Texto: Javier Pascual

Los hermanos Pérez Cuevas, Raquel y Rubén, directora general y director técnico respectivamente, no podían disimular la emoción que sentían al presentar el pasado lunes 12 de abril un nuevo fruto de su espíritu innovador, nacido de las entrañas de un territorio casi ignoto al que se sienten profundamente arraigados. Su propio nombre ‘Queirón Ensayos Capitales 2 Tempranillo Blanco Lágrima en Tinaja’ es toda una declaración de intenciones, la expresión de un trabajo minucioso y complejo de experimentación que la etiqueta describe como si fuera un mapa de la filosofía que lo ha inspirado. Proyecto de investigación con carácter exploratorio en pro de una vitivinicultura sostenible y racional, apuesta por esa nueva variedad ‘tempranillo blanco’, tan autóctona que la han inventado los riojanos para resultar si cabe más inimitables, vendimia manual, edición especial limitada de 3.126 botellas, elaborado por el método tradicional de gravedad… son algunos de los mensajes que nos encontramos en la etiqueta.

Los hermanos Pérez Cuevas, Raquel y Rubén, presentaron el nuevo ‘Queirón Ensayos Capitales’ Tempranillo Blanco a un grupo de sumilleres y periodistas de La Rioja.

El resultado es un vino tan bien armado, tan expresivo en aromas y equilibrado en el paladar, tan goloso en fin, que podría tardar uno más en asimilar ese mapa de conceptos de la etiqueta que en disfrutar del contenido de la botella junto a unas humildes almendras, contemplando desde la terraza de Queirón el caserío de Quel acurrucado contra los peñascos que sostienen el minúsculo perfil del castillo legado por los árabes. Compañía que bien pudiera ser también la de algún plato de más enjundia al decir de los expertos chefs y sumilleres que asistieron a la presentación y lo definieron como un vino ‘muy gastronómico’. Es un principio irrenunciable de la familia propietaria de Ontañón, matriz de Dominio de Queirón: hacer vinos que gusten, de ‘buen beber’. Y es la gran promesa del tempranillo blanco, que poco a poco va cuajando y configurándose como la gran uva que Rioja necesitaba para que sus vinos blancos estuvieran a la altura de sus tintos tanto en calidad como en personalidad diferenciada. El trabajo minucioso y sin complejos de enólogos como Rubén conseguirá sin duda ese objetivo, que exige acumular la suficiente experiencia vitícola y enológica sobre la variedad.

Conscientes de la necesidad de evolucionar a base de probar nuevos métodos sin miedo al fracaso, las constantes alusiones de Rubén y Raquel a los valores que les ha inculcado su padre, al respeto que muestran por el legado de sus predecesores, al apego al territorio en el que se criaron, al paisaje y a sus gentes, evidencian que el pragmatismo no está reñido ni con el espíritu innovador, ni con la visión romántica que tanto atractivo despierta en el mundo del vino. Cuando Gabriel Pérez comenzó a comercializar vinos embotellados a principios de los años 80 en Quel, difícilmente podría haber imaginado -aunque probablemente soñara con ello- que cuatro décadas después iba a volver a sus raíces para crear, o más bien refundar, la bodega familiar que junto a unas cuantas parcelas de viñedo le impulsó a dedicarse al oficio de bodeguero. Gabriel fue siempre un gran emprendedor, muy pragmático y con excelente visión del negocio, que como cualquier vinatero de Rioja Baja tenía claro que ese territorio era idóneo para sus inversiones en viñedo, pero no para construir una bodega. Las hizo en Logroño, en Aldeanueva de Ebro, en Rueda, en Ribera del Duero… Pero los tiempos cambian y la quinta -capricho de los dioses, pues la inspiración en la mitología sigue siendo marca de la casa- ha sido precisamente en ese simbólico barrio de bodegas de su pueblo, de Quel.

Una decisión en la que ha tenido un peso decisivo la voluntad y vocación de sus cuatro vástagos por recuperar esas raíces familiares arraigadas en un territorio carente del pedigrí de las localidades riojalteñas, olvidado en los mapas vitivinícolas y apartado de las rutas comerciales, por mucho que ya en el Siglo XIX el poeta y dramaturgo queleño Manuel Bretón de los Herreros escribiera que “Baco tiene allí más templos que tuvo en Grecia” refiriéndose a las trescientas bodegas que había en la localidad, “número casi igual al de los vecinos”. Todo confluye en poder asegurar que esta tierra tiene motivos para estar orgullosa de una nueva generación de viticultores y bodegueros muy bien preparados y capacitados para seguir manteniendo a la vitivinicultura riojana en la punta de lanza de las regiones vinícolas más prestigiosas del mundo.

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