El mundo del vino a sorbos
Esta semana queremos poner nuestra mirada en el cine, para solicitar a nuestro buscador la relación que ha existido y existe, entre las palabras vino y cine, conscientes de que no serán pocos los resultados que nos ofrezca nuestro Google. Seguro que damos atractivos títulos de películas que lo mismo nos anima a revisarlas en estos días, con lo que habremos conseguido el inicial objetivo de disfrutar de un agradable vino al tiempo que vemos una película donde los protagonistas tienen en sus manos una copa de vino, aunque en muchos casos, no sepan como se deben coger.
Texto: Antonio Egido
En el blog de ‘bodegainiesta.es’ nos dicen que “A lo largo de la historia son muchas las veces que el vino aparece relacionado con el arte, ya sea en pinturas, figuras, escritos o lienzos. Pero en este artículo, nos centraremos en el vínculo con el “séptimo arte”, la relación entre el vino y el cine han generado grandes momentos para no olvidar.
En el cine son muchos los personajes que se relacionan con un tipo de bebida en específico y muchas veces, esta bebida es una copa de vino. El vino en el cine muestra todo tipo de personajes: bebedores empedernidos, chicas sofisticadas, jóvenes pudientes, etc. y es que, en la mayoría de los films, los personajes se encuentran en el escenario ideal para añadir una copa de vino y darle así un toque sofisticado a la escena.
Os recomendamos una selección de películas que nos han llamado la atención porque su argumento gira en torno al mundo del vino, ya sea porque se grabaron en paisajes vinícolas, porque sus personajes beben vino o simplemente porque el argumento incluye el vino como elemento destacado.
La primera película que os recomendamos, y que está en el primer lugar por méritos propios, es ‘Entre Copas‘. Comedia dramática que consiguió 2 Globos de Oro (mejor comedia y mejor guion) y 5 nominaciones a los Oscar (incluyendo mejor película y mejor director).
Seguimos con otra película de corte actual: ‘Un Buen Año‘. Una comedia que incluye romance y lecciones de la vida rodada en la Provenza francesa y protagonizada por Russell Crowe.
La tercera en discordia es ‘Guerra de Vinos (Bottle Shock)’. Comedia sobre el mundo del vino, que en el festival de Sundance obtuvo muy buenas críticas.
Continuamos con un film francés: ‘Tu seras mon fils‘. Drama familiar centrado en la herencia de la excelencia
Y por último os recomendamos el título ‘Sangre y Vino’ (Blood & Wine). Con las buenas actuaciones de un Nicholson, en su salsa, de una dignísima Judy Davis y la presentación de la entonces promesa Jennifer López, ganándose las lentejas como chacha latina, que eran los personajes que le caían de aquel entonces…”.
Pablo Fernández, en ‘vix.xom/es’ escribe que “probablemente, si pensamos en una asociación entre vino y cine, lo primero que nos viene a la cabeza, desde el punto de vista del consumidor (de lo uno y lo otro), es el estar disfrutando de una buena película en nuestro hogar acompañado de una copa de vino; aunque para alguien más cinéfilo puede ser también recordar la conocida pasión por el vino del renombrado director cinematográfico Francis Ford Coppola, o incluso que esta relación ya fue abordada por un escritor español en el libro “El Cine del Vino”, algo mucho menos probable, de todos modos.
Pero evidentemente la ficción ha incurrido en infinidad de tópicos a lo largo de la historia del cine, y el mundo del vino no es una excepción (si bien es menos frecuente que otras bebidas como el whisky), así que en esta ocasión veremos cómo se ha abordado en algunos films el consumo, elaboración o uso de esta bebida…”.
Vuelve a citar “Un buen año” y “Entre copas” de las que ya hemos hablado por lo que nos quedamos con su tercera recomendación:
“Tuyo es mi corazón”
Y como no queríamos descuidar el período clásico del cine hollywoodense, la última película que tenemos se conoció con el nombre de “Tuyo es mi corazón” en España y originalmente se llamó “Notorious”. Es un clásico del año 1946 dirigido por Alfred Hitchcock, y protagonizado por Cary Grant e Ingrid Bergman. La trama involucra nazis en Brasil, agentes del gobierno estadounidense y trabajos de espionaje, entre otras cosas. Pero es fundamentalmente una historia de amor, el primer intento de Hitchcock de llevar a la pantalla grande una historia de este tipo, generalmente asociadas a un género menor dentro del cine, y está centrada en un triángulo amoroso.
Episodios involucrados con el vino y con una bodega serán desencadenantes de algunas intrigas en el film: durante una cena, un invitado se altera al ver varias botellas de vino; un elemento clave dentro de la trama es una llave, que abre la bodega dentro de la cual algunos secretos se guardan y la protagonista deberá desentrañar, dando lugar a una escena clave dentro de la misma”.
Como tercer enlace, nos quedamos con Begoña Piña que escribe en ‘publico,es’: “¿Bebe usted vino?” Fue lo primero que Luis Buñuel preguntó a Jean Claude Carrière cuando le conoció. Fue en un almuerzo en Cannes en 1963. El escritor le explicó que no solo le gustaba, sino que procedía de una familia de viticultores del sur. Años después, el cineasta le confesó que en aquel momento supo que siempre tendrían algo de lo que hablar si las cosas no funcionaban demasiado bien. Funcionaron maravillosamente bien. “Diario de una camarera”, “Bella de día”, “La Vía Láctea”, “El discreto encanto de la burguesía”, “Ese oscuro objeto del deseo”… Vino y cine o cine y vino.
El cineasta francés Cédric Klapisch, uno de los que primero retrató a la generación Erasmus en la gran pantalla, aprovecha sus conocimientos sobre el vino, heredados de su padre –“cuando empecé a beber, a los 17 o 18 años, me hacía catar sus vinos”–, en esta película, crónica de un reencuentro familiar, en la que la relación entre tres hermanos va madurando en paralelo a la elaboración de un vino durante un año y a los ciclos de la naturaleza. “Mi padre prácticamente solo bebe Borgoña”.
«Ahora me gusta el vino más que nunca»
Bodega familiar y buena cosecha, como en casi todas las películas que han hecho del vino su protagonista: el codiciado caldo de Santa Vittoria tras el que andan los nazis (“El secreto de Santa Vittoria”, de Stanley Kramer), la excepcional botella de 150 años envasada justo cuando pasó por la Tierra el cometa Halley (“El año del cometa”, de Peter Yates), el vino de la Provenza que enamora a Russell Crowe en “Un buen año”, de Ridley Scott… Esas botellas carísimas que vende Jack Nicholson a millonarios en “Sangre y vino” (Bob Rafelson), las bodegas que visita Jonathan Nossiter en su admirable película documental “Mondovino”¸ o las que recorren Miles y Jack (Paul Giamatti y Thomas Haden Chruch) en “Entre copas” (Alexander Payne).
Hay muchas otras y en todas ellas la estrella es el vino, sin embargo y paradójicamente, hay otros momentos del cine, secuencias a veces de unos segundos, donde éste luce mucho más. “Ahora me gusta el vino más que nunca y estoy bebiendo demasiado”, le dice Vito Corleone a su hijo en una conversación en la que le avisa de lo que van a hacer sus enemigos. “Te sienta bien papá”, contesta Michael, que en otro momento memorable de la saga escucha al caporegime Peter Clemenza cómo se hace la salsa para espaguetis. “Dejas que hierva, añades tus salchichas y tus albóndigas, ¿eh? Y un poco de vino. Y un poco de azúcar, ése es mi truco”.
«Alegría, no apurarse»
Con la piel de naranja en la boca para jugar con su nieto y una botella de vino en la mesa, Vito Corleone se desploma. Ninguna duda de que ese tinto es especial, nada que ver con el morapio barato que se pimplan los entrañables personajes de “Le Havre”, de Kaurismaki, en el bar del barrio. Ni Coppola, productor vinícola, ni el cineasta finlandés –“salvo el vino blanco, no hay ninguna razón para vivir”– se han resistido a la tentación del vino en su cine. Y hablando de los grandes, vuelta a Buñuel y a la legendaria cena de los mendigos de “Viridiana” con la botella de López de Heredia sobre la mesa. “Pasa la bota”. Y el vino viaja de unas manos a otras hasta que Don Zequiel tira la copa y al lado, la mujer se moja los dedos en el líquido derramado y se toca la frente: “Alegría, no apurarse”.
«Los placeres del vino»
Fiesta y júbilo, como el que siente el Baco ebrio y danzante de Fantasía de Disney, mientras a su alrededor corren ríos de vino. Inmenso placer, como el de los comensales de “El festín de Babette”, con “sopa de tortuga con vino amontillado, codornices rellenas de trufa negra y foie, reposadas dentro de un volován, con salsa de vino Clos de Vougeot cosecha de 1845 o ensalada de endivias, nueces y lechuga con vinagreta francesa, escoltada por el mismo vino”. O la pura felicidad de la comilona que se preparan en la cárcel los personajes de “Uno de los nuestros”, con botellas de vino acompañando al bistec con salsa de tomate con ajos laminados con una conveniente cuchilla de afeitar.
Son secuencias irresistibles que te hacen ansiar una buena copa de vino o arrepentirte de no tenerla delante, tanto como el gigante John Huston confesó en un momento de su vida: “Si pudiera vivir de nuevo, aprendería los placeres del vino en vez de los de los licores fuertes”.
«Yo nunca bebo vino»
Seña de calidad, de exquisitez, es el vino que menciona Hanníbal Lecter en su espeluznante confesión: “Me comí su hígado con frijoles y un buen Chianti”, aunque desde luego no parece nada saludable. Como no lo es el vino que el vagabundo Andreas –inolvidable Rutger Hauer– bebe en un bar de París y que el espectador ve reflejado en un espejo en “La leyenda del santo bebedor”, adaptación del libro de Joseph Roth que le valió a Ermanno Olmi el León de Oro en Venecia
Aunque ninguno tan nocivo como las copas de vino envenenadas de películas como “La princesa prometida” y su brindis mortal, “Arsénico por compasión” –vino de bayas mezclado con arsénico, estricnina y una pizca de cianuro– o las botellas de la bodega francesa Pommard rellenas del uranio extraído de las montañas de Brasil de “Encadenados”, de Hitchccok. El vino es famoso hasta en las películas en las que se reniega de él. Ni los inolvidables y tristísimos personajes –soberbio Jack Lemmon– de “Días de vino y rosas” (Blake Edwards) beben vino ni Gary Oldam en el Drácula de Bram Stoker que hizo Coppola. La lengua lamiendo la sangre de la navaja de afeitar: “I never drink wine” (“Yo nunca bebo vino”).
Fin.