“Elciego en el corazón del vino de Rioja” es el libro firmado por Mikel e Iñaki Larreina Díaz que nos ayuda a descubrir esta localidad de Rioja Alavesa como destino para disfrutar en su “reducida dimensión y su gran concentración de viñas que le convierten en una ‘pequeña Rioja’ muy fácil de visitar”, en donde se concentran “cuatro millones de cepas de tempranillo”, o dos referentes “mundiales del sector vitivinícola separados por ciento cincuenta años: en un extremo, una bodega antigua y prestigiosa, las más emblemática del siglo XIX y, en el otro, una bodega impactante y concebida en función del visitante-cliente, la más moderna del siglo XXI”.

Texto: Antonio Egido

Situada en un enclave estratégico, “Elciego puede permanecer oculto al viajero fugaz que recorra la región: su situación topográfica, rodeada de cerros y de farrallones que la esconden, hace que, a diferencia de otros núcleos de vecinos, no se vea desde la distancia y que exija el desviarse unos minutos de las rutas principales para poder ser observada”. Todo ello para encontrarnos en el latir del corazón del Rioja, donde existe la mayor dedicación vitícola de la Denominación de Origen Califica Rioja, y en una comarca singular del País Vasco que vive y bebe del río Ebro. No en vano “San Andrés de la Ribera dicen que se llamaba inicialmente la villa, lo que nos da una idea de su primitiva ubicación en los márgenes fluviales”. “Los primeros elcieguenses no se asentaron al azar, sino que escogieron este enclave por su estratégica posición”, que ha tenido un papel destacado “progresivamente sustituido por el vino como elemento explicativo de la evolución socioeconómica de la villa”.

Respecto a las características medioambientales de Elciego, la obra de los hermanos Larreina destaca “su clima netamente mediterráneo, ya que, por un lado, llueve menos que en localidades vecinas y, por otro, la topografía y naturaleza del suelo magnifica la aridez”. Un ambiente especial, seco y soleado “de fuerte insolación y altas temperaturas estivales, escasa lluvia y suelo pobre, lo que implica baja producción de la viña, buena maduración de la uva, vinos tempranos, muy alcohólicos, con mucho cuerpo y color”. “Vinos ‘muy viajeros’ que aguantaban muy bien los traslados en mulas durante semanas” en aquellas épocas pretéritas en las que la estabilidad de los vinos era el gran reto enológico de los productores.

Pero además la historia nos habla de la sufrida labor que tuvieron que realizar los abuelos de Elciego en su juventud, hacia mediados del siglo pasado: “Rompieron la tierra a golpe de azada, la despedregaron doliéndose la espalda con mil hernias discales, construyeron imposibles terracitas en los carasoles de colinas estériles, las sujetaron con muretes hechos con miles de cantos rodados que el Ebro dejó aquí hace un millón de años y que ellos unieron con una argamasa de barro y sudor, enriquecieron el suelo con el estiércol de sus ovejas y sus burras, plantaron los barbados que mejor resistían los altos niveles de caliza, injertaron la mejor madera procedente de ese viejo tempranillo de su abuelo, mimaron el majuelo cada día, hasta que por fin fue viña adulta. Luego, año tras año, siguieron cuidándola mejor que a su vida, enseñando a sus hijos y nietos a hacer lo propio”.

 

El reportaje puede verse en el nº210 de La Prensa del Rioja