Ante la disparidad de cifras que ofrece el sector, J·Vigas ha elaborado un estudio basado en normas internacionales para conocer su impacto medioambiental, en el que ha participado el Instituto Catalán del Corcho (ICSuro)
“El sector vitivinícola se pregunta cómo puede ser que las diferentes empresas del sector corchero den cifras tan dispares en su cálculo de la huella de carbono”, explica Raül Vigas, gerente de J·Vigas, quien añade que “esta disparidad tan amplia puede llevar a confusión, incluso provocar suspicacias hacia todo el sector”.
Raquel de Nadal, directora de Sostenibilidad e Innovación de J·Vigas, comenta que “debido a la demanda de las bodegas, distintas empresas del sector corchero han publicado, a lo largo de los últimos años, un valor de huella de carbono de sus tapones, pero sólo desde un punto de vista comercial, y los resultados difieren mucho entre ellos”.
La licenciada en Química con un máster en Ingeniería Ambiental de la Empresa añade: “Cuando en J·Vigas nos planteamos calcular nuestra huella de carbono fue desde un punto de vista de mejora continua y en concordancia con nuestra estrategia de sostenibilidad, siguiendo los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030”.
El tapón de corcho es el cierre más sostenible que existe, por este motivo, la nueva generación al mando de J·Vigas ha querido dar un paso más allá y centrar la estrategia de la empresa tomando la sostenibilidad como el valor más importante y transversal, con el fin de mantener el liderazgo en el sector. Para ello, la empresa ha elaborado un Plan de Sostenibilidad, con el de reducir su impacto medioambiental, por lo que era imprescindible identificar las etapas del ciclo de vida del tapón con mayores impactos ambientales.
Elaboración del estudio
Juntamente con el Instituto Catalán del Corcho (ICSuro) y la consultoría ReMa Ingeniería han elaborado el cálculo de la huella de carbono, en el que se ha analizado el proceso productivo en las distintas sedes de la empresa hasta el final de la vida útil del producto.
El estudio ha sido elaborado siguiendo las directrices de la UNE-EN 14067:2018 -Gases de efecto invernadero. Huella de carbono de productos. Requisitos y directrices para cuantificación- y cumple los requisitos de las normas internacionales de Análisis de Ciclo de Vida (ACV) UNE-EN ISO 14040:2006 y UNE-EN ISO 14044:2006.
J·Vigas ha recopilado todos los datos necesarios, que han sido analizados por ReMa Ingeniería, con la colaboración del ICSuro.
El análisis ambiental se ha llevado a cabo mediante la metodología del ACV normalizada en la serie de normas ISO 14040s. Además, se ha seguido el documento UNE-EN 14067:2018 con el fin de cumplir todos los requisitos necesarios para realizar correctamente el cálculo de la huella de carbono.
El estudio concluye que el proceso de producción de J·Vigas tiene un impacto de 24.07 gramos de CO2 por tapón. “Esta es la cifra que para nosotros es estratégica, porque es donde podemos incidir para reducirla. Poder identificar las etapas del ciclo de vida del tapón con mayores impactos ambientales nos ayuda a impulsar acciones de mejora, optimizando nuestro proceso productivo mediante un Plan de Sostenibilidad”, afirma Raquel de Nadal.
Para conocer la huella de carbono del corcho antes de entrar en el proceso productivo, el ICSuro ha analizado diferentes estudios existentes de retención de carbono de los alcornocales, en concreto los estudios de Montero, G. et al. (2005); Pereira, J.S. et al. (2007); Gracia, C. et al. (2010); Costa-e-Silva, et. Al. (2015) y Spampinato, G. et. Al. (2018).
Dichos estudios proponen cifras de secuestro de carbono de los alcornocales entre -1.9 y 11.0, toneladas de CO2, por hectárea y año. A nivel informativo y para una mayor objetividad, se ha tomado como referencia la media de los diferentes resultados, es decir, -4.8 toneladas de CO2 retenidas por cada hectárea de alcornocal en un año.
Con el fin de obtener un resultado más preciso, el ICSuro ha analizado también los servicios ambientales que representa el sector corchero en relación a los bosques de alcornocales. Se tomó como referencia el estudio de Rives, J. et. al. (2013) que estima que el sector corchero representa el 28% del valor económico de dichos servicios ambientales, por lo que el sector corchero no debería adjudicarse todas las toneladas de CO2 retenidas por los alcornocales sino tan solo dicho
28%. El estudio de Sierra-Pérez, J. et al. (2015) considera que, de una hectárea se extraen de promedio 107 kg de corcho por año (promedio anualizado de un periodo de saca), del cual el 70% es corcho apto para fabricar tapones.
Teniendo en cuenta todas estas consideraciones, antes de entrar en el proceso productivo, cada tapón de corcho para vino tranquilo fija -69.12 gCO2.
Si sumamos esta cifra (-69.12 gCO2) al resultado del estudio del proceso productivo de J·Vigas (24.07 gCO2 ) se obtiene como resultado que cada tapón fabricado por J·Vigas retiene -45.05 gramos de CO2.
“Si tomáramos como referencia los datos de los estudios más interesantes a nivel comercial (las -11 toneladas de CO2 por hectárea en lugar de la media de -4.8, un aprovechamiento mayor del corcho y obviando el porcentaje del 28% de servicios ambientales), el resultado para J·Vigas sería que retiene -380.39 gramos de CO2 por tapón de corcho” afirma Raquel de Nadal. “Sin embargo, consideramos mucho más real la cifra de -45.05 gCO2 porque responde a unos criterios más estrictos a nivel científico, aunque a nivel comercial no sea tan espectacular”, concluye la directora de Sostenibilidad e Innovación de J·Vigas.
“No existe una norma UNE que armonice un método de cálculo para la huella de carbono, por lo que nuestro propósito, más allá de su valor, ha sido desarrollar un cálculo que pueda servir para una futura estandarización, con el objetivo de dar respuesta a la demanda del sector vitivinícola”, concluye de Nadal.