Texto: Javier Pascual, director de La Prensa del Rioja
Los más madrugadores empezaban a primera hora de la mañana a colocar las mesas y sillas de sus terrazas metro en mano, aunque con no pocas incertidumbres respecto a las condiciones en que podían prestar un servicio que la ciudadanía esperaba como agua de mayo a juzgar por la rapidez con que se han ocupado algunas mesas. Sin aglomeraciones, eso sí, como piensan que ocurrirá en esta primera fase algunos propietarios de los tan solo 25 bares de Logroño que, en principio, disponen de terrazas con las condiciones necesarias para poder abrirlas al público.
Nos planteaba uno de ellos el dilema que le suponía optar o no por la apertura, pues tenía claro que la motivación económica era escasa, dado que las condiciones impuestas no permiten obtener un mínimo de rentabilidad. Además percibía cierta presión de algunos que apelan a la ‘solidaridad’ con las decenas de establecimientos que deben permanecer cerrados porque no cumplen los requisitos establecidos. Bien es cierto que, aunque dichos requisitos aún ofrecen muchas dudas a la mayoría de los propietarios, lo más básico era conocido. Sin embargo, han sido pocos los que se han preparado para estar con todo a punto a fecha de hoy. Las mencionadas incertidumbres no han contribuido a ello, pues esa preparación para el día después requería inversión y un trabajo que tendrá difícil retorno. Era sobre todo una cuestión de fe y algunos prefieren optar por una espera más larga, condicionada obviamente a la cobertura de los ERTE. Confían en la suerte de que se rebajen las exigencias, la inversión sea por tanto menor, y el público haya ido ganando confianza para volver a consumir en los bares.
Por respetable que resulte apelar al concepto de la solidaridad, no creemos que en estas circunstancias sea en absoluto un argumento válido. Nuestro país, nuestra sociedad, los miles de trabajadores que están amparados por los ERTE, necesitan que toda empresa que esté en condiciones de retomar la actividad productiva lo haga. Y no debería hacerlo teniendo solo en cuenta si le cuadran o no los números, que en el caso que nos ocupa de las terrazas de los bares es evidente que no va a ser así. Venimos oyendo hasta la saciedad que esta crisis sanitaria la vamos a vencer ‘ENTRE TODOS’ y, del mismo modo que ha habido un amparo de los presupuestos públicos para trabajadores y empresas, toca asumir ahora a cada uno su responsabilidad a la hora de volver a la actividad productiva.
Por tanto, no debería existir ningún dilema para quien reúna las condiciones necesarias para poner de nuevo en funcionamiento su negocio. Debería asumirlo como un acto responsable y solidario con el conjunto de la sociedad. Una gran parte de la hostelería riojana tiene por delante una dura travesía del desierto y quienes tienen la oportunidad de abrir brecha no deberían interpretarlo como un privilegio, sino como una obligación de prestar el servicio público que representa esta actividad. Los ciudadanos lo demandan y entienden perfectamente porqué no todos están en condiciones de ofrecerlo. No se si, por el contrario, entenderán que quienes sí pueden no lo hagan, incluso en un marco de libre economía. No en vano estamos en un periodo excepcional en el que todos hemos renunciado a una parte de nuestras libertades en aras de un bien mayor, como es la salud pública. Alguna vez deberíamos tener en cuenta que trabajar no solo es un derecho, sino también una obligación.