El mundo del vino a sorbos
Texto: Antonio Egido
A lo largo de esta última semana se han hecho virales las fotografías nocturnas de los campos con viñas con hogueras aquí y allá. Fotografías en el campo francés, de manera especial en las zonas de Borgoña y Burdeos, pero también en la Denominación de Origen Rioja. Imágenes que nos indican que las heladas pueden ser letales para las plantas y que irremediablemente tenemos que convenir en que el cambio climático sigue haciendo de las suyas.
Por ello le hemos solicitado al buscador las palabras ‘heladas en las viñas’ y los resultados nos aclaran diferentes dudas. En ‘comenge.com’ nos acercan a esta problemática indicándonos que “Las viñas pueden ser dañadas por heladas en primavera, otoño o invierno, pero las consecuencias de estas varían según la estación y la intensidad del frío. Las heladas de primavera suelen ser las más frecuentes y, si bien nunca llegan a producir la muerte de la planta, pueden destruir la cosecha del año. En estas fechas el viticultor no aparta los ojos de las previsiones meteorológicas, pues saben lo que se juega.
Todas las prácticas culturales que se realizan a lo largo del ciclo vegetativo con el fin de que la vid se desarrolle correctamente y elaborar vinos de calidad, puede caer en saco roto cuando la naturaleza no se pone de parte del viticultor. Pero, ¿quién puede luchar contra los designios de la madre naturaleza? Evidentemente, nadie, pero sí es posible llevar a cabo ciertas acciones para minimizar su devastador efecto”.
Por ello, inmediatamente nos hablan de las diferentes medidas preventivas que los agricultores pueden tomar: “Las primeras medidas son preventivas, es decir, antes de la brotación. Una de esas prácticas puede ser el realizar una poda larga, es decir, dejar inicialmente un mayor número de yemas en cada pulgar, rebajando los mismos una vez pase el riesgo de heladas. El desborre (nombre que recibe el inicio de la brotación) empieza siempre por la extremidad de los sarmientos podados, después progresa hacia la base, siendo las últimas en brotar las yemas de la corona –situadas en la inserción del pulgar y el brazo y de la madera vieja- .
Es una manera de inhibir el crecimiento de las yemas que realmente nos interesan, traspasando el riesgo a otras yemas que en cualquier caso deberemos eliminar. Esto conlleva un coste añadido, ya que nos veremos obligados a podar las cepas en dos ocasiones. Esta práctica se realiza frecuentemente en zonas especialmente sensibles a heladas (zonas bajas donde el aire frío se estratifica y estanca).
Otra acción preventiva es atrasar lo máximo posible la poda de invierno. Las podas precoces provocan un desborre más rápido de las yemas conservadas y las exponen a las heladas primaverales. Las podas tardías tienen el efecto contrario, retrasando dicha brotación. Como hemos comentado en numerosos post, todo esto depende de la composición del suelo, de si existe cubierta vegetal, del tipo de poda, etc. En este punto, cada región vinícola del mundo tiene unas características singulares, a lo que es necesario añadir la orientación y pendiente de las parcelas o la variedad de uva.
Sin embargo, en ocasiones la fuerza de la naturaleza es tan devastadora que todas esas labores no son, en absoluto, suficientes, tal y como ha ocurrido hace escasos días en la región francesa de Chablis. Los viticultores, ante el pánico de que las fuertes heladas acabaran con los incipientes racimos, decidieron encender pequeñas hogueras controladas por la noche con el fin de calentar las capas bajas de aire frío donde, aparte, el humo generado actúa como pantalla protectora.
En la gélida noche, otros viticultores pusieron a funcionar aspersores, rociando agua hora tras hora sobre sus viñas, congelándose ésta sobre los incipientes brotes. Este método de protección se basa en el siguiente fenómeno: para que el proceso de congelación suceda, el agua debe ceder calor (el llamado calor latente), que pasará a las yemas brotadas, creando una especie de efecto iglú en torno a ellas. A la mañana siguiente, cuando la temperatura vuelve a ascender, hay que seguir aportando agua para que esta vez el paso de estado sólido a estado líquido no se produzca tomando calor de los brotes -lo cual produciría el efecto contrario al deseado-, sino de nuevo con agua rociada sobre el hielo anteriormente formado. El efecto sobre el viñedo es espectacular. Veremos en el caso de los viñedos de Chablis cuál ha sido el porcentaje de éxito”.
También en ‘campogalego.es’ nos acercan los diferentes ‘Métodos de protección de las viñas ante la helada’, indicándonos aunque con fecha del año 2017 que “Las heladas que hace dos semanas arrasaron buena parte de los viñedos gallegos ponen en evidencia la necesidad de sistemas de alerta meteorológica para los agricultores y de métodos de protección del viñedo. Repasamos los sistemas que se vienen aplicando en Francia en los últimos años.
(…) ¿Qué métodos de protección contra las heladas utilizan en Francia y en Suíza? Realizamos a continuación un repaso por los sistemas de protección directa contra las heladas en viñedo que estos días han vuelto a poner de actualidad los medios de comunicación franceses y suizos.
-Los calentadores o “chaufferettes”: son calentadores colocados entre las filas del viñedo que permiten ganar entre 2 y 3 °C. En muchos casos se utilizan bidones en los que se quema leña o las vides de la poda, aunque en los últimos años también se ha utilizado fuel.
Los calentadores de propano son una alternativa menos contaminante, menos costosa y más fácil de automatizar. Son necesarios unos 150 calentadores por hectárea.
-Las velas o “bougies”. En la actualidad muchos viticultores emplean gruesas velas de parafina colocadas en botes de latón. Es, junto con la aspersión, la técnica más utilizada en Francia, con el mismo fin de elevar la temperatura entre 2 y 3 grados.
Los viticultores encienden las velas cuando el termómetro desciende hasta los 0 grados en un día húmedo o los -2,5 grados en un día seco. Se utiliza solamente en los viñedos más expuestos a las heladas debido al coste de esta operación: unos 10 euros por vela y unas 400 velas por hectárea, que arden durante alrededor de 8 horas.
-El riego por aspersión. Consiste en regar las viñas por aspersión para que los brotes de la vid queden atrapados en una burbuja de agua congelada, evitando así el agua de las paredes celulares de los brotes se congele. Es una técnica delicada pues es necesario que para que no se quemen estos brotes que el proceso de descongelación no sea rápido, por lo que los viñedos tienen que seguir siendo regados hasta la temperatura suba por encima de los 0 grados. Otro de los hándicaps de este sistema es su coste, ya que exige la instalación de un sistema de tubos y aspersores.
-Los ventiladores: con el movimiento de sus aspas, situadas a unos 11 metros de altura, hacen descender el aire caliente para que suba la temperatura de las viñas en noches de helada. Uno de los pocos instalados en Galicia está en la cooperativa de O Ribeiro pero en estas pasadas heladas no se puso en funcionamiento.
-Los helicópteros: en Francia y en Suiza algunos viticultores contratan helicópteros para que, volando a baja altitud -menos de 20 metros- agiten el aire encima de los viñedos, ayudando así a calentar el aire a la altura de las cepas. Una operación de riesgo debido a la escasa visibilidad al alba, y también costosa, pues el precio ronda los 200 euros por hectárea en Francia.
Tal y como señalaban diversos expertos estos días pasados en los medios de comunicación franceses “ninguno de estos sistemas es perfecto, y casi ninguno funciona eficazmente cuando las temperaturas caen por debajo de los 5 grados”.
Nuevos problemas para los agricultores tras todo lo vivido en el año 2020, que a pesar de todo, van a volver a demostrar su profesionalidad, salvando cuantas dificultades se les presenta para conseguir la uva de mayor calidad. Brindemos por ello con un buen vino.
Suscríbete gratis a nuestro boletín.¡Pincha aquí!