Hitos y fiascos en la comercialización del vino de Rioja (II)
TEXTO: Javier Pascual / director de La Prensa del Rioja
Decíamos en el primer artículo de esta serie que los datos positivos de la evolución de las ventas de Rioja en 2021 nos podría llevar a incluir este pasado año entre los memorables, ya que parecen marcar la senda de la recuperación de lo que podríamos considerar un trienio negro. Primero fue la gran helada del año 2017 la que congeló las ventas del año 2018 al reducir el volumen de cosecha en más de un 25% y, consecuentemente, tensionar la oferta. La caída de ventas continuó en 2019 contra todo pronóstico y se agravó con la llegada de la pandemia en 2020, acumulándose entre estos tres años una caída total de ventas de 50 M l (millones de litros) respecto a los 284 M l de comercializados en 2017.
Un trienio negro en el que, en opinión de los bodegueros, han confluido diversos factores negativos, como la situación de inestabilidad política y económica en España, así como la incertidumbre de los mercados internacionales, que siguieron lastrando las exportaciones de Rioja. Y por si fuera poco, llegó la pandemia para dar la puntilla. Desde luego, aquella previsión del Plan Estratégico de Rioja 2005-2020 de alcanzar los 300 M l parecía un objetivo alcanzable en los primeros años de ejecución del Plan. Pero no solo no se alcanzó el objetivo, sino que el periodo finalizó con un volumen de ventas inferior al que había al inicio del Plan: 250,8 millones de litros se vendieron en 2005, mientras que en 2020 la cifra final fue de 234,5 M l.
En el balance de ventas del 18 que publicábamos en el nº 227 de La Prensa del Rioja ya comentábamos que, no por esperadas, eran menos preocupantes para las gentes del vino las previsibles consecuencias de una imprevisible helada como la del 29 de abril de 2017. Una merma considerable en la producción de esa cosecha (68 M l menos que en la cosecha 2016) generó un déficit de abastecimiento (34 M l menos que el volumen total de ventas de ese mismo año 2017) que permitía prever una subida de precios de materia prima y una caída en las ventas. El 7,35% finalmente perdido respecto a las ventas de 2017 quedaba lejos de aquella debacle finisecular causada por la gran helada del 99, pero el veterano bodeguero Fernando Salamero, presidente del Consejo Regulador, ya advertía que “la tendencia podía ser preocupante y exigía replantear la estrategia en el mercado nacional”. Pedía expresamente “afrontar con calma un 2019 clave para consolidarse como región líder”, confiando en la madurez del sector y en herramientas como el recién creado ‘stock cualitativo’, las nuevas indicaciones ‘Viñedos Singulares’ y ‘Espumosos de Calidad de Rioja’.
Particularmente frustrante fue un ejercicio como el del 19 que había despertado grandes expectativas pero que llegó a acumular en los primeros meses del año una importante pérdida cercana al 7% que no dejaba de sorprender dentro del propio sector, pues se esperaba todo lo contrario tras la abundante cosecha del 2018. Creímos que disponer de una ‘despensa’ rebosante de existencias de vino del 2018, listo para conquistar de nuevo las estanterías perdidas en los supermercados de Alemania y Reino Unido, permitía ser optimistas respecto a la evolución de las ventas en 2019. Pero tanto nuestro optimismo como los mensajes del presidente del Consejo tratando de inspirar confianza en las herramientas de la Denominación para recuperar las ventas se vieron superados por la frustrante realidad de un ejercicio que finalizó de nuevo con saldo negativo.
La pirueta dialéctica que suponía la valoración hecha desde el Consejo Regulador del nuevo retroceso (“un año de transición para afrontar la nueva década con paso seguro”) no era más que el reflejo del desconcierto originado por unos resultados inesperados que, aun siendo negativos, “suponen una importante recuperación frente a la tendencia con la que se cerró el ejercicio 2018 y los registros que se manejaron durante la primera mitad de 2019”. Vamos, que podía haber sido peor, pues la campaña navideña maquilló el resultado con una importante remontada de las ventas, tendencia positiva que permitía de nuevo albergar esperanzas para afrontar así con un mayor optimismo el año 2020.
Pero el sector del vino no pudo escapar a los efectos de la debacle económica generalizada a la que nos abismó la llegada de la pandemia en marzo de 2020. En el caso de Rioja, el cierre de la hostelería, que canaliza más del 60% de sus ventas, así como la paralización de las exportaciones durante varios periodos hicieron mella, por mucho que este sector no haya sido precisamente el que ha salido peor parado de la crisis.
La recuperación que se ha iniciado en 2021 ha supuesto un incremento del volumen de ventas de 20 millones de l., situando las ventas totales de Rioja en 254 millones de l. Son resultados que, aun siendo positivos, ofrecen un par de motivos para la reflexión. Por un lado, el incremento de las ventas de Rioja ha estado por debajo del aumento del consumo de vino en España (nada menos que seis puntos porcentuales inferior, lo que significa pérdida de cuota de mercado). Por otro lado, otras regiones vinícolas competidoras han tenido un incremento de las ventas hasta tres y cuatro veces superior al de Rioja. En definitiva, los 254 M l vendidos por Rioja en 2021 representan el mismo volumen de ventas que se alcanzó por primera vez en el año 2002. En aquel año la estadística de exportación ofrecía el dato de un precio medio estimado de 4,25 euros por litro, precio medio que en este pasado año ha sido de 5,03 euros litro según la misma estadística. Un incremento que se esperaba fuera mucho mayor, ya que el principal objetivo estratégico de la Denominación en los últimos quince años ha sido el reposicionamiento en el mercado mediante el incremento de valor.
¿Cómo valora la evolución que ha tenido el vino de Rioja el año 2021? ¿Pasará a la historia como memorable o como fiasco? Envíe su comentario a jpascual@laprensadelrioja.com.
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