Digma 2017. Una oda al paladar inolvidable para riojanos de nacimiento y aquellos que consideran La Rioja su segunda casa. Una muestra tangible de la capacidad de nuestra región para asombrar y conquistar gracias al encanto de sus paisajes, su gastronomía y la amabilidad de sus gentes.

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