El proceso de domesticación de la uva, iniciado hace 8.000 años, todavía continúa en regiones como Montenegro, donde un equipo científico internacional liderado por investigadores del Instituto de las Ciencias de la Vid y el Vino (ICVV) ha descubierto proto-variedades de vid intermedias entre la silvestre y la cultivada, los “eslabones perdidos” de la viticultura.
Estos hallazgos acaban de ser publicados en la revista ‘Scientific Reports’ (editada por Nature) en un artículo que describe cómo el análisis genético de vides en este país balcánico revela la pervivencia de variedades muy similares a las primitivas y todavía capaces de generar diversidad en Vitis vinífera (vid).
En el estudio han participado los investigadores del ICVV Javier Ibáñez – coordinador- Javier Tello, Enrique García-Escudero, Miodrag Grbić y José Miguel Martínez-Zapater, junto a científicos de la Universidad de Sevilla, la Universidad de Ljubljana (Eslovenia), la Universidad de Donja Gorica (Montenegro), la Universidad de Montenegro, la Universidad de Western Ontario (Canadá) y la Universidad de Belgrade (Serbia).
Los investigadores, en colaboración con la bodega 13 Jul Plantaze de Podgorica (Montenegro), recolectaron 419 muestras en todo el país, que incluyeron tanto plantas antiguas cultivadas en viejos huertos como vides que crecían silvestres en la naturaleza, además de 57 variedades locales conservadas en una colección de vid.
El ADN de cada planta fue analizado en el ICVV y comparado con su base de datos de SNP (marcadores moleculares), única en el mundo por sus dimensiones. Así obtuvieron 144 perfiles genéticos diferentes, entre los que descubrieron varias proto-variedades hasta ahora desconocidas, formas intermedias en el camino de convertirse en cultivadas.
Por un lado, encontraron plantas de la subespecie sylvestris –antecesora de la vid cultivada o sativa- que se habían puesto en cultivo; por otro, ejemplares de vid con una constitución genética intermedia entre la sylvestris y la sativa, tanto entre el material recolectado como cultivado (en viñedos y huertos) como entre el supuestamente silvestre.
“Los resultados de esta investigación confirman que el proceso de domesticación de la vid, que hasta ahora se creía finalizado, es continuo; que hay pocas generaciones de separación entre la subespecie silvestre y la cultivada, y que aún está activo el flujo genético entre ellas”, afirma Ibañez.
“Hemos identificado plantas que están en el mismo punto evolutivo que las que se comenzaron a cultivar hace 8.000 años –explica el investigador-. Se han encontrado representantes de todas las etapas de domesticación de la vid, pero nos han sorprendido en especial individuos que desde el punto de vista genético son casi 100% silvestres y que estaban siendo cultivados directamente, como cualquier variedad”.
La clasificación como sylvestris, sativa o intermedias se ha realizado según el análisis de marcadores genéticos, un criterio más preciso que las diferencias morfológicas, poco numerosas y no definitorias en el caso de la vid.
Otra conclusión del estudio es que algunas variedades de vid actuales, típicas de determinadas zonas vitivinícolas, tienen mucho más de silvestres de lo que se creía. “Los procesos locales de hibridación entre plantas silvestres y domesticadas e importadas posiblemente contribuyeron a configurar las variedades actuales en cada región vitícola, y por tanto a la tipicidad de sus vinos”, explica Ibáñez.
“Es el caso, por ejemplo, de Savagnin, progenitora de muchas variedades de la Península Ibérica (como Verdejo, Godello o Maturana Blanca) cuya constitución genética es intermedia entre sylvestris y sativa, según hemos comprobado”.
El estudio también muestra la estructura varietal y la historia vitícola de Montenegro, con la identificación de más de 100 genotipos correspondientes a vides cultivadas, lo que representa una sorprendente diversidad para uno de los países europeos más pequeños. Este acervo genético incluye muchas variedades autóctonas, algunas al borde de la extinción, vinculadas en una red de parentescos compleja.
“Todos estos hallazgos representan vestigios de los primeros pasos de la generación de nuevas variedades o incluso eventos secundarios de domesticación de la vid silvestre. Es como una ventana al pasado que nos permite conocer mejor las raíces de la viticultura”, concluye el investigador.
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