A pesar de que existe mucha literatura sobre esos lugares que uno debe visitar antes de morirse, para todo aquel al que le guste el mundo del vino, será morir en “pecado” si no ha visitado las instalaciones de Marqués de Murrieta, unos edificios que conservan –gracias a las continuadas y pormenorizadas  reedificaciones– el mejor aspecto del momento que fueron creados allá por el siglo XIX, pero que gozan de la comodidad de los tiempos que ahora vivimos, ya en pleno siglo XXI. De esta forma Bodegas Murrieta es única e imprescindible y su visita, lejos de dejarle indiferente, será la mejor de enamorarse que se tiene por esa bebida llamada vino.

Texto: Antonio Egido

Más aún si conocemos la historia del primer Marqués de Murrieta, Luciano Francisco Ramón Murrieta García Ortiz Lemoine, nacido en Perú, hijo de una familia vizcaína por parte de padre y boliviana por parte de madre, que se dedicaron al comercio marítimo pero que tenían importantes negocios en Londres. Aquel militar español, soltero, se enamoró de la viticultura, a la que se entregó en cuerpo y alma como a su amistad con Espartero, del que llegó a ser su ayudante personal desde 1840 y al que acompañó en su exilio londinenses, donde decidió replantearse su futuro, dejando el oficio de las armas. Amadeo de Saboya, rey de España, le otorgó el título de Marqués de Murrieta en reconocimiento a su labor en la obtención de vinos riojanos de calidad.

Historia que en la Finca Ygay te la cuentan y la sigues observando a través dela documentación que ofrecen en vitrinas en diferentes salas donde además muestran botellas de esta larga historia de amor al vino de calidad –solamente elaboran vinos reserva y gran reserva– de un avanzado a su tiempo que viajó por Europa para traer a España las técnicas de elaboración bordelesas, elaborando su primer vino en 1852 en Logroño, instalándose en la Finca Ygay a finales de la década de 1870 y que desde sus primeras elaboraciones se dedicó a la exportación.

En 1983, la familia Cebrián-Sagarriga recoge el testigo, y en 2007, inician un laborioso trabajo de restauración del Castillo de Ygay que culminan en 2014. En la actualidad están construyendo en la finca dos nuevos edificios de elaboración en una bodega subterránea, que pondrán en marcha en 2018. De esta forma, Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga, Conde de Creixell y actual presidente de Marqués de Murrieta, culminará la etapa de actualización completa de la histórica bodega, con una inversión de 24 millones de euros.

El Marqués de Murrieta, como indicó al ser investido como Cofrade de honor de la no menos prestigiosa Cofradía del Vino de Rioja, es consciente de ser “un eslabón más en esta cadena que suman los 165 de historia de Marqués de Murrieta”, de los que 21 años lleva liderando este proyecto que dejó muy bien definido con palabras como “honradez, seriedad, responsabilidad y respeto al legado heredado, para intentar hacer las cosas lo mejor posible”. Y la realidad, lejos de llevarle la contraria, ha ratificado su trabajo al haber convertido “Marqués de Murrieta en una pieza angular en España y el mundo”, colocando sus vinos en más de 100 países, al tiempo de ratificar que todas las promesas que el Gran maestre, Luis Ignacio Vargas, le había solicitado para formar parte de la Cofradía del Vino, él ya las cumplía no solamente aquí “sino en todos los países a los que voy”.

Por cierto, Luis Ignacio Vargas, expresó en voz alta la sorpresa que le había supuesto el volver después de muchos años a una Bodega que conoció hace tiempo, y que ahora mismo solo conserva de entonces el exterior de los edificios “pues dentro todo es nuevo”, destacando la visión de futuro que siempre ha tenido los hombres que cuidan la marca Marqués de Murrieta.

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