Juancho Asenjo analiza la crisis estructural del sector, celebra el dinamismo de Rioja, la diferenciación de los municipios, la diversidad que ofrecen las pequeñas explotaciones y reivindica el prestigio de las grandes bodegas
Texto: Mirian Terroba
redaccion@laprensadelrioja.com
Después de hablar con Juancho Asenjo queda claro por qué es considerado un referente indiscutible en la divulgación del vino en España. Su trayectoria es el resultado de una combinación única de pasión, rigor y un conocimiento enciclopédico del sector. Es una de esas personas que lo sabe todo del mundo del vino. Recuerda con asombrosa claridad fechas, personas, hechos y por supuesto vinos. Un conocimiento que solo puede proceder de un amor profundo y sincero por el vino.
Su visión sobre Rioja es amplia y profunda: valora la fuerza de las grandes bodegas, celebra la revolución silenciosa de los pequeños productores y defiende la diversidad como un pilar esencial del presente y futuro de la región.
Retos de un sector en transformación
Juancho Asenjo analiza con claridad la profunda crisis estructural que atraviesa actualmente el mundo del vino. Distingue entre los desafíos coyunturales —como la guerra de Ucrania o los aranceles impuestos por la administración Trump—, que, aunque duros, son pasajeros, y aquellos problemas que, habiendo nacido como puntuales, han evolucionado hasta convertirse en estructurales. Entre estos últimos, destaca la preocupante caída del consumo y una creciente presión legislativa que, a su juicio, responde a un discurso dominante anglosajón que demoniza el alcohol.
A esta transformación se suma otro fenómeno igual de relevante: el cambio en los gustos del consumidor. “El vino en el siglo XIX era dulce. Luego pasó a ser seco. Más tarde llegó la ‘parkerización’, con vinos sobremaduros y 200% madera nueva. Ahora, lo que se busca es fluidez, ligereza extrema, un modelo tipo Borgoña o Beaujolais. El vino, tal y como lo hemos entendido durante décadas, ya no encaja en el canon del gusto actual”, afirma con preocupación.
En cuanto a tendencias, Asenjo subraya el auge del vino blanco frente al tinto, incluso en regiones como Rioja donde históricamente el tinto ha gozado de un prestigio indiscutible. “Durante mucho tiempo, el blanco fue menospreciado en esta zona. Hoy, su crecimiento es descomunal, tanto en consumo como en calidad”, apunta.
Pese a todo, hay un lugar que, a sus ojos, sigue marcando el ritmo de la innovación en el mapa vinícola español: “Cuando me preguntan cuál es la zona más novedosa, siempre contesto lo mismo: Rioja. Es la que más novedades genera continuamente y la que mejor se ha sabido adaptar a los cambios. Rioja siempre ha evolucionado con inteligencia, sin perder su esencia”.
“Rioja debería apostar por potenciar
a las bodegas líderes y los vinos selectos
para consolidar su competitividad
en el mercado internacional,
mientras fortalece a los vinos de gama media”
Control de rendimientos, potenciar la gama alta y Burdeos como espejo
Afirma que la caída del consumo “la tenemos en todos los sitios. La crisis que sufre Burdeos es enorme: se han arrancado 8.000 hectáreas de viñedo. Rioja es hija de Burdeos en muchas cosas y terminará arrancando viñedo, queramos o no. Yo lo tengo claro desde hace bastante tiempo”.
En Rioja se limitan los rendimientos por hectárea. “Creo que, más que limitar los rendimientos, lo que se debe hacer es cumplir el reglamento del Consejo Regulador. Lo que hay que hacer es controlar las sobreproducciones. Creo que no ha sido suficiente llevar diez años sin plantar prácticamente una cepa y reducir los rendimientos para equilibrar el sector”.
Es necesario garantizar «que los rendimientos se ajusten estrictamente a lo que exige el Consejo Regulador, sin excepciones ni tolerancias».
Uno de los desafíos actuales para las denominaciones de origen es la convivencia entre vinos de alta calidad y productos más asequibles dentro de la misma categoría, lo que puede afectar la percepción de la marca.
El modelo de Rioja es un transatlántico, similar al de Burdeos. “Y si Burdeos ha hecho algo bien, ha sido potenciar su vanguardia. Ese desarrollo ha dependido en gran parte de la iniciativa de los propios bodegueros, pero ha sido clave para marcar diferencias dentro de la denominación. En Burdeos, aunque existen unas 12.000 bodegas —y en el futuro probablemente se reduzca a unas 7.000 u 8.000—, cuando se habla del ‘gran Burdeos’ en realidad nos referimos a unas 400 bodegas que marcan la tendencia”.
Rioja debería apostar por ese mismo camino, afirma, “potenciar a las bodegas líderes que pueden elevar la denominación en su conjunto. Al mismo tiempo, es fundamental fortalecer los vinos de gama media y la categoría de vinos selectos, ya que son clave para consolidar la identidad y la competitividad de Rioja en el mercado internacional”.
La tendencia actual es consumir menos, pero de mayor calidad. “Donde más crisis hay es en la parte baja”, señala. Por ejemplo, propone que con rendimientos de 6.500 kilos por hectárea se elabore el vino más masivo, mientras que con 3.500, 4.000 o incluso 2.500 kilos por hectárea, como hacen muchas bodegas, se apueste por vinos de élite.
“Jamás se han hecho en Rioja tantos vinos de alta calidad como ahora. Para mí, hoy es un auténtico referente. Actualmente hay vinos de gran calidad en todos los segmentos, como nunca antes. Hoy puedes beber como un príncipe gastando muy poco dinero”.

El vino fluido y el riesgo de olvidar el origen
Actualmente, los prescriptores -en particular, restauradores y sumilleres- “están enfocados en un perfil de vino fluido, priorizando el estilo sobre la identidad y el territorio. Los vinos más valorados en las guías tienden a asemejarse a los de Borgoña: ligeros, de poco color y con una estructura más sutil. Esta preferencia ha llevado incluso a productores tradicionalmente ligados a otro tipo de vino a adaptar sus elaboraciones. Sin embargo, cada viticultor debería interpretar su tierra y producir un vino acorde a su origen«.
“Hay vinos de gran calidad
en todos los segmentos.
Hoy puedes beber como un príncipe
gastando muy poco dinero”.
En este sentido, destaca que “Rioja siempre ha hecho vino fino. Ha tenido la fortuna de contar con un territorio bendecido a lo largo del tiempo. Los vinos de aquí han sido finos, tradicionalmente. Son vinos que son bebibles siempre y duran una eternidad, pueden disfrutarse tanto jóvenes como a lo largo del tiempo. Lo demuestran en catas verticales históricas. Solo Burdeos puede ser parecido, pero ningún otro vino del mundo tiene esa capacidad de aguante. Pruebas un vino de 1868 o 1870 y se te caen las lágrimas. Son vinos privilegiados por su durabilidad en el tiempo, una característica única que no se encuentra en ninguna otra región del mundo. Es una ventaja que hay que aprovechar”.
El papel fundamental de las grandes bodegas
“Si bien es fantástico contar con iniciativas de 6 u 8 hectáreas, pequeños proyectos que generan gran interés entre los prescriptores, la realidad del sector es mucho más amplia. Es un logro extraordinario que existan vinos producidos a gran escala, con varios millones de botellas en el mercado a precios accesibles, como 12 o 13 euros. Ojalá hubiera más bodegas capaces de elaborar un millón de botellas de reserva con la calidad de Murrieta y venderlas todas”. Las grandes bodegas industriales han sido el motor del cambio en la industria vinícola, permitiendo que hoy exista el auge del vino artesanal. “Han invertido en tecnología, innovación y desarrollo, sentando las bases para la producción de calidad. Gracias a esa industrialización, primero se impulsó el desarrollo agrícola de los territorios, y ahora los productores artesanos pueden elaborar vinos con estándares de excelencia. Es importante reconocer que estos nuevos proyectos se sustentan en los avances logrados por las grandes bodegas. Nadie ha renunciado a los depósitos de acero inoxidable, a las barricas ni a las mejoras tecnológicas introducidas por la industria”.
“Las grandes bodegas industriales
han sido el motor del cambio en la industria vinícola
permitiendo que hoy exista
el auge del vino artesanal”
En opinión de Asenjo, sería justo valorar la contribución de las grandes bodegas, que han facilitado la apertura de nuevas zonas y la diversificación del vino de Rioja. “En ninguna otra región del mundo se da esta combinación de calidad, volumen y precio. Este centenario es, sin duda, un momento ideal para recuperar la autoestima del sector”.
Ocurre algo similar con los vinos de pago. “¿Es mejor un vino de pago que un ensamblaje de mezcla de distintos viñedos y zonas de la DO? Son disfrutes diferentes. Tenemos esa riqueza y no tenemos que vender que una cosa es mejor que otra, sino sobresalir en ambas”.
El foco en los pueblos
¿En qué fortalezas debería apoyarse Rioja para superar los problemas estructurales que enfrenta? Asenjo destaca como un gran acierto la identificación en Rioja de la figura del ‘Vino de Pueblo’. “Champagne ha sido clave en la regulación de los vinos de pueblo, sirviendo de referencia para Rioja en la creación de esta figura. En Champagne es obligatorio indicar en la etiqueta el pueblo donde se encuentra la bodega, pero el nombre del viñedo de origen se destaca en un tamaño mayor. Este sistema ofrece una solución clara y lógica, a diferencia de los nombres crípticos. Los vinos de pueblo han sido concebidos y regulados en distintas regiones de Europa, resaltando las ventajas de este modelo y su impacto en la identidad del producto. Además, diferenciar y prestigiar los vinos de pueblo puede ser una herramienta para fortalecer la identidad de Rioja en el mercado”.
A lo largo del tiempo, la diferenciación de los pueblos ha sido uno de los mayores valores de Rioja. “Cada pueblo tiene su identidad y sería clave volver a potenciar esa riqueza local. Defender la identidad de los pueblos significa, entre otras cosas, pagar bien a los viticultores para que puedan vivir dignamente de su trabajo. En un mundo ideal, todos los que cultivan uva podrían producir su propio vino, pero eso es inviable en cualquier región del mundo. Lo que sí se puede hacer es mantener un equilibrio social que permita que la gente no abandone los pueblos, asegurando precios justos por la uva, en lugar de incentivar la venta de viñedos para que los productores terminen mudándose a Logroño o Vitoria”.
“Diferenciar y prestigiar los vinos de pueblo
puede ser una herramienta para fortalecer
la identidad de Rioja en el mercado”.

Diversidad y riqueza
“Rioja tiene la gran fortuna de contar con tres grandes tendencias históricas, todas igualmente clásicas y valiosas. Por un lado, está la tradición del vino cosechero; por otro, el estilo característico del Médoc Alavés; y, finalmente, la identidad propia del barrio de La Estación, con sus crianzas largas. Cada una de estas corrientes representa una faceta única de Rioja y enriquece su diversidad”.
Pero la variedad no solo se encuentra en estas tres grandes líneas, sino también en cada rincón de la región. “Dentro de un mismo pueblo, las diferencias pueden ser enormes. En Baños, por ejemplo, el viñedo de la parte baja, cercana al río, con suelos de aluvión, no tiene nada que ver con las viñas de la parte alta. Lo mismo ocurre en zonas como Elciego, donde el terreno aluvial contrasta con las terrazas que también se encuentran en San Vicente o Ábalos”.
Esta diversidad es una de las grandes riquezas de Rioja. “Si intentamos simplificarla o separarla en exceso, todos perderíamos algo. Basta con cruzar el Ebro desde Cenicero para ver un cambio drástico en el paisaje, con altitudes que varían de 400 a 475 metros, lo que genera una enorme diferencia en los vinos. Ese contraste es precisamente lo que hace de Rioja una región única”.
La estructura actual del Consejo Regulador está dominada por grandes bodegas, cooperativas y grupos de mayor tamaño, “lo que genera diferencias marcadas dentro del sector. Sin embargo, Rioja vive un momento de gran riqueza y diversidad. En el canon moderno del vino, encontramos ejemplos como José Gil o Artuke, cuyos vinos son altamente demandados, o pequeñas producciones como las de Juan Carlos Sancha, que destacan en distintas zonas con propuestas de nicho excepcionales. Estos vinos, aunque exclusivos, no siempre tienen precios elevados; un vino de Sancha, por ejemplo, ofrece una calidad extraordinaria a un precio muy competitivo en comparación con otros del mercado”.
Rioja se ha convertido en una de las diez marcas más reconocidas de España, no solo en el sector del vino, sino como marca en general. “Sin embargo, a nivel internacional, mientras que regiones como Burdeos y Borgoña juegan en la clase alta del mercado, Rioja se sitúa en la clase media-baja. Esta es la batalla en la que luchan quienes llevan un siglo vendiendo en mercados internacionales, con nombres particulares que han construido su presencia con esfuerzo y trabajo, muchas veces en solitario. La realidad es que en mercados como el de Londres se pueden encontrar reservas de Rioja a precios tan bajos que resultan desalentadores para el sector”.
Un relato basado en emociones
En cuanto a captar nuevos consumidores, “entre los jóvenes, empiezo a ver gente que lee, que pide vino. Hay dos generaciones que hemos perdido: gente de entre 30 y 40 años o 40 y tantos, porque el vino parecía algo anticuado, cuando en realidad es todo lo contrario. El vino es la bebida de la amistad, la bebida de las relaciones”. El vino juega un rol social, “creo que muy atractivo para estos jóvenes que ya empiezan a situarse”.
Según Asenjo, tenemos que transmitir un mensaje de pueblos, de personas, de individuos, de tierra. El vino debe volver a construir un relato relacionado con el medio. A los consumidores “les estamos poniendo muy difícil entenderlo porque escribimos en un lenguaje que a la gente no le interesa. Hacemos un exceso de catas técnicas en lugar de hablar de las sensaciones, de los sentimientos. A los países mediterráneos nos han ganado en el relato los anglosajones, que han codificado la cultura con sus reglas, no con las nuestras. Lo nuestro es algo que forma parte de nuestra vida, de nuestra historia. El vino es una parte de nuestra cultura ancestral”.
Tenemos que “hablar de las personas, de los entornos, de los paisajes. Hablar de esas diferencias que nos han engrandecido. Volver a lo humano y olvidar lo técnico”.