Redescubriendo la ‘Borgoña riojana’ III

“Esto es como una pequeña Borgoña, con un perfil más fresco. La gente tiene que entender que la Sonsierra tiene un encanto especial y merece un posicionamiento en el mapa”

El nombre de Bodegas Dominio del Cárabo rinde homenaje a los cárabos que vigilan las viñas y “las mantienen libres de bichos”. El proyecto nace de la inquietud de Gonzalo Rodríguez por hacer “el vino que a mi me gusta beber” y de la inspiración que le provocaban las viñas que recorría cuando salía a rutear con su bicicleta.

Tras aprender del enólogo Sergio Gurucharri, “que fue quien me metió un poco el veneno del mundo del vino, empecé con este negocio propio en el año 2016 alquilando instalaciones, embotellando y saliendo al mercado poco a poco, hasta que en julio del 20, en pleno COVID y como valiente que soy, cogí esta bodega en Ábalos para reformarla, más que nada porque estaba en el centro y había muy cortita distancia todas las viñas que controlamos en San Vicente, en Ábalos, en Laguardia y en el Villar”.

Es una bodega antigua “con buenas posibilidades, todo hormigón, cosa que es muy interesante porque es así como elaboramos. De la Sonsierra, nos gusta la frescura y la finura de la zona, del suelo, ese microclima, que hay ese vendimiar tarde, esas alturas, los vientos que soplan, la orientación de la mayoría de las viñas hacia el sur, el contraste térmico y la cultura que se respira en torno a la viña”.

En los últimos años, en la Sonsierra “se han dado cuenta del valor que hay, del potencial, todo el mundo se ha girado a mirar la viña y la gente se ha dado cuenta que en la Sonsierra hay 2.000 hectáreas y que es la envidia del mundo.  Esto es como una pequeña Borgoña con un perfil super fresco. La nueva generación de 25 a 40 años, con ese punto revolucionario e inconformista que tenemos la gente joven, nos hemos dado cuenta las herramientas que hay aquí y hemos sido cruciales para dar un gran impulso e importancia a la zona”. De la Sonsierra “debería hablarse como algo totalmente diferenciado, no como una denominación aparte, pero sí que la gente entendiera que la Sonsierra tiene un encanto especial y merece un posicionamiento en el mapa”.

La viña aquí es un lujo, asegura. “Tenemos acuerdos con pequeños productores y siempre se trabaja la misma viña para los mismos vinos buscando un perfil de frescura y respetar la zona. Es lo que tiene de valor añadido”. Las variedades son fundamentalmente tempranillo, garnacha y viura de “agricultores que son de mi generación, de 35 o 40 años, que nos entendemos a la hora de hablar y compartimos la filosofía de la poca intervención. No tiene sentido decir quiero un vino fresco y que la vendimia y el trabajo en campo no busquen ese perfil”.

Empezó su proyecto con el objetivo de poner en valor estas cosas, elaborando unos vinos de una forma en la que se sintiera cómodo “un poco el argumentario de todo es hacer los vinos que yo me bebería, y pongo el foco de verdad en vinos del pueblo, parcelarios. Me gustan los vinos frescos, ligeros, cien por cien frutales en los que la madera esté totalmente al fondo”. Ahora mismo elabora unas 8 referencias, entre las que destaca con cariño a Dolmen Viejo, que viene el nombre de la parcela en la que está, una garnacha que fermenta en hormigón, “porque es el más fiel a probablemente el que más y mejor me representa”.

La bodega mantiene sus puertas abiertas al enoturismo, principalmente a visitas de un perfil medio alto, con interés en el producto y que entienden su precio. “Es como en la hostelería de gama media alta, el consumidor está más abierto a probar, tiene más cultura y valora más el producto. Nos gusta recibir visitas que saben a dónde van. Una vez en la bodega se catan todos los vinos: en depósitos, en barrica, en botella… Nos gusta que el cliente se vaya de aquí entendiendo cómo es el proceso hasta el vino final”. Ofrecen también la posibilidad de disfrutar de una comida en la terraza de la bodega.

 

Reportaje publicado en el nº247 de La Prensa del Rioja

 

 

 

Suscríbete gratis a nuestro boletín.¡Pincha aquí!