El mundo del vino a sorbos

El lunes 23 de mayo, organizado por la Academia Riojana de Gastronomía se ofreció en el Ateneo Riojano de Logroño, un “Encuentro con la gastronomía  del Quijote”, moderado por el periodista, editor y director de La Prensa del Rioja, Javier Pascual, quien comenzó afirmando que el planteamiento de este acto puede “parecer un mero oportunismo cogido por los pelos, pero nada más lejos de la realidad. En una novela de referencia de la literatura española y universal, capaz de condensar la vida y pensamiento de toda una época, algo tan consustancial a la vida cotidiana del ser humano como la gastronomía no podía dejar de tener un protagonismo especial. Hasta el punto de que también podríamos contemplar bajo este prisma de la gastronomía la caracterización de los dos personajes principales”.

Texto: Antonio Egido

 

Tras analizar a los dos personajes de Cervantes,  que son a la vez “arquetipos” remarcó que  “el de la triste figura practica un ascetismo en las cosas del comer y del beber que hoy calificaríamos de anorexia. El rechoncho y orondo Sancho, una afición desmedida por la comida, rayana en la bulimia. La relación de ambos personajes con la gastronomía es por tanto fundamental en la definición de los respectivos perfiles. Y de ahí derivaríamos a disquisiciones filosóficas sobre la eterna contraposición entre ascetas y epicúreos, sobre si las ideas nacen del ayuno y la necesidad o de estómagos satisfechos, sobre el sentido de la vida incluso… que obviamente hoy no creo que venga al caso”.

Seguidamente  presentó a los tres ponentes que fueron María Jesús Sáenz de Miera, pedagoga, profesora de lengua y literatura, actriz, poeta y ateneísta de vocación. Francisco Díaz Yubero, doctor ingeniero agrónomo que ha desarrollado su carrera profesional en el sector vinícola y además es directivo de la Academia Riojana de Gastronomía, y Antonio Egido, periodista que ha dirigido medios como Onda Cero, Radio Nacional y Gente, además de escribir actualmente sobre gastronomía y vinos, en las revistas La Prensa del Rioja y La Semana Vitivinícola.

Precisamente ésta última ponencia, la que versó sobre “El vino en el Quijote”, queremos ofrecerla a nuestros lectores, en dos capítulos, para acercarnos a lo que se escribe en esta obra universal sobre el mundo del vino.

“El vino y por ello toda la cultura que esta bebida arrastra es un elemento más que va apareciendo en diferentes ocasiones en “El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha”.

Tengo catalogadas 35 referencias de importancia sobre el vino en un libro, que como muy bien saben, tiene dos volúmenes. El primero fechado en 1605 y dedicado al Duque de Béjar, que está dividido en cuatro partes y el segundo publicado en 1615 y dedicado al Conde de Lemos. En total más de 1.000 páginas como media, en las que el vino es tenido en cuenta. 

La primera aparición del vino en “El Quijote” es en el capítulo II en que el protagonista se sienta a la mesa de una venta para degustar “un mal remojado y peor cocido bacalao y un pan tan negro y mugriento como sus armas; pero era materia de grande risa verle comer, porque, como tenía puesta la celada y alzada la visera, no podía poner nada en la boca con sus manos si otro no se lo daba y ponía y así, una de aquellas señoras servía de este menester. Más al darle de beber, no fue posible, ni lo fuera, si el ventero no horadara una caña, y puesto él un cabo en la boca, por el otro iba echando el vino; y todo esto lo recibía en paciencia, a trueco de no romper las cintas de la celada”. Estamos en la primera salida del Quijote, en la que todavía no había sido armado caballero. Dato este muy importante porque desde que así le hizo el ventero, no veremos en el libro referencia en la que el vino sea bebido por el de la Triste Figura sino por su fiel escudero, Sancho, u otros protagonistas. Un hidalgo no podía tomar esta bebida. Realmente apenas podía beber ni comer, porque así lo mandaban las leyes de la caballería.

De esta forma, cuando el Quijote vuelve al camino en su segunda salida, ya con Sancho Panza, aparece en la literatura de Cervantes el vino y la bota: “Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de una ínsula que su amo le había prometido”. (Capítulo VII).

Y unas páginas más adelante, nos encontramos  a un Quijote que da licencia a su escudero para que comiera y bebiera cuanto quisiera, por lo que “Sancho se acomodó lo mejor que pudo sobre su jumento, y sacando de las alforjas lo que en ellas había puesto, iba caminando y comiendo detrás de su amo muy cómodamente, y de cuando en cuando empinaba la bota, con tanto gusto, que le pudiera envidiar el más regalado bodeguero de Málaga”. (Capítulo VIII).

Sancho Panza es pues el referente del vino en la obra de Cervantes. Es su bebida natural por ello la defiende siendo el mejor comercial de esta bebida. No en vano declara que “bebo cuando tengo gana y cuando no la tengo y cuando me lo dan, por no parecer o melindroso o mal criado, que a un brindis de un amigo ¿qué corazón ha de haber tan de mármol que no haga la razón? Pero aunque bebo no me emborracho: cuanto más que los escuderos de los caballeros andantes casi de ordinario beben agua, porque siempre andan por florestas, selvas y prados, montañas y riscos, sin hallar el alivio de un buen vino, si dan por ella un ojo”. (Capítulo XXXIII).

Más aún, Sancho establece las primeras normas de la marca España de vino cuando siendo gobernador de la Isla Barataria deja por escrito, a través de su secretario, algunas ordenanzas tocantes “al buen gobierno de la que él imaginaba ser ínsula, y ordenó que no hubiese regatones de los especuladores con los alimentos de primera necesidad, en la república, y que pudiese meter vino de las partes que quisiesen, con aditamento que declarasen el lugar de donde era, para ponerle el precio según su estimación, bondad y fama, y el que lo aguase o le mudase el nombre perdiese la vida por ello”. (Capítulo LI).

Un vino que en la mayoría de las veces que aparece en El Quijote, se convierte en placer: “al punto todos a uno levantaron los brazos y las botas en el aire: puestas las bocas en la boca, clavados los ojos en el cielo, no parecía sino que podían en él la puntería; y de esta manera, meneando las cabezas a un lado y a otro, señales que acreditaban el gusto que recibían se estuvieron un buen espacio, trasegando en sus estómagos las entrañas de las vasijas”.

Y si me lo permiten, una recomendación. Como a “Don Quijote de La Mancha” hay que disfrutarlo, poco a poco, la lectura puede ser incluso más agradable si lo hace sosteniendo en una mano el libro, en la otra, una copa de vino.