La Asociación Enólogos de Rioja, que contó con el patrocinio de Tonelería Murúa y la colaboración especial de Bodegas Valdemar, celebró el 9 de marzo, en la Sala Noble de la Bodega Institucional La Grajera, un atractivo Taller de Ensamblaje de Vinos titulado “En busca del perfecto equilibrio”.
Texto: Antonio Egido
La respuesta a esta cita fue tan inmediata que en hora y media se cubrieron las 36 plazas que ofrecía este taller dirigido por Ignacio de Miguel Poch, químico, enólogo y consultor experto en muchas zonas vitivinícolas españolas, que además fue presentado como especialista en composición de vinos por cata.
El Taller tuvo dos partes muy diferencias, en la primera, Ignacio de Miguel hizo un recorrido por su vida, en la que “estudié química aunque no terminé la carrera y me pasé a Enología a través de la Escuela de la Vid de Madrid”, y tras terminar sus estudios comenzó a trabajar en Burdeos para seguidamente ser acogido como enólogo en Marqués de Griñón, “amigo de la familia”, del que aprendió mucho de lo que hoy sabe y experimenta. Ignacio se detuvo en las muchas experiencias que realizó junto a Carlos Falcó sobre el que indicó “que realizaba ensayos locos sobre nuevos vinos aunque al final no consiguiera los resultados que tenía en su cabeza”, lo que no le impedía seguir experimentando pues era “un gran pensador que sabía ser y estar ante la vida aunque siempre fue un mal gestor”, al tiempo de destacar del bodeguero “su libertad, su inconformismo y los riesgos que asumía, sin olvidar su generosidad”.
En uno de los viajes con Carlos Falcó a Burdeos, Ignacio de Miguel conoció y se quedó prendado de la sabiduría del enólogo Michel Rolland del que afirmó que “conseguía hacer magia”. Con él, Ignacio de Miguel se decantó por “el ensamblaje de vinos en cata” que tanto éxito le está dando en la actualidad al poder trabajar en muy diferentes denominaciones de origen.
Tras esta narración del por qué se dedica al ensamblaje o la búsqueda del “equilibrio” de los vinos, el enólogo, tirando de diccionario de la RAE, indicó que prefiere definirse como “componedor o compositor” en el ensamblaje –mejor que coupage– del vino, señalando a los enólogos presentes la importancia que tiene en su trabajo el saber lo que se quiere hacer con las herramientas –uvas y vino– que dispone, dejando muy claro temas como el “uso de uvas autóctonas o foráneas –porque todo es un problema de tiempo y las variedades actuales vinieron de otro lugar hace más o menos años– las transformaciones que está y van a producir el cambio climático que se pueden corregir con lo que Ignacio de Miguel definió como “uvas mejorantes, vengan de donde vengan”, en vez del uso de añadidos químicos o la importancia de la memoria para quedarse con las características de cada vino catado y combinarlos para conseguir el vino que hemos pensado o nos han pedido.
En eso consistió la segunda parte de este interesante taller: partiendo de cuatro vinos de los que no se dieron ninguna información, conseguir un “vino que embotellamos en primavera pero lo comercializaremos en otoño, de carácter internacional, con una salida al mercado de 10 euros pero que debe tener notas de su origen, es decir Rioja”. Y cada equipo compuesto por 6 enólogos, con bolígrafo en una mano y probeta en la otra, comenzaron a hacer combinaciones a la búsqueda del vino solicitado. Para ser justo, el vino que más se acercó al objetivo del taller, tras una cata ciega entre los 36 enólogos, resultó ser, por votación popular y como no debía ser de otra forma, el que elaboró el componedor o compositor del vinos, Ignacio de Miguel.