La comunidad riojana afincada en Santiago de Chile, agrupada en la Sociedad Benéfica de La Rioja, celebra todos los años la fiesta de San Mateo y de la Vendimia Riojana a comienzos de octubre. El domingo, día 5, la primavera naciente llegó al menos por un día con un sol radiante a iluminar los últimos días fríos del invierno. La iglesia del magnífico y espacioso Estadio Español de Santiago estaba a rebosar. El Coro Riojano de Chile, que cuenta con dos bandurrias donadas por el Gobierno de La Rioja, cantó himnos religiosos y canciones del folklore riojano, para regocijo de quienes asistimos, ganándose una merecida ovación al término de la misa.

Texto: Sergio Allard (abogado, autor de la novela Uvas de esperanza)

 

Al finalizar el oficio religioso, seis muchachos iniciaron la procesión de San Mateo portando su imagen, seguidos por toda la comunidad, que terminó en el gran gimnasio del Estadio, una techumbre no cerrada por los costados que alberga tres canchas de baloncesto. Una de las canchas, frente a unas gradas, fue escenario de las danzas riojanas, donde no faltaron la jota de Logroño y la charramandina, muy aplaudidas por los asistentes. En las otras dos canchas había mesas con manteles blancos para 600 personas, donde se sirvió chorizo de Cameros y platos riojanos típicos, rematando la faena con chuletillas al sarmiento.

Las niñas pequeñas estaban ataviadas con trajes de serrana o de Albelda de Iregua, todos llevábamos el pañuelo rojo anudado al cuello y las banderas de La Rioja flameaban por doquier. Recordé entonces con nostalgia las celebraciones de San Mateo en Logroño cuando miles de riojanos y autoproclamados hijos adoptivos nos juntábamos a celebrar en el atrio de la Redonda y cuando a fines de agosto asistíamos con amigos a las fiestas de Albelda.

Dudo que otra comunidad afincada en Chile tenga la organización y la fuerza para congregar a 600 personas en un almuerzo. Quizás los alemanes, los italianos, los croatas y los palestinos podrían organizar actos tan masivos, pero en ningún caso una región de esos países. En ningún caso además, porque el espíritu de alegría, camaradería y unidad que se respiraba era inigualable. No en vano, los primeros riojanos migraron a nuestro país en 1740, hace 274 años, corriente que a través de los siglos jamás se ha interrumpido.

Nos contaban que hace quince días llegó en un avión un riojano y su acordeón con ánimo de afincarse en Chile. Se presentó ante las directivas de las organizaciones riojanas y ahí estaba cantando en el coro en la iglesia. Dios bendiga a los primeros riojanos que vinieron a trabajar, forjar, enriquecer y embellecer estas tierras del sur del mundo.