Texto y fotos: Alfredo Selas, sumiller

A la belleza le gustan las simetrías y los leves anacronismos. Como sumiller conocedor de la DOCa Rioja, llego a Fonzaleche atraído por la llamada de la primera jornada ‘Presentación de sus Calados Históricos’ y unas horas después salgo del pueblo como guía de enoturismo, que también soy, sorprendido y alelado por mi desconocimiento imperdonable (aunque pase a menudo por la carretera N-232 que va de Haro a Pancorbo). Sencillamente no sabía la maravilla que es este hermoso enclave, vértice que hay que ascender para llegar a La Rioja última noroccidental; vórtice que hay que experienciar si quieres disfrutar de lo que es un anacronismo vital que, de repente, irrumpe ante tus ojos por su belleza escondida. Te susurra en los oídos en sus rincones evocadores, en el silencio de sus limpias calles abiertas y llenas de historia. Se te insinúa en tus narices con aromas de retamas aromáticas que abundan por las lindes entre las viñas… para finalmente sustanciarse en tu boca en sabores de los vinos de esas viñas que nutren con sus uvas las grandes bodegas de Haro.

Con el objetivo de situar Fonzaleche en el mapa de La Rioja, las fuerzas vivas de la población, es decir, literalmente las casi cien personas que habitan este precioso enclave de innegable valor cultural y paisajístico se aglutinan en “la cuadrilla” y empujan, colaboran con actividades para mostrar al mundo su patrimonio. El pueblo todo, con el alcalde Juan Carlos Nájera al frente, han decidido este sábado 1 de Julio 2023 abrir sus calaos (bodegas familiares subterráneas excavadas en la pura roca) para disfrutar paseándolo, ofreciendo vinos de calidad de algunas grandes bodegas históricas de Haro (más la novísima Bodega Pretium de Cuzcurrita), con aperitivos tradicionales y música por las calles.

Fonzaleche tiene raigambre castellana -como las otras villas de la Rioja Alta más occidental- y ello se ve en sus calles anchas, trazadas al albur según cómo se construían sus caserones o palacetes con grandes escudos nobiliarios. Desde la instauración de los monasterios como el de Yuso, la vid era medio de sustento familiar, y a través del correr de los siglos sus vinos claretes abastecían a los monjes, a los eremitas camaldulenses del Yermo de Santa María de Herrera (al otro lado de los Montes Obarenes) y también se vendían en la cercana Bureba burgalesa. Así, en este siglo XXI, Fonzaleche se reivindica y anuncia a quien quiera saberlo que se encuentra ahí, en esas tierras fronterizas de la Rioja más alta, con sus viñas que están en el límite de cultivo de la DOCa Rioja. Y -¡oh sorpresa!- resulta que la iniciativa se ha transmutado en éxito total y sutil: ver cómo y cuánto la gente aprecia y tiene gusto por descubrir enclaves en territorios nada trillados por el turismo masificado.

Matrimonios de todas las edades, gente menuda, grupos de chicas jóvenes, de mujeres maduras, fonzalechinos que invitan a amigos de las ciudades adonde emigraron, algunos visitantes foráneos… en todos los casos el placer se comparte sin ninguna apretura, holgadamente en esos pequeños calaos (el de Edmundo, el de Alberto Castillo, el de Adolfo ofreciendo gratuitamente clarete y queso, el de debajo el frontón); calaos cada uno con su propia historia, su ubicación, su profundidad, su estructura y características particulares cuando fueron excavados, según la dureza de la roca; pero todos coquetos y destilando el sentir y el vivir de otros tiempos.

El encanto de ir a lugares como Fonzaleche reside en hacerlo por puro placer, moviéndose libremente por esos espacios seguros y naturales. Mantén abierto el radar de novedades para descubrirlos y disfrutarlos en clave de excelentes vinos. Busca sabrosas excusas para viajar ahí, disfruta despacio el destino; haz menos pero llega más profundo en tu experiencia; y quizá lo más importante: sensa cada interacción personal en libertad, sin agobios, en esos espacios tranquilos y relajados que conducen magia para encontrar paz, sintonía interior, deseos de fluir con la naturaleza; espacios exclusivos por desconocidos que son invitación y vehiculan, dan cauce a gustos, pequeños placeres e inclinaciones personales.

Ya ves, no se necesita ir tan lejos como al Alto Rin en Alsacia en busca de aires frescos, o a la Toscana esperando sentir emociones y sensaciones bucólicas. Aquí, muy cerca, tienes la Rioja Alta. Y ya sabes, deja que la belleza te sorprenda con simetrías y leves anacronismos, si los hubiere, que no hagan sino enriquecer tus horas.

Para completar el día, si quieres, puedes hacer una ruta desde Haro a Fonzaleche que incluye lagares rupestres. De Haro parte la carretera LR-306; conduce hasta un poco antes de llegar al desvío que lleva a San Felices y toma un camino sin asfaltar que pasa por debajo de la autopista A-68; según subes verás una caseta de Muga, continúa y pronto llegas a un guardaviñas (o chozo) pequeño pero cuco. Más adelante ves un cartelito en una viña que dice Viña Cubillas de López de Heredia, toma a la derecha y sube unos cien metros, siempre entre las viñas; ahí puedes dejar el coche para caminar otros cien metros y encontrar los lagares justo al lado del camino, en un cortado sobre el paisaje de viñedos. Regresa a Haro y toma la carretera de Anguciana que lleva directo a la N-232 y dos kilómetros después llegarás a Fonzaleche.

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