El mundo del vino a sorbos
Texto y foto: Antonio Egido
He podido aprovechar la semana ‘matea’ para poder salir de Logroño y disfrutar unos días de unas vacaciones que el cuerpo venía reclamando porque hasta este noveno mes del año, no había encontrado la forma de relajarme y dedicarme a la buena vida, que a estas edades se concentra, esencialmente, en disfrutar de la gastronomía, de los vinos que ofrecen las diferentes Denominaciones de Origen españolas, pasear por la orilla del mar o meter horas en la lectura del libro que tiene uno pendiente.
Esta semana ha resultado muy efectiva porque hemos recorrido diferentes restaurantes que por esta parte de la Comunidad Valenciana se están decantando por menús sorpresa, es decir tres o cinco platos cuyos aperitivos son de kilómetro 0 o lo que a primera hora de cada jornada han comprado en el mercado, junto a los arroces y fideuás, a lo que se puede añadir uno o dos platos de carnes y pescados. Incluso en algunos de los restaurantes visitados no hay carta como tal, sino que narran los aperitivos elegidos -por ellos- junto al plato principal que se puede libremente elegir. No es mal sistema, sobre todo para los cocineros creativos porque desde la presentación del plato hasta su degustación, te puedes encontrar con alguna que otra sorpresa agradable.
Junto a estos alimentos están, como complementos, los vinos que como tendencia natural hemos preferido siempre los blancos -así nos lo dictaba el sol que hemos disfrutado y las temperaturas altas-, y en éstos sí que hemos notado: que además de que están excesivamente valorados por el precio que pagas, en algunas ocasiones nos han remitido a otras denominaciones de origen cercanas a esta comunidad como la de Cataluña, en lo que parece un ‘desprecio’ lo que se va elaborando -y bien- en su Denominación, o que en su carta no hubiera este tipo de vinos blancos y semidulces solicitados. Esto nunca sucedería con los restaurantes y bares de La Rioja, que no dudan de poner vinos de la Denominación Rioja, que además son solicitados y requeridos por el prestigio y la calidad que no se consigue en un día, ni siquiera en un lustro… Pero choca que, a la hora de dejar elegir al camarero, no te ofrezca lo mejor de su Denominación de Origen. Para los ‘despistados’, a mí no se me ocurriría -lo mismo me equivoco- degustar unos platos autóctonos con vinos que no se elaboren en su cercana Denominación de Origen. Me parece que a cada uno lo suyo, aunque sepamos que los mil y un vinos que disfrutamos en la rica variedad del Rioja, algunos o muchos de ellos se pueden adaptar a cualquier festín gastronómico.
Cerramos pues esta semana de disfrutar de diferentes sabores, elaboraciones más o menos acertada -no absolutamente todo lo que hemos probado nos ha gustado, aunque sí la mayoría- y además a precio relativamente módico, en torno a los 30-40 euros. Como siempre el subidón de la factura viene de dos apartados: el postre y los vinos. Lo que me llega a la reflexión final de que en un restaurante se acaba convirtiendo en un producto de lujo -craso error porque el vino puede dar ganancias para todos, desde el agricultor al restaurador-, cuando el que conseguimos en los supermercados y degustamos en nuestras casas, tienen un precio moderado y muchas veces, bajo.
Es un tema para reflexionar en momentos de vendimia, que como siempre nada tiene que ver con la anterior o con su histórico: falta de agua, calor, más azúcares y por ello más grado alcohólico… pero la uva que se está recogiendo, presenta unas condiciones vegetativas y sanitarias “extraordinarias”.