Grenaches du Monde es un concurso anual abierto a todos los vinos de garnacha mayoritaria, sin restricción de color, origen o nacionalidad. La inscripción de la edición de 2021 está abierta hasta el 31 de marzo. Después de esta fecha, los vinos se clasificarán, ordenarán y organizarán en series. A continuación, se enviarán y evaluarán en 4 grandes capitales del mundo de la garnacha: Perpiñán, el 26 de abril; Châteauneuf-du-Pape, el 29 de abril; Cebreros en la provincia de Ávila en Castilla y León, el 3 de mayo; y Ascoli Piceno, en las Marcas, el 8 de mayo. Se pueden modificar estas fechas en función de la agenda sanitaria de cada región.

El mundo del vino a sorbos
Texto: Antonio Egido

Hace dos semanas iniciamos la serie de colaboraciones en torno a los vinos monovarietales que se elaboran, y con éxito, en este país. Comenzamos con los vinos elaborados con graciano y toca continuar fijándonos en los vinos de garnacha.

Pero antes de nada debemos conocer algo más de este tipo de uva, que en ‘unbuenvino’ nos indican que “Es la variedad de origen español que mayor superficie ocupa en el mundo​. De hecho, la garnacha es una de las castas más populares a día de hoy en España. Es la variedad de uva española que está en boca de todos.

En 2016 esta variedad ocupaba el tercer puesto en superficie de viñedo en España (6,59 %) a pocas décimas de la Bobal (6,81 %), pero más diseminada que ésta por la geografía española.

Esto no siempre fue así ya que fue una variedad maltratada en el pasado. Durante los 80 y 90, la garnacha fue fuertemente despreciada en España.

La garnacha está resurgiendo a lo largo de todo el mundo, gracias a su sabor afrutado, a sus suaves taninos y su agradable sabor final en boca, lo que la convierte en una variedad perfecta para maridar. Es una variedad originaria de Aragón.

El clima seco y cálido del Mediterráneo es su ambiente propicio. La Corona de Aragón la expandió desde el siglo XII al XVII por todo el arco mediterráneo.

Durante los 80 y 90, la garnacha fue fuertemente despreciada en España. En aquellos años en los que se trabajaba o nada sobre las condiciones de vinificación, tenía mala fama. La de producir vinos bastos, que no aguantaban en botella, con tendencia a la oxidación y que solo valían para mezclar con otras uvas.

Pero es una variedad de lo más versátil. Se adapta muy bien a suelos pobres y aguanta el calor. Además se trata de una variedad muy productiva que incluso puede plantarse hasta los 2.000 metros de altitud.

Ha sido muy bien conservada en Aragón, donde se pueden encontrar vinos monovarietales, por ejemplo en el Campo de Borja. Esta tierra se autodefine como “el imperio de la garnacha”. Allí esta variedad campa a sus anchas que ayudan a que esta variedad se haya hecho popular entre los consumidores.

No en vano, el Campo de Borja atesora entre sus vinos auténticas joyas en las que esta variedad alcanza todo su esplendor. Quizá por ello ha seducido al mercado internacional, con unos caldos de muy definida calidad, complejidad y personalidad.

La garnacha está también muy presente en los vinos de Calatayud y Cariñena, así como en algunos riojas mezclada con tempranillo. También da lugar a muchos rosados de Navarra. Cataluña o Euskadi también son tierras muy aptas para la garnacha.

Las características de la garnacha

Nos encontramos ante una variedad tardía, muy vigorosa y productiva y resistente al viento. Está perfectamente adaptada a los terruños pobres y secos. Generalmente el viñedo se conduce en vaso o cordón. Su poda suele ser corta para poder controlar su vigor.

La garnacha produce racimos grandes, de forma cónica y compacta. Las uvas son de talla mediana con piel gruesa y abundante zumo. Es una variedad tardía que florece temprano.Su fuerte vigor le permite resistirse a los vientos violentos y a la sequía.

Otros nombres para la garnacha son: aragonés, alicante, cannonau, garnaccho negro, garnacha negra, garnacha roja, garnacha, tinta, grenache, tintilla, toledana, uva di spagna.

Los tipos de garnacha

En total hay cinco tipos de garnachas. En primer lugar está la garnacha tinta, seguida por la garnacha peluda, la garnacha roja, la garnacha blanca y la garnacha tintorera o simplemente tintorera.

La garnacha tinta

Nos encontramos ante una variedad tardía, muy vigorosa y productiva y resistente al viento. Está perfectamente adaptada a los terruños pobres y secos. Generalmente el viñedo se conduce en vaso o cordón. Su poda suele ser corta para poder controlar su vigor.

La garnacha blanca

Antítesis de los vinos con carácter atlántico, la garnacha blanca es icono en los vinos blancos con carácter Mediterráneo. Las extraordinarias características propias de la garnacha blanca, como la acidez que le confieren esta compensación con el alcohol.

Pero también el equilibrio en los matices oxidativos tan complejos a la hora de su elaboración y su madurez tardía a pesar del calor, hacen de ella una variedad que no deja impasible a quien la disfruta.

Otras garnachas: tintorera, peluda y roja (o gris)

La Garnacha peluda está producida por mutación de la garnacha tinta. Produce racimos de tamaño mediano y compactos. El grano es más pequeño que el de Garnacha tinta, con más acidez y la piel más gruesa.

Por su parte la garnacha tintorera se trata de un cruce entre la petit Bouschet y la garnacha. Tiene un intenso color rojizo, que en su día resultó muy apto para mezclas.​ Por último, la garnacha roja (o gris) es muy utilizada para coupages.

Las denominaciones de origen de la garnacha en España

En España, la Garnacha llegó a producirse en gran cantidad, llegando a ser la más plantada. Pero esa tendencia que se ha ido reduciendo en todo el país desde finales del siglo pasado.

Ahora ha renacido con fuerza, siendo la variedad característica de denominaciones como Campo de Borja o Terra Alta y estando presente en muchas otras denominaciones de una forma destacada”.

Y ahora vamos a buscar esos vinos que nos recomiendan y que debemos degustar. El enlace lo encontramos en ‘elcomidista.elpais.com’ donde nos recomiendan 10 vinos por menos de 10 euros, seleccionados por Jordi Luque. De ellos nos advierte que “la mayoría son vinos jóvenes y sencillos: la entrada de gama de las bodegas que los elaboran. Pero tienen una relación calidad precio que asombra. Y, la verdad, que sean baratos no los hace menos buenos, quizá al contrario.

El Castro de Valtuille Joven 2018

Es la entrada de gama de la bodega Castro Ventosa, en El Bierzo, de la que forma parte el enólogo Raúl Pérez, un tipo con barba vikinga que está metido en mil proyectos vinícolas porque hace vinos muy espectaculares. Pero que sea la entrada de gama no lo empequeñece: no hay que subestimar al vino más barato de esta lista. Está hecho con Mencía, una uva que da una acidez muy rica, que puede recordar a cerezas y fresas –como en este caso– y también a hierbas. A mí, concretamente, este Castro de Valtuille me huele a menta, pero no como un dentífrico, no. En plan muy leve. Es un vino, cómo decir, fresquito, limpio y muy de dejarse beber.

Precio: 5,90 euros.

Albiker 2018

Nos movemos en la misma latitud, pero viajamos hacia el este, a La Rioja; ay, ese riojita bueno. Este es un vino curioso, o a mí me lo parece, porque mezcla la uva tinta más emblemática de La Rioja, Tempranillo, y la uva blanca más emblemática de La Rioja, Viura, y no es un rosado. Es un tinto. Un tinto que parece una chuche, pero tinto al fin y al cabo. Otra vez estamos con que huele a fresa, frambuesas y esas cosas a las que huelen muchísimos vinos tintos. En fin, está muy bueno porque es de Bodegas Altún y esta gente hace cosas buenas.

Precio: 6,90 euros.

Petit Caus Rosado 2019

Can Ràfols dels Caus es una bodega muy winelover del Penedés, entre otras cosas por su imaginería agro-masónica. El Petit Caus Rosado es una mezcla de Merlot, Tempranillo y Syrah cultivadas de forma ecológica en el macizo del Garraf, conocido porque ahí está Sitges. El único defecto que le encuentro es que para ser un rosado es muy poco rosa. Por lo demás, tiene una cosa a la que los entendidos le llaman mineralidad: si dices que es un vino mineral quedarás muy bien. Recuerda a frambuesas y, adivina, a cerezas.

Precio: 7,15 euros

Blanc de Pacs 2019

Parés Baltà es otra bodega sita en el Penedés. Y es muy graciosa porque ahí nadie se llama Parés ni Baltà de apellido: los propietarios son dos hermanos que se llaman de apellido Cusiné. Y son sus esposas, María Elena Jiménez y Marta Casas, las enólogas. Todo un poco enrevesado a nivel familiar, pero hacen grandes vinos de agricultura biodinámica, que es algo complicada de explicar porque se basa en alineaciones planetarias y principios homeopáticos. Y, sin embargo, funciona. El blanco que nos ocupa es su vino más sencillo. La peculiaridad –es que nada es normal en Parés Baltà– consiste en que lleva las variedades tradicionales del cava –Xarel·lo, Macabeu y Parellada– pero no tiene burbujas, porque es un vino tranquilo. Sabe a flores, a peras y manzanas y es un vinazo, como el resto de referencias de esta bodega.

Precio: 7,50 euros.

Aroa Mutiko 2018

Aroa Bodegas es un proyecto navarro de Vintae, una compañía de vinos que hace ídems en 14 denominaciones de origen. A mí me parece una barbaridad esta demostración de fuerza y poderío pero, bueno, allá ellos. Este lo elaboran con Garnacha, que en Navarra da vinos muy –otra vez– frescos y además es una uva que gusta a casi todo el mundo. Aroa Mutiko lleva el sello eco y también el vegano –para elaborar algunos vinos se usan productos de origen animal, por ejemplo, algunos se clarifican con clara de huevo- y además del aroma a cereza quizá puedas encontrarle regaliz. Si no se lo encuentras, no te preocupes: no es obligatorio. Empina el codo y ya.

Precio: 7,90 euros.

Muga Rosado 2018

Bodegas Muga (La Rioja) define este vino como un “excelente caldo que hará las delicias de tu paladar”. Aunque están en su derecho, porque el vino lo hacen ellos, esto de llamar caldo a un vino es muy antiguo y hasta rancio. Tú no se lo tengas en cuenta: el vino está muy bueno. Es una mezcla de Garnacha, Viura y Tempranillo y a mí me da que es -alerta cursi– como beberse el verano. Me huele un montón a melocotones o a un montón de melocotones. Es un vino facilón como pocos, con una acidez muy refrescante y además es un rosado de color rosa. Eso mola.

Precio: 7,90 euros.

Pardas Rupestris Blanco 2018

Yo no sé por qué este blanco es tan barato. Es que no debería serlo. Pero bueno, es una constante de esta bodega, porque el vino más caro de Celler Pardas (Penedés) no llega a los 30 euros. Señal de que somos un país con la economía deprimida y un primer y segundo sector menospreciados. En cualquier nación desarrollada Pardas Rupestris Blanco costaría el doble, o el triple. Es un vino hecho con Xarel·lo, Malvasía de Sitges, Macabeu y Xarel·lo rojo. Tiene una textura maravillosa y a mí me sabe a peras, melocotones y cosas así. Muy top.

Precio: 8,95 euros.

Enrique Mendoza Pinot Noir 2017

Llegamos a la gama alta de la lista con un tinto que no debería funcionar. Me explico: la Pinot Noir es una variedad borgoñona, esto es, de clima fresco y húmedo, pero Enrique Mendoza es una bodega alicantina. A nivel climático, Alicante y la Borgoña se parecen tanto como Badajoz y Tokio a nivel infraestructuras ferroviarias. Sin embargo, el señor Mendoza –el de los vinos, no el escritor– tiene la habilidad de hacer cosas muy ricas con uvas foráneas –también con uvas locales como la Monastrell, que la borda–. A mí este vino me huele a violetas y frutas rojas. Y queda muy extravagante beber Pinot Noir alicantina.

Precio: 9,90 euros.

El Inquilino Viura 2018

Viña Zorzal es una bodega navarra que mola mucho. Mola por sus vinos nítidos y directos, por el diseño de sus etiquetas y también porque son muy simpáticos –o lo parecen por correo electrónico–. En este caso, molan porque este Inquilino –tienen dos Inquilinos más– lo elaboran en La Rioja y no en Navarra (no es un gran viaje, pero bueno). A mí me recuerda a cítricos y a flores de árbol, de esas que se huelen cuando vas por el campo en primavera. Si vives en una ciudad no tendrás esa referencia olfativa. Es una pena que no puedas vivir en el agro pero, mira, puedes comprarte este vino.

Precio: 9,90 euros

Forlong blanco 2018

Esta es otra bodega enrevesada. No por la relación familiar de sus miembros -son pareja y ya está- sino por el origen de su nombre. Resulta que la finca contiene un pago llamado Forlón en honor de su antiguo propietario, un inglés de apellido Furlong. Total, que cuando Rocío Áspera y Alejandro Narváez se hicieron con la propiedad, para acabar de complicar el asunto nominal, decidieron llamar a su bodega Forlong, palabro que en inglés significa “por mucho tiempo”. Estas cosas solo pasan en Cádiz. Este blanco suyo está hecho con Palomino Fino y Pedro Ximénez, pero no os asuste esta última haters del vino dulce: Forlong Blanco es un vino seco. De hecho, tiene un punto salino y mineral y otro punto como a frutas tropicales. Dos puntos que, combinados, son siempre a favor.

Precio: 9,90 euros

Y eso sí, vamos a brindar no por el día, sino por las semanas, meses y año de la mujer, pues no han faltado en esta sección referencias continuas a ellas, que son parte, importante, del actual mundo del vino. Hoy, con un garnacha, va por ellas.

 

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