La Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) ha celebrado sus habituales reuniones de primavera con sus delegados de la Comisión “Economía y Derecho” de forma virtual. Estos encuentros, que representan la posibilidad de reunir a sus grupos de expertos y estudiar asuntos científicos y técnicos en el marco del Plan Estratégico de la OIV, han analizado cómo está afectando la pandemia al sector vitivinícola.
Françoise Brugière, vicepresidente del Grupo ECOMAR, explica en la página web del organismo internacional que “el análisis cuantitativo del comercio internacional del vino en la primera mitad de 2020 es bastante delicado. De hecho, la crisis sanitaria ocurre tras el complejo final de 2019 en China y Hong Kong y, en particular, en Francia, debido a los aranceles impuestos por Trump”.
De acuerdo con los expertos de la OIV, “con la llegada de la pandemia se acusaron problemas logísticos derivados de la aplicación de protocolos sanitarios en puertos y aeropuertos, la cancelación de vuelos de pasajeros, la prioridad para quienes llevaran equipos médicos y el suministro de bienes necesarios básicos. Estos se solucionaron con el paso de las semanas, con o sin la inclusión del vino. No obstante, el comercio internacional del vino registró una reducción en valor del 6,3 % en febrero y del 10,7 % en marzo (frente a febrero y marzo de 2019). En particular, las importaciones chinas se redujeron en un cuarto tanto en volumen como en valor durante los cuatro primeros meses de 2020 en comparación con los cuatro últimos meses de 2019. Brasil, Suiza, Francia (durante cuatro meses), Reino Unido, Alemania y Rusia (en torno a tres meses) redujeron sus importaciones, mientras que los EE. UU., Canadá, Irlanda (en valor), España y la República Checa (en volumen) aumentaron las suyas. La tendencia en cuanto al precio es descendente en todos los países”.
Repercusión global y medidas puestas en marcha
Según los expertos de la OIV, en todos los países, la interrupción del turismo y el cierre de bares y restaurantes dio lugar a una acusada reducción de las ventas. “El cambio en las ventas de productos de consumo doméstico fue muy parcial y afectó principalmente a los productos más asequibles, en particular con el aumento de las ventas de bag-in-box.
Se cancelaron todas las acciones comerciales B2B, en particular las principales ferias internacionales y los festivales del vino. Además, se interrumpió la organización de competiciones y catas. En la actualidad, “se está intentando realizar versiones digitales de estos actos, pero las reacciones son demasiado diversas”.
Los países han tomado medidas para el empleo más o menos generosas en todos los sectores; con ellas, se pretende ayudar a los negocios con el flujo de caja. “Numerosas empresas de todos los tamaños, desde minoristas especializados hasta viticultores y bodegas cooperativas, han puesto en marcha soluciones para el comercio electrónico, como las opciones de envío y click & collect, con las que se pretende mantenerse en contacto con los clientes más que generar ingresos considerables”.
Desde el punto de vista de la economía, explican los expertos, en poco tiempo se acumularon existencias durante las semanas de confinamiento, especialmente de los productos menos asequibles, lo que dará lugar a la reducción de los precios. “La próxima cosecha, en el hemisferio norte, podría empeorar esta situación. A medio plazo, las numerosas bancarrotas previstas en muchos países en los sectores del turismo y la distribución minorista derivadas de la crisis de la demanda tendrá repercusiones inmediatas en los proveedores. La próxima crisis económica y posiblemente financiera podría afectar al sector del ocio, pues la mayor parte de los hogares tendrá que dirigir su presupuesto a las necesidades básicas”.
A nivel psicológico, la crisis sanitaria, el confinamiento de la mitad de la población del mundo durante varias semanas y la persistencia del riesgo epidémico “podrían minar de forma permanente el valor del uso compartido y la convivencia que impulsa el desarrollo del consumo de vino en el mundo. Si se da por hecho que debemos estar solos para estar seguros y que un grupo de más de diez personas es un posible conglomerado de casos, se pondrá en riesgo la reanudación del consumo cualitativo de vino”.
¿Y ahora qué?
Sobre la base del Plan Estratégico de la OIV y las cuestiones de las que son responsables, los expertos abordarán distintos ejes y trabajarán de forma remota a lo largo de los próximos meses en las siguientes cuestiones:
- evolución de las existencias de vino a nivel global,
- cambios en los patrones de consumo (canales de distribución, oportunidades para el consumidor, marcas de calidad, precios, etc.),
- evolución del turismo enológico y, en líneas generales, el control del sector del turismo y la restauración,
- cambios en las herramientas de gestión de crisis,
- digitalización del sector vinícola (marketing, comercio, certificados electrónicos, etc.).