La propuesta que Jesús Fernández Ibáñez nos ofrece en “Un paseo por la villa histórica de Elciego” es tan atractiva que la aceptamos y por ello sabemos de esta localidad de Rioja Alavesa que “en la Alta Edad Media hay dos asentamientos de población, en sendas colinas, con su ermita: San Vicente y la de Zieko (Ciego o Ceco)… asentado en una colina más protegida y menos escarpada, va acrecentando poco a poco el número de habitantes”. En la Edad Media esta aldea pertenece al Reino de Navarra, siendo zona fronteriza y de expansión entre Navarra y Castilla… con un castillo que en el siglo X levanta el rey navarro Sancho Abarca en Laguardia, que se convierte en referencia judicial y administrativa de una gran zona baja de la Sierra de Cantabria hasta el Ebro.

Texto: Antonio Egido

 

En 1164 el rey navarro Sancho VI da a Laguardia y sus aldeas el Fuero de Población con el objetivo de atraer y asentar la población fijando privilegios para el desarrollo de la zona. Avanzando en el tiempo, en el siglo XIV, la aldea de Elciego no es de las más relevantes ni pobladas de las conocidas como Villa y Tierra, si bien un siglo después se aprecia el crecimiento demográfico en toda la zona a pesar de que sufren la desaparición de varias aldeas. En 1486 Laguardia y sus aldeas pasan a formar parte de la administración castellana por un espacio de diez años.

Década a década las poblaciones de Villa y Tierra van creciendo en población y por ello en importancia, tanto que en 1583 las familias dedicadas a las actividades agrícolas toman protagonismo en la zona, y buscan desvincularse de Laguardia en su parte administrativa y judicial. De esta forma Elciego consigue su constitución de “villa por si e sobre si” a lo que pone firma el rey Felipe II, a cambio de llenar sus arcas vacías de costear tantas guerras. Protagonista de esta independencia es Vicente Ruiz de Ubago que se convierte en el primer alcalde de la Villa de Elciego, al tiempo de contar desde ese momento con el escudo de la villa, la picota, como símbolo de impartición de justicia propia y la nominación de san Andrés como patrono religioso de la localidad.   

Elciego del siglo XVI es próspero demográfica y económicamente y como símbolo de ello está la iglesia parroquial, que pertenece a la hermandad de Laguardia en lo civil y al Obispado de Calahorra en la jurisdicción eclesiástica. Siendo los dos siglos siguientes los de la prosperidad de diferentes familias y la edificación arquitectónica que ha llegado hasta nuestros días de casas hidalgas palacios, edificios como el Ayuntamiento o la organización de la Plaza Mayor, sin olvidar la presencia de mozos solteros gallegos que llegan hasta la aldea y dejan en ella su huella. Se trata de una emigración paulatina atraída por el trabajo en las viñas, la construcción o la excavación de bodegas, y en el caso de Elciego muchos que habían llegado para trabajar, se quedaron. El siglo XIX es definido por Jesús Fernández Ibáñez como una centuria de tránsito, pobreza, guerras y epidemias… pero cuando se ponen los cimientos de una nueva época vitivinícola, en la que la tierra está en manos de muy pocas familias, caracterizándose el siglo XX por el éxodo a las ciudades de muchos ciudadanos que demandan mano de obra como Bilbao, para la siderurgia y naval, o Vitoria; por la organización sindical y política de la población; por una Guerra Civil que deja desolación, enemistades y pobreza; por una postguerra muy dura, siendo en la década de los años 70 en la que el vino se convierte en el motor de la economía, que ha llegado hasta el siglo XXI como producto de calidad, de proyección, de imagen y con un sólida penetración en el mercado, por lo que se le asocia con ocio, recreo, cultura y provoca importantes movimientos enoturísticos en los que Elciego es atractivo destino.

Pasear por Elciego supone detenerse en diferentes edificios como la iglesia parroquial de San Andrés Apóstol, con sus torres dominantes y desiguales. Un edificio iniciado en el siglo XVI por Juan de Astiasu, Domingo y Juan de Emasabel y finalizado en el siglo XVIII, lo que supone un conjunto renacentista con trazos barrocos. Importante detenerse en su portada, visitar el coro, pasar por el baptisterio y fijarse en los diferentes retablos, para finalizar la visita en las sacristías.

Seguimos por edificios religiosos para citar la ermita de Nuestra Señora de la Plaza; la ermita de San Vicente, situada en una colina al sur de la población; la de San Roque, en la colina este de la población, y la de Santa Cruz, en la colina al oeste, en la carretera a Baños de Ebro, para terminar con la Cruz del Crucero, vestigio de un antiguo Vía Crucis que se colocaba a la afueras de las poblaciones, labrada en piedra y con las cuatro representaciones de los evangelistas. Es conocido popularmente como El Crucero, y en él confluyen, posiblemente, la idea de encontrarse en una localidad que es cruce de caminos sin olvidar su referencia al hecho religioso.

Nuestros pasos por Elciego nos tienen que llevar a la Casa Consistorial, ubicando en la Plaza Mayor, la picota, en la plazuela al final de la calle Capitán Gallarza, o monolito cilíndrico que simboliza la administración de justicia; el hospital, en la explanada final de la calle Hospital o los mesones de la plaza de la Carnicería, de la calle Norte y del barrio de Barrihuelo, como lugar donde los arrieros o mulateros pudieran pernoctar y disfrutar de los vinos de la localidad al tiempo de dar descanso a las caballerías.

Y finalmente las fachadas de los palacios como el de los Navarrete Ladrón de Guevara, Ramírez de la Peciña y Zárate Navarrete, o las casas solariegas de los Martínez de Villarreal, los Ruiz de Ubago y Sáenz Navarro, Bañares Vitoriano, Bañares Arrúbal, López de Bérriz, Ramírez. Ruiz de Escudero, Navarrete Gallarza, Ramírez Sáenz de Olano, López Zorrilla y además los edificios de la Plaza Mayor, las casas señoriales de la calle Cantón de la Concepción, de la calle del Barco 15, de Concepción 12 o la casa Cural de la plazuela del Hospital. En estos edificios debemos fijar nuestros ojos en los arcos de sus puertas, pues nos vamos a encontrar con la agradable sorpresa de poder descubrir arcos de medio punto muy típicos de los siglos XVI y XVII, arcos carpanel o los dinteles conopiales, que marcaban los rangos de las familias que allí vivían.

Pero antes de abandonar definitivamente Elciego tras la visitas a sus bodegas, de las que tenemos un buen catálogo para disfrutar del enoturismo, no debemos dejar de visitar la fuente del lavadero, el abrevadero municipal, -construido en 1866- y el puente sobre el río Ebro cuyas fechas más importantes nos las señala Jesús Fernández Ibáñez: “El puente se construye entre 1861 y 1867, facilitando el tránsito hacia el enlace con el ferrocarril. Una impresionante crecida del río Ebro en enero de 1871 lo arrastra. Entre 1871 y 1873 se vuelve a construir. La guerra carlista deja su huella negativa y en noviembre de 1873 vuelan parte de un arco. En 1875 se vuelve a construir, quedando hasta nuestros día como un vestigio de tesón, avance y nuevos tiempos para la venta de vino”.