El mundo del vino a sorbos
Texto: Antonio Egido
Igual que cuando llega el verano, nos hemos permitido hacerles recomendaciones de vinos para disfrutar y degustar en esta época, ahora que hemos entrado en serio en el invierno, le hemos pedido a nuestro buscador que nos proporcione resultados que nos sirvan de guía para beber vinos que mariden con un tipo de comida digamos más contundente.
El primer enlace que encontramos nos lo proporciona ‘cubaneandoconmario.com’ donde encontramos 4 vinos: Los vinos con la Denominación de Origen de la Rioja son fuertes y potentes, ideales para dar la bienvenida al frío y estar bien calentitos.
Uno de los que más me ha llamado la atención recientemente es Ramón Bilbao Crianza 2009, un tinto con aromas de fruta madura y del bosque, con toques de condimentos, como la vainilla y la pimienta.
En boca, nos sabe a madera y a frutas silvestres. Es perfecto si lo queréis combinar con las carnes más sabrosas, quesos y embutidos.
Un tinto Penedés es buena recomendación. Si bien los vinos de esta D.O. son fabulosos a lo largo de todo el año, quizá para esta temporada es ideal el Petit Caus Negre 2012, potente y muy equilibrado, está elaborado con uvas de cabernet franc, syrah y merlot.
Su sabor intenso nos recuerda a las maderas añejas donde se conserva a lo largo de su preparación.
Lo aconsejo para platos más fuertes, como los guisados, los patés, los risottos, carnes asadas… Contra el frío, la D.O. Toro nos aportará unas agradables noches en las inacabables cenas entre amigos.
Si tengo convidados a cenar, prefiero el Numanthia 2006, pues siempre y en toda circunstancia quedarás como un rey.
Para paladares exigentes, nos aporta aromas intensos y sabores a frutos rojos con condimentos como la pimienta.
Con pasta, con pavo, carne, arroz… con lo que prefieras. Con el cordero o con el cochinillo más sabroso, siempre trato de acompañarlos con la D.O. Somontano.
Los sabores aragoneses quedan empapados en los vinos tintos de esta zona que sorprenden a todos por su renovación continua.
Con el Enate Cabernet Merlot 2007, el triunfo está asegurado. De color rubí intenso, huele a frutos secos y el sabor intenso a frutas maduras aún es mejor.
Después de todo esto, aclaro que esta es mi selección, pero los mejores vinos tintos son los que sean más de tu agrado. Espero que haya sido útil para todos los lectores”.
En ‘gentleman.elconfidencial.com’ nos ofrecen “La mejor selección de vinos con crianza para acompañar un buen y reposado guiso alrededor de una mesa invernal”, y nos citan los siguientes vinos: “Dehesa de los Canónigos 2013 (Dehesa de los Canónigos). Una añada, como mínimo, complicada que solo un buen puñado de bodegas han salvado con honores. Este tinto pasa de puntillas por los inconvenientes y se erige como un crianza bien elaborado, con virtudes y guiños que invitan a su disfrute. En nariz asoman unos agradables apuntes tostados y en boca es bastante redondo, con buena persistencia y estructura. Tiene dosis notables, pero equilibradas, de madera. Un Ribera de absoluta confianza (19 €). D.O. Ribera del Duero.
Campo Alegre 2013 (Bodega Burdigala). Hace 16 años un destacado trío de enólogos, el matrimonio de Dany y Michel Rolland, junto con François Lurton, decidió aunar sus conocimientos para elaborar en Toro vinos de alta gama. Este tinto de cepas muy viejas nació como el hermano pequeño de la marca principal, pero su sutileza, la expresión aromática de fondo especiado y una boca redonda de taninos dulces, lo hacen brillar con luz propia (18.90 €). D.O. Toro.
Corimbo I 2011 (La Horra). Año tras año, el proyecto va cobrando solidez. Este Corimbo I que se expresa de forma rotunda en la línea de la fruta y la finura, proviene de cepas veinteañeras, ha tenido una delicada crianza de algo más de un año en barrica francesa, y americana después. Un tinto elegante, goloso, con volumen, que deja una magnífica sensación de placer. Un gran vino con mucho porvenir. Unos meses más en botella harán maravillas (41 €). D.O. Ribera del Duero.
(…) Salanques 2013 (Mas Doix). La vivacidad en perfecto equilibrio con la frescura del vino lo revisten de cierta sobriedad enmarcada de elegancia. Elaborado con garnacha y cariñena de viejas cepas de altura combinadas con otras más jóvenes de syrah, encierra un intenso carácter frutal con pinceladas ahumadas y minerales donde también están presentes las notas de madurez. Uno de esos vinos que será un placer reencontrar en unos cuantos años más (30 €). D.O. Priorat.
Las sabías 2013 (Dominio del Bendito). Envejecido durante 16 meses en roble francés, este tinto de crianza aún necesitará un tiempo más en botella para disfrutarlo en plenitud. Si bien la madera no ha marcado tanto el vino, la botella hará maravillas para armonizarlo y exhibirlo como ahora se prevé. Elaborado con tinta de Toro, es buen ejemplo de moderada potencia y elegante expresión. En este caso, conviene beber el vino un par de grados más fresco de lo habitual para suavizar algunas percepciones que distraen de su verdadero carácter disfrutable. A 16º C estará perfecto (17 €). D.O. Toro. (…)”.
Paz Sánchez Gil en ‘Vino caliente, vino de invierno’ que presenta en su web ‘conlaa.com’ nos recuerda que “La primera vez que probé vino caliente fue en Pirineos. Hacía muchísimo frio y entramos en un bar pequeño de un pueblo pequeño. El dueño nos ofreció vino caliente. Lo servía con trocitos de melocotón, azúcar quemada y canela. ¡Riquísimo!
Después, en otros inviernos y otros países, he ido probando distintas fórmulas con igual resultado: calentar cuerpo y alma.
El mejor momento para saborear un vino caliente es en un soleado, pero gélido, día de invierno. Los días previos a la Navidad son un momento excelente para saborearlo.
Puede que los ‘puretas’ del vino armaran un gran escándalo si el vino de su tierra se echara en una cacerola cada invierno para calentar sus gaznates congelados. Pero, afortunadamente, la tradición del vino tinto caliente y azucarado se va imponiendo en invierno.
Sorprendentemente, su origen se encuentra en la India. Se importó este tipo de bebida a Europa y con los años ha ido sufriendo diversas variaciones y combinaciones.
La India fue colonizada por los ingleses y la Compañía de Indias británica regresó, un día del siglo XVII, con una mezcla hindú elaborada a base de Arrak (un aguardiente de caña de azúcar), limón, azúcar, té, especias y un poco de agua… ¡que se convirtió rápidamente en una bebida de moda entre los Tories! ¡Hasta Mozart la conocía! “El ponche y la pipa, he aquí el disfraz inglés”, escribió a su amigo Hageanuer.
Claro que si aterrizamos en la época de los romanos veremos que ellos jamás ocultaron su fascinación por su querido dios del vino, Baco, y su gusto pronunciado por el vino aromatizado con miel, pimienta, laurel, azafrán, dátiles y pasas, bebida que llamaban ‘conditium paradoxum’.
En la actualidad, el vino caliente es de gran tradición en la Europa central y oriental y en Escandinavia. Y esto no sería Europa si no hubiera una receta diferente en cada país. La versión alemana más popular, el ‘glühwein’, procede de una receta tradicional que no deja lugar a la improvisación. Los ingredientes son: piel de naranja, canela en rama, vainilla en rama y clavo. En Polonia, por ejemplo, se prepara el ‘grzaniec’, comúnmente según la receta romana, es decir, con miel. En Escandinavia el ‘glögg’ (como se llama en Dinamarca y Suecia, el ‘gloog’ en Noruega y el ‘glögi’, en Finlandia) es una mezcla de vino y alcohol de cereales o vodka. Esta bebida también es apodada como ‘ponche sueco’ en Alemania.
En el Reino Unido al vino caliente se le llama ‘mulled wine’: literalmente, vino calentado con especias. En estos días es muy fácil encontrar ‘mulled wine’ en los pubs, pero lo normal es que ese vino sea tan malo como la sangría para turistas que se sirve en las costas españolas: suele haber pasado horas a la espera de clientes en un recipiente a modo de sopera que mantiene la temperatura y al final sabe más a canela recalentada que a vino”.
Vinos pues para todos los gustos. Que usted los disfrute y feliz invierno.