En pleno corazón de La Rioja Alta, Cordovín se extiende al pie de la sierra de la Demanda en el valle de San Millán, una localidad de tradición vinícola milenaria en un triángulo perfectamente delimitado por los monasterios de San Millán de la Cogolla, Cañas y Santa María la Real de Nájera.
Texto: Antonio Egido / Foto: Julián Ortiz
No obstante, la jurisdicción vitivinícola de Cordovín, es decir las propiedades de sus agricultores, tienden sus tentáculos hasta terrenos de Nájera, Canillas de Río Tuerto y Cañas, pero también hacia las zonas de Alesanco y Badarán.
Los terrenos de esta zona, con una diferencia de 200 metros de altitud entre los más altos –650 metros– y los más bajos –450 metros–, ofrecen también todo un abanico importante de tierras, que van desde las arcillosas a las calizas, lo que implica el cultivo de diferentes viñedos, por lo que nos encontramos tanto garnacha como viura –los dos tipos de uvas con las que se elaboran el producto estrella de Cordovín, que son los claretes– pero además se cultivan tempranillo, tempranillo blanco, malvasía y chardonnay, que convenientemente mezcladas aportan atractivos vinos.
Su clima es mediterráneo con influencias atlánticas, con zonas más secas en la parte de Cárdenas y Azofra y húmedas, las colindantes con Villar de Torre Badarán y Canillas, en donde hay mayor precipitación de agua, si bien los cordovinachos defienden que se encuentran en un microclima con un paisaje por descubrir.
Con 150 habitantes, Cordovín aporta al Consejo Regulador de la Denominación de Origen Rioja, 14 bodegas, en donde la tradición se funde con la modernidad en el uso de la tecnología, lo que proporciona, junto al vino estrella de la zona, técnicas de vinificación desarrolladas con el paso del tiempo, en donde se mezclan uvas de diferentes terrenos, porcentajes y edades de la viña, lo que permite a los vitivinicultores jugar con la maduración de sus uvas y la acidez de sus vinos, dependiendo de cómo venga, meteorológicamente hablando, la vendimia.
El clarete, que es lo mismo que decir Cordovín, es el vino resultante de la mezcla de uvas garnacha y viura –en diferentes proporciones según la bodega que lo elabora y año– prensado directamente con su consiguiente paso a los depósitos donde permanece una, como mucho dos semanas, en una fermentación controlada a baja temperatura, para conseguir un líquido de color piel de cebolla, naranja salmón, limpio y brillante. Su aroma suele ser muy intenso, con sensaciones frutales, toque floral y notas ácidas. En boca es sabroso, muy afrutado, elegante y con equilibrada acidez. Su aguja natural, le aporta viveza y frescor. Entre los 12,5 y los 13º, se recomienda degustarlo entre 6 y 8º C, con aperitivos, entremeses, ensaladas, pescados, ahumados, carnes a la parrilla y quesos.