Una mutación genética es la responsable de la pérdida de color de la uva en la variedad ‘Garnacha Blanca’, lo cual potencia el “carácter aromático floral, de fruta blanca y herbáceo que caracteriza a los vinos blancos”, según demuestra una tesis doctoral desarrollada en la Universidad de La Rioja.
Maite Rodríguez Lorenzo ha obtenido el grado de doctora con la tesis titulada ‘Estudio del origen genético de la variedad de vid Garnacha Blanca, de su diversidad fenotípica y de los efectos moleculares asociados a la variación en el color de la uva’, por la que ha obtenido la calificación de sobresaliente ‘cum laude’ con mención internacional.
Desarrollada en el marco del programa de Doctorado ‘Enología, Viticultura y Sostenibilidad’ del Departamento de Agricultura y Alimentación de la Universidad de La Rioja, la tesis se ha llevado a cabo en el Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino (ICVV) y en la Sección de Viticultura y Enología del Gobierno de Navarra (EVENA); dirigida por José Miguel Martínez Zapater (ICVV), Javier Ibáñez Marcos (ICVV) y Pablo Carbonell Bejerano (Max Planck Institute for Developmental Biology).
El estudio del origen genético de la Garnacha Blanca ha exigido analizar más de 70 muestras procedentes de Navarra y La Rioja, caracterizando la región del ADN en la que se encuentran los genes que regulan el color del hollejo.
La tesis demuestra que la desaparición de estos genes origina la pérdida de color de la uva, ya que son los responsables de la síntesis de ‘antocianos’, pigmentos tintos que determinan la coloración del fruto.
Esta menor coloración de la piel altera el microclima que se produce en cada grano: al ser más claros, reciben más luz en el hollejo y en la pulpa, y se calientan menos que en las variedades tintas.
“Como defensa ante estas condiciones –explica Rodríguez- las uvas producen más moléculas fotoprotectoras y antioxidantes alternativas, como carotenoides (responsables de las gamas de color amarillo) y terpenos (moléculas volátiles del aroma) y acumulan así una mayor concentración de precursores aromáticos”.
Aunque existen otros factores a tener en cuenta, “estos cambios en la composición de las bayas –indica la investigadora- pueden contribuir al carácter aromático floral, de fruta blanca y herbáceo que caracteriza a los vinos blancos”.
Para llegar a estas conclusiones, la doctora Rodríguez Lorenzo ha realizado un estudio comparativo entre uvas de Garnacha Blanca y Garnacha Tinta, así como entre Tempranillo Blanco y Tempranillo Tinto. Los resultados son aún más evidentes en estas dos últimas variedades, debido al color más oscuro de las variantes tintas en Tempranillo.
La investigación ha incluido también el análisis morfológico de los racimos en una colección de muestras de Garnacha Blanca.
En su investigación doctoral, Maite Rodríguez Lorenzo ha estudiado si eran más o menos compactos y su nivel de producción, concluyendo que la mutación responsable de la perdida de color de la uva no afecta directamente a estas características, aunque sí es posible una selección clonal que mejore su calidad.
La Garnacha Blanca es una variedad de uva blanca derivada de la Garnacha Tinta, que surge de manera natural cuando, espontáneamente, se produce la mutación identificada en esta tesis. Ambas variedades se caracterizan por problemas en el cuajado de los frutos que limitan su producción.
La tesis de Maite Rodríguez Lorenzo ha sido financiada a través de una beca de formación del Gobierno de Navarra y de un contrato pre-doctoral FPI de la Universidad de La Rioja, en el marco de un proyecto Retos (BIO2017-86375) financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. Durante el último trimestre de 2017 la investigadora realizó una estancia en el Institut des Sciences de la Vigne et du Vin (ISVV) de Burdeos.