Si mal suena la destilación de vinos de calidad como Rioja, medida coyuntural seguramente imprescindible, peor suena la extemporánea tonadilla festiva que sigue proclamando la quema de los ‘almacenes de Haro’, un auténtico despropósito para la imagen de la ciudad natal del nuevo presidente de La Rioja, que esperamos tome cartas en el asunto.  

Texto: Javier Pascual / director de La Prensa del Rioja  

El nuevo presidente del Gobierno de La Rioja, el popular Gonzalo Capellán, ha asumido la ejecución de la decisión anunciada por su predecesora de prestar ayuda económica al sector vitivinícola financiando con unos 32 millones de euros la destilación de una parte de las existencias de vino que han acumulado las bodegas debido al estancamiento de las ventas. El objetivo del sector es recuperar el equilibrio producción-comercialización con diferentes medidas, preferentemente las destinadas a rebajar los rendimientos de producción de uva por hectárea, que repercuten directamente en la mejora de la calidad de los vinos. Por cuestión de imagen, la retirada de vinos para su destilación -ayuda que debe ser aprobada por la Unión Europea- es a todas luces la medida menos apropiada para una denominación de prestigio como Rioja (¡al menos no se está hablando -de momento- del arranque de viñedos al que se ve abocada la región de Burdeos!). Suena mal, muy mal, lo de mandar vinos a la destilación. Pero si ha contado con el consenso del sector, no hay duda de que el diagnóstico será certero y la solución imprescindible para afrontar la coyuntura, a pesar de sus efectos negativos en términos de imagen. Más aún cuando se convierte en motivo de reivindicación y disputa política con excesiva proyección en los medios de comunicación.  

La llegada a la presidencia de La Rioja del profesor universitario Gonzalo Capellán es un nuevo motivo de esperanza para el sector vitivinícola, ya que su pedigrí ‘jarrero’ -nadie duda de que Haro es la capital histórica del Rioja- le impulsará a velar más si cabe por los intereses de este sector clave para la economía de la región. De ahí que me atrevo a hacerle una petición relacionada con este sector y muy particularmente con su ciudad natal. Por supuesto que no se trata de suspender las ayudas a la destilación y reconvertirlas en ayudas a la promoción para vender más y mejor, que eso ya está inventado y se lo habrán recordado los asesores gubernamentales expertos en la materia. Se trata de una petición directamente relacionada con la imagen de nuestros vinos y nuestra región, porque si mal suena lo de la destilación, peor aún suenan algunas otras reminiscencias del pasado impropias de nuestro tiempo.  

Con sede social en Bilbao, CUNE sustituyó pronto por “Bodegas en Haro” la referencia que encontramos en sus primeras etiquetas (ejemplo de la cosecha 1900) a “Almacenes en Haro” (ejemplo de la cosecha 1934), una reminiscencia de la terminología francesa que llamaba ‘almacenistas’ a los elaboradores que suministraban el vino a granel a los ‘châteaux’ franceses. En las etiquetas de Bodegas R. López de Heredia de principios del Siglo XX destacaba su “Domicilio comercial y depósito central Madrid” (ejemplo de la cosecha 1920), mientras que en la etiqueta de la cosecha 1934 aparecía ya destacado “Haro – La Rioja”).

Como le expliqué cuando asistió -siendo aún solo candidato ‘in pectore’- a la inauguración de la exposición ‘El Rioja de Etiqueta’ en la Fundación Caja Rioja, algunas bodegas creadas a finales del Siglo XIX tenían su sede social fuera de La Rioja y ponían en sus etiquetas ‘Almacenes en Haro’, pero muy pronto cambiaron esta expresión por ‘Bodegas en Haro’ aunque su sede social siguiera estando en Bilbao, como fue el caso de CUNE. Haro se labró un merecido prestigio. De ahí mi petición para que, desde su privilegiada posición, Capellán se sume a la particular cruzada que emprendí hace años con resultados muy decepcionantes hasta la fecha. En estos tiempos de culto a la libertad de expresión quizás no esté en su mano prohibir una tonadilla que nunca falta en el repertorio de cuantas charangas amenizan las festividades riojanas y que a buen seguro tiene su justificación en algunas prácticas enológicas poco recomendables de la época de la filoxera. Pero superado aquel tiempo aciago y asentada la credibilidad y prestigio de la vitivinicultura jarrera desde hace más de una centuria, me parece impropio mantener una tonadilla que menoscaba gravemente la imagen del vino de Rioja en general y de la ciudad de Haro en particular. “¡Ay, ay, ay los almacenes de Haro! ¡Ay, ay, ay los vamos a quemar, que muere mucha gente del vino artificial!” ¿De verdad alguien cree que en cualquier localidad de Burdeos o Borgoña, por poner un ejemplo, se les ocurriría dedicar tan lapidario himno a su producto estrella y su localidad más señera?  

Por favor presidente, ponga fin a este despropósito, a este ‘tiro en el pie’ de los riojanos camuflado en el ‘acervo cultural tradicional’, como me aseguró para justificarlo una responsable política del anterior gobierno. ¡Nada que quemar en Rioja, por favor! Promueva un concurso para el cambio de letra o cualquier ocurrencia de sus expertos asesores gubernamentales, pero que nadie más entone por las calles, para sonrojo de propios y asombro de visitantes, tan encendido elogio de nuestra riqueza vitivinícola y de su localidad natal.  

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