De este a oeste y de sur a norte de Rioja. Esos fueron los dos grandes ejes geográficos que el experto y formador de varias generaciones de sumilleres Juancho Asenjo trazó para recorrer la región vitícola en la primera cata de ‘Riojas de pueblo’ que organizó el pasado lunes en Logroño la Asociación de Bodegas Familiares de Rioja.

 

La convocatoria llenó el salón del Palacio de Congresos Riojafórum de sumilleres y pequeños distribuidores locales, pero también de provincias limítrofes como Burgos, Álava, Vizcaya, Zaragoza o Guipúzcoa y otras más distantes como Valladolid, Barcelona o Huesca, ante la oportunidad de una convocatoria en vísperas de que la Denominación de Origen más importante del país apruebe la normativa para diferenciar por primera vez en su historia sus vinos por orígenes geográficos menores, más allá de las tradicionales categorías de crianza, reserva y gran reserva.

Asenjo comenzó con una introducción histórica del nacimiento del vino de calidad en España, en la segunda mitad del siglo XIX, muy relacionada con el ataque de oídium a los viñedos franceses, y posteriormente la filoxera, con el desarrollo del ferrocarril, que impulsan la plantación de nuevos viñedos en Rioja y la posibilidad del comercio internacional, pero también con la desamortización de Madoc, que por primera vez quita terrenos a los municipios antes destinados para los pastos de la ganadería y que impulsa el desarrollo del cultivo de la vid.

La segunda mitad del siglo XIX supone una época dorada para la viticultura y el desarrollo de bodegas riojanas y, en este sentido, Asenjo puso sobre la mesa documentación histórica de Marqués de Riscal en la que se reflejan las ventas de vino a negociant franceses elevados, hasta el punto de que Francia, en un determinado momento, decide imponer unos aranceles especiales al vino español (5 euros por hectólitro), frente a los 0,70 del vino italiano o los 0,50 del vino portugués: “El vino que estaban importando tenía una calidad similar e incluso superior al suyo y la forma de frenar estas importaciones fue imponer estos aranceles especiales”, recordó Asenjo. El final de estas décadas dorada para el vino español y riojano vino con la llegada de la filoxera, pero también con la pérdida de las colonias de Filipinas y Cuba en 1898, ya que eran importantes mercados para Rioja y para el vino español.

La cata

El prescriptor analizó también la situación actual de Rioja y se mostró abiertamente partidario de la diferenciación clara de vinos en Rioja, con dos o tres velocidades diferentes, al margen del proceso de negociación de las nuevas categorías de ‘Viñedos Singulares’ y ‘Vinos de pueblo’, cuyas condiciones se están ultimando en el Consejo Regulador.

Asenjo planteó una cata arriesgada, a ciegas sin etiqueta alguna, de quince vinos de la Asociación de Bodegas Familiares de Rioja ordenados por una distribución geográfica por comarcas naturales, siguiendo básicamente el mapa fluvial de los afluentes del Ebro, las dos cordilleras (Sierra de Cantabria y la Demanda) y también la diversidad varietal de las uvas autóctonas de la región vitícola.

Comenzó con dos blancos, una maturana blanca de la Rioja central y una viura fermentada en barrica de un viejo viñedo de Labastida (Sonsierra Oriental). A continuación, presentó una tanda de cuatro garnachas totalmente diferentes: la contundente de la Sierra de Yerga en la zona suroriental; la tradicional de Tudelilla en el entorno de los ríos Leza y Cidacos; la continental de viejos viñedos del Alto Najerilla y la ‘afilada’ y fría del extremo occidental de Rioja.

Asenjo reiteró en varias ocasiones que no se trataba de una cata convencional, sino de “vaivenes como la vida misma” y en este sentido antepuso a la tanda de tempranillos dos vinos de gran potencia y estructura: un graciano de las Riberas del Ebro de La Rioja y Navarra (Calahora-Andosilla) y una maturana tinta del Alto Najerilla.

Tampoco siguió los cánones tradicionales en la presentación de los siete tempranillos, con una mezcla ‘desordenada’ de estilos de elaboración: reserva, gran reserva, crianza, genéricos e incluso un maceración carbónica. Lo que sí siguió Asenjo son la organización geográfica: comenzó en la zona intermedia del Leza-Cidacos, pasó al extremo sur de La Rioja Central (Moncalvillo) para acercarse al río Madre hasta la Sonsierra del Ebro, el Bajo Najerilla, la Sonsierra Occidental y, por fin, los Obarenes en el extremo noroccidental.

El viaje geográfico por la región vitícola comienza a trazar los primeros esbozos de esa nueva Rioja que se presume para el futuro y en la que la Asociación de Bodegas Familiares quiere ser protagonista. Eduardo Hernáiz, presidente de la agrupación, reivindicó el papel de las pequeñas y medianas bodegas de Rioja, desde la fundación de la asociación en 1991 y su papel fundamental para reducir de 500 a 50 el número mínimo de barricas para poder obtener la condición de criador de vinos al actual: “Somos nosotros los que estamos en los municipios, los que creamos empleo y los mantenemos vivos y entendemos que esta diversidad es el gran valor que Rioja debe empezar a mostrar por el mundo”. “En muchos casos –añadió-, somos agricultores que en un momento dado decidimos dar un paso e invertir en nuestras bodegas para comercializar nuestros propios vinos pero no se puede olvidar que los grandes vinos del mundo los hacen las pequeñas bodegas”.