Texto: Javier Pascual, director de La Prensa del Rioja
“Las Denominaciones de origen en el siglo XXI” ha sido el título del interesante y oportuno ‘curso de verano’ organizado por la Universidad de La Rioja, título al que dio sentido el director Emilio Barco con su ponencia introductoria “Las claves del debate en torno a los modelos de regulación”. Una temática enjundiosa y siempre objeto de polémica, que en esta ocasión viene de la mano de las dificultades que atraviesa la economía del sector vitivinícola, tanto en España como en otros países. A través de cuatro conferencias y cuatro mesas redondas, los análisis se han centrado en los “ajustes necesarios en las DDOO”, la “regulación frente a desregulación” y “la vida fuera de la DO”. Más que por aportar respuestas concretas a la mayor parte de los interrogantes que se han planteado, el éxito de la convocatoria radica sobre todo en favorecer el diálogo y la reflexión conjunta de los representantes del sector con ponentes de reconocido prestigio, un camino siempre seguro para la búsqueda de soluciones.
Si algo se puede concluir de los debates -aunque no con tanta claridad como nos quería hacer ver la moderadora de uno de ellos-, es el convencimiento general de que la denominación de origen es una buena herramienta organizativa y comercial, con demostrada capacidad de adaptación a la evolución de los mercados. “¿O es que alguien cree que en esta región habría más de cuatrocientas bodegas y 14.000 viticultores si no hubiera una denominación de origen?”, espetó el profesor Barco. Lejos de quedar como una figura obsoleta o decimonónica, las indicaciones geográficas han ganado terreno en el mundo, implantándose en los países que hasta no hace mucho tiempo se citaban como ‘modelos de éxito’ carentes de regulaciones. Lo expuso Rafael del Rey, director del Observatorio Español del Mercado del Vino, con la precisión y capacidad didáctica que le caracterizan, asegurando que Rioja no es la que mayor rigor aplica en su normativa, contrariamente a lo que aquí tiende a creerse.
Como conclusión general del examen realizado a la crisis que viene atravesando estos últimos años la Denominación de Origen Calificada Rioja, cabría destacar que goza de ‘una mala salud de hierro’ al decir de quienes la integran, mientras que la percepción que se tiene desde el exterior es notablemente mejor. Incluso se apuntaron motivos esperanzadores para creer en la gran proyección de futuro de esta denominación, idea lógica en un convencido de la idoneidad del modelo como Victor Pascual, representante del Grupo Rioja, la mayor asociación bodeguera. Sorprendió más que también lo manifestara Agustín Santolaya (Bodegas Roda), para quien buena parte de la problemática de Rioja podría solucionarse si todos los operadores cumplieran rigurosamente el Reglamento de la Denominación, ya que redundaría en la calidad de los vinos, en su valorización y en el equilibrio oferta-demanda. Argumento incontestable que pone el foco sobre la gestión y no tanto sobre el propio modelo.
Frente a la necesidad inexorable de los cambios a que obliga un entorno cambiante, se impone la prudencia de quienes piensan que “en tiempos de dificultad, no es momento de hacer mudanza”. La máxima jesuítica que propuso el representante de las cooperativas, Abel Torres, encontró la adhesión incondicional incluso de los más díscolos. También lanzó este ponente un oportuno mensaje a los profesionales del sector, a propósito del daño reputacional que, según los resultados de un estudio realizado por la Universidad de La Rioja, se inflige a la imagen de la marca Rioja desde el interior de la DO, pidiéndoles que actúen como embajadores y no como francotiradores.
Desde que el negocio del vino es motivo de análisis para los estudiosos, la permanente crisis en que se desenvuelve, sea de crecimiento o de retroceso, como aparenta ser la actual crisis (una más y ni mucho menos la peor), suscita recurrentemente el debate sobre la idoneidad del sistema organizativo y de regulación que se ha ido imponiendo en todos los países desde el Siglo XIX. Un debate que tuvo su punto álgido en los años anteriores a la promulgación de la Ley del Vino de 2003, ya que algunos grupos vitivinícolas pretendían desmantelar el sistema de denominaciones de origen consolidado en España desde la Ley del Vino de 1932. El curso organizado por la Universidad de La Rioja ha incidido de nuevo sobre el papel de las Denominaciones de Origen, dejando interesantes aportaciones sobre cuestiones de fondo como la calidad, el valor de los vinos, la comunicación, la percepción de los consumidores, etc., que abordaremos en próximos artículos.