El Descorche
Texto: Javier Pascual, director de La Prensa del Rioja
Concluía un editorial de esta revista publicado en abril de 2005 diciendo que era hora de “sustentar la oferta turística de La Rioja con iniciativas tangibles y no con tópicos convertidos en meros eslóganes promocionales”. Y tangible era la celebración del primer y único hasta la fecha Salón Destino Rioja, al que dedicábamos la portada con el titular ‘ENOTURISMO: la cultura del vino, una oferta seductora para el turismo del futuro’. Estaba ya acuñado desde hacía varios años ese término ‘enoturismo’, que el Ayuntamiento de Aldeanueva de Ebro tuvo la feliz idea de registrar. Además, el Plan Estratégico de Rioja 2005-2020 había definido por primera vez la región como una ‘enópolis’, acertado hallazgo conceptual que ni su autor, Mikel Larreina, ni el director del Plan, Fernando Gómez Bezares, profesores ambos de la Universidad de Deusto, tuvieron la necesidad de registrar.
Con registro o sin él, hemos ido haciendo uso indiscriminado de ambos términos, a los que recientemente se ha sumado el de ‘enoregión’, impulsado desde la esfera política riojana como santo y seña de la nueva legislatura. Aunque en estos tiempos de pandemia todo parece haber quedado puesto en cuarentena, la alusión reiterada al ‘gran proyecto’ -en la nebulosa dos años después- me ha traído a la memoria la misma pregunta que me hacía en aquel editorial de hace tres lustros. Pregunta siempre incómoda en el ámbito de la política, pero que parte de asumir nuestra modesta contribución a esa confusión entre lo tangible y la propaganda, pues desde La Prensa del Rioja nos hemos implicado a fondo en la promoción de esta región como destino turístico vinculado al mundo del vino, incluso cuando la propuesta apenas tenía algo sobre lo que sustentarse.
Nuestro primer ‘especial feria FITUR’, en enero de 1988, destacaba el protagonismo que podía tener la cultura del vino en la oferta turística de La Rioja, muy a contracorriente de lo que creían algunos responsables políticos regionales y el propio sector vitivinícola riojano, que rechazaba la presencia de turistas en las bodegas. Podría decirse que predicábamos en el desierto y vendíamos ‘humo’. Sin embargo, la evolución de la oferta enoturística de las bodegas de Rioja en este Siglo XXI ha permitido situar a la región entre los destinos más demandados. También cambió pronto la visión de los políticos, que incluso nos reconocieron esa temprana dedicación con el Premio al Fomento Turístico que concedió a La Prensa del Rioja el Gobierno regional en 1994. De hecho, ese cambio de visión -que en la política fluctúa tan a menudo entre la oportunidad y el oportunismo- resulta ahora tan ostensible, que nos sigue suscitando la duda y la pregunta incómoda de si, tras esta especie de fiebre pandémica que satura todos los discursos con el prefijo ‘ENO-….’, hay o no hay realidades tangibles. Para muchos ciudadanos, hastiados por la falta de movilidad a la que nos ha condenado la pandemia, practicar el enoturismo este verano será hacer realidad un sueño. Un motivo de satisfacción para quienes lo promocionamos.
Lamentaremos, sin embargo, que los diferentes ‘ENO-proyectos’ que se han venido anunciando acaben siendo el sueño de una noche de verano. A título de curiosidad, en aquel editorial de abril de 2005 comentaba la creación del ‘Centro de la Cultura del Rioja’ impulsado desde el Ayuntamiento de Logroño. Nosotros proponíamos -sin éxito- que Logroño se erigiera en capital de la gastronomía mediante la creación de un centro temático de las artes culinarias y de los productos gastronómicos de calidad. Seguimos sin noticias del CCR, ni las esperamos. Preguntas incómodas.