Las crónicas del ‘VINUBIQUO 2021’ (IV)
La crónica de Sara Nájera
¿Qué se puede decir de una bodega que es leyenda, Rioja en estado puro, cuando ya nada más poner un pie en sus instalaciones sientes que el tiempo se para, se hace lento, el móvil desaparece y la magia comienza?
Hace siglos se hacían las cosas de forma menos industrial, todo era más artesano, todo se cuidaba con mimo, y las tareas las hacían las personas con sus errores y sus virtudes, pero con el cariño de hacer algo especial con un sello propio. Eso es lo que ocurre en esta bodega, una manera de hacer las cosas que pasa de generación en generación, una tradición que no solo no se pierde, sino que se mantiene, se cuida y se mima con orgullo y eso ha hecho que esta bodega tenga un sello propio y se convierta en una leyenda.
Y quien mejor para transmitir ese orgullo que María José López Heredia, leyenda viva, maravillosa. Vital y generosa nos recibía a primera hora de la mañana para montarnos en su 4×4 y llevarnos directos hasta el origen, la viña Tondonia. Unas vistas absolutamente maravillosas, donde nos explicó como su bisabuelo fue el que, con mucha dedicación y esmero, consiguió la adquisición de los viñedos, que siguen trabajando hoy en día, cuidando sus uvas, para que luego den lo mejor sí.
Además poseen otros tres viñedos enclavados en la misma zona, que se benefician de su microclima de influencia atlántica: Viña Cubillo, Viña Bosconia y Viña Zaconia.
Maria José nos dio una clase magistral de cultivo, de vinos, de plagas… ¡de todo! Porque es una auténtica enciclopedia, transmite pasión en todo lo que hace y nos sentíamos como unos auténticos principiantes a su lado.
Una vez en bodega, fuimos descubriendo cada sala, cada tina, cada telaraña como auténticos tesoros…como un viaje al Walt Disney de las bodegas.
Y ya para rematar la jornada, Maria José nos tenía una sorpresa preparada, pero así, sin darse importancia, como es ella… ¡Cinco vinazos!, uno de los cuales salía directo de ese cementerio eterno que acabábamos de visitar: Viña Tondonia blanco 1964. Sin palabras. Acidez en estado puro después de más de 50 años, pura magia encerrada en una botella.
Nos vamos con la sensación de haber hecho un viaje al pasado, donde las cosas eran más auténticas, más lentas, pero con el saber humilde de hacer vinos que no atienden a modas… ¡ni falta que hace!