Texto: Ignacio J. Pascual Pelayo / Ingeniero de Telecomunicaciones / Investigador en Ericsson
El pasado mes de enero tuve el privilegio de visitar el Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino (ICVV) y descubrir de la mano de su director José Miguel Martínez Zapater -un anfitrión de lujo- la asombrosa concentración de materia gris, innovación, creatividad y tecnología puntera que atesora este centro de investigación. En apenas una década, el ICVV se ha convertido en la gran referencia de la investigación vitivinícola a nivel nacional y europeo, una aportación de primera magnitud para el futuro de nuestra ‘enoregión’ y para la imagen de La Rioja no solo entre la comunidad científica internacional, sino en el propio mundo del vino.
Este organismo es un punto de comunión científica impulsado por el Gobierno de La Rioja (a través de la Consejería de Agricultura), el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Universidad de La Rioja. Un lugar para la cooperación y colaboración, de las que tan necesitados estamos en un tiempo en que la investigación parece haber adquirido un carácter competitivo impropio de la racionalidad científica y que mide el éxito en base al número de publicaciones.
Las detalladas explicaciones de José Miguel Martínez Zapater sobre los resultados ya alcanzados en varias líneas de investigación, los avances en las investigaciones en curso y los planes de futuro del Instituto, saciaron completamente mi curiosidad. Las fue desgranando con manifiesta satisfacción por los éxitos que ya han empezado a cosecharse, al tiempo que paseábamos por las instalaciones bajo el ruido de fondo de los equipos de laboratorio y las alegres conversaciones entre investigadores.
Desde la perspectiva de mi experiencia como investigador en la sede central de la empresa multinacional Ericsson en Estocolmo, a la que acudíamos a diario unos 10.000 trabajadores antes de que la pandemia impusiera el teletrabajo, no puedo por menos que expresar mi reconocimiento por esa asombrosa concentración de materia gris que suponen el centenar de investigadores con que cuenta el ICVV y, sobre todo, alegrarme de que haya sido en mi tierra, La Rioja, donde se haya creado.
Estoy convencido de que en ese sitio tan apacible en el que se ubican las instalaciones del ICVV, a las afueras de la ciudad de Logroño, el ambiente de armonía, calma y naturaleza que allí se respira resulta sin duda el más propicio para la elaboración de las ‘recetas’ que nos permitan afrontar los retos de un futuro incierto para nuestra región, debido entre otros motivos al cambio climático.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, el gasto en investigación y desarrollo se situó en el 2020 en España en el 1,41% del PIB, lo que supuso un incremento considerable frente a años anteriores, pero todavía muy por debajo de la media europea (2,32%). Además, sólo el 4% de la inversión destinada a la rama de la biotecnología se dedica al sector agropecuario. No me sorprendió que, en estas circunstancias, el director del centro mostrara cierto optimismo por poder contar con algún recurso más para incorporar algún investigador más a través de las becas Ramón y Cajal, aunque sin dejar de lamentar la insuficiente remuneración de un trabajo de tan alta exigencia y con tanta precariedad que los candidatos superan con mucho la edad razonable para esa condición de becarios.
Por todas estas circunstancias, para mí lo más impactante de la visita fue percibir a través de las palabras de José Miguel la gran dedicación y el tesón del personal de investigación, pese a la precariedad de las condiciones laborales, los contratos temporales y la impotencia de los centros para dar permanencia al talento, debido principalmente a la falta de recursos. Sin duda, su principal motivación radica sobre todo en su incontestable pasión por la ciencia y en la convicción de que su esfuerzo contribuirá a un futuro mejor.
Estoy seguro de que, mediante la labor científica que desarrollan, los investigadores del ICVV están ‘plantando los esquejes’ de las futuras ‘cepas’ de Rioja. Unas ‘cepas’ que permitirán a nuestra ‘enoregión’ seguir prosperando y cosechando éxitos. Eso sí, siempre y cuando los riojanos sigamos interesándonos por el progreso científico y animando a la administración a dedicar a la investigación los recursos necesarios para asegurarnos un futuro próspero.