libros y vino

El mundo del vino a sorbos
Texto: Antonio Egido

Las vacaciones son días, muchos o pocos, para disfrutar, entre otros gustos de la lectura. Por ello nos hemos metido en nuestro buscador para solicitarle que nos seleccione obras literarias que tengan como eje central el mundo del vino y desechando títulos ya suficientemente conocidos, hemos seleccionados libros recomendables pero algo más desconocidos.

La primera web que abrimos es ‘vinocarreteraymanta.com’ donde nos recomiendan estos títulos: “Un jardín entre viñedos. Grijalbo, 2016. El romanticismo a pie de viñedos es ya un clásico. Esta es una historia de amor, traición y sabor costumbrista, que sucede a caballo entre dos escenarios de lujo: los sofisticados salones parisinos de los felices años veinte, y el austero Aragón rural de la época. Si nos gusta cuestionarnos la doble residencia, Cariñena y París, es una buena lectura.

La protagonista de esta novela de Carmen Santos, Solange, debe acompañar a su esposo en su obligada vuelta a España, causada por la muerte de su padre, para asumir las riendas de los negocios vinícolas de la familia, en una situación crítica. Será en tierras aragonesas donde las circunstancias le permitan conocer a su cuñado, por quien no tardará en sentir una complicada atracción.

Vinomics S.A. Norma Editorial, 2018. Sangre fresca para los amantes del vino y el cómic, un maridaje que parecía imposible… hasta ahora. Norma Editorial nos regala un conjunto de cómics que se inspiran en el mundo del vino, al que acercarnos a través de esta serie de piezas cortas que combinan varios géneros narrativos y estilos gráficos, de la novela negra al drama de época pasando por el relato erótico y hasta la ciencia ficción.

Una propuesta artística sin precedentes para una lectura amena que invita a ser devorada en tiempo récord y que, por fin, se olvida de las formalidades rancias que acostumbran a ensombrecer el maravilloso mundo del vino.

¿Te cuento un vino? Libros.com, 2015. Realmente original… No es precisamente una novela, tampoco un libro al uso sobre vinos. Su originalidad lo cuela en nuestras recomendaciones porque sí, porque renuncia a los tecnicismos y al vocabulario experto para hablarnos del vino con la misma cercanía que la bebida propicia.

Con este estilo, nos descubre el lado más humano de este maravilloso producto, tirando de historias, anécdotas y curiosidades que nos invitan a descubrir las rarezas de nuestros vinos y bodegas. Un regalo ideal para expertos, aficionados o quienes apenas empiezan a sentirse atraídos por la fascinante cultura del vino”.

En ‘viajaratope.com’, Manuel Medina nos recuerda obras ya clásicas: “…Y aunque no alimente nuestro cuerpo -y sí nuestro espíritu- nuestra lengua, el castellano, es otra de las grandes riquezas y aportaciones que España ha hecho a la humanidad. Ocupamos el primer puesto mundial en la producción de vino y en castellano han sido escritas las más brillantes obras de la Literatura Universal, ocupando Don Quijote de La Mancha un incuestionable primer puesto. Por supuesto que última afirmación puede ser cuestionada.

Un súbdito de Su Graciosa Majestad podría -y en su derecho estaría- afirmar que el número de ejemplares de «Historia de dos Ciudades», de Charles Dickens, es hasta ahora la obra más vendida (de la obra Cervantina no se poseen datos fiables) o que habría que situar a William Shakespeare en el pódium absoluto de los autores literarios. Y todo ello mientras tintinea una taza de té. No se trata de iniciar debates, pues puede que a poco que nuestro imaginario amigo descorche un par de botellas de buen vino español y desgrane los primeros capítulos de las aventuras del Ingenioso Hidalgo, acabe no sólo cautivo de ambos -vino y personaje- sino que se vaya planteando su jubilación junto al mar que justo ahora contemplo, en lo que redacto estas líneas. Compatriotas suyos son la mayoría de mis vecinos.

Ya se ocupó Gonzalo de Berceo de loar el vino en el primer poema en lengua castellana: «Quiero fer una prosa en román paladino, en cual suele el pueblo fablar con so vezino; ca non so tan letrado por fer otro latino. Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino». El Arcipreste de Hita, con posterioridad, advierte en «El Libro del Buen Amor» de sus excesos en una inmoderada sociedad como fue la medieval. Y pasando por Jorge Manrique llegamos hasta «La Celestina» de Fernando de Rojas, ya a las puertas del Renacimiento, obra que podemos considerar como uno de los más cumplidos elogios dedicados al vino. La vieja alcahueta convierte su jarra de vino en fiel compañero y cómplice interlocutor.

Pasando por Tirso de Molina nos detendremos en Vicente Espinel, que menciona los Vinos de Málaga -refiriéndose a ellos como Pedro Xímenez, primera marca industrial de la que se tiene noticias-. Y también hemos de mencionar «El Lazarillo de Tormes», quien junto al salmantino río que da nombre al pícaro personaje, ahorraba algunos tragos al ciego haciendo valer su ingenio. La lista de autores a citar sería interminable si a nuestros días deseamos llegar. Jamás olvidaré mis lecturas, en los dilatados trayectos ferroviarios durante mi servicio militar, de la mano del detective privado Pepe Carvalho. Manuel Vázquez Montalbán, creador del atípico personaje, puso en sus labios aquella frase lapidaria, posiblemente enhebrada en algún bar de Las Ramblas barcelonesas, ante una copa de Blanc de Blancs: «Hay que beber para recordar y comer para olvidar».

Retroceder en el tiempo antes de finalizar es obligado para homenajear la más universal de las obras literarias en lengua española, «El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha». Miguel de Cervantes hizo que su idealista y cautivador personaje viviera sus más delirantes aventuras en tierras de vinos. Uno de los pasajes más conocidos de la novela, en el que el Caballero Andante libra una lucha -fruto de sus alucinaciones- con los cueros llenos de vino que tenía almacenados el posadero de la venta donde yacía convaleciente de sus delirios, es sin duda uno de los más brillantes episodios literarios jamás narrados. El Bálsamo de Fierabrás, con el que el caballero sana milagrosamente, después de ser «apaleado» por el moro encantado mientras dormía, también hace referencia al caldo de vid como uno de sus ingredientes de la pócima milagrosa junto al aceite, sal y romero.

Y pese a que el Caballero de la Triste Figura no aparece en ningún momento como consumidor de vino -no lo consideraba propio de Caballeros Andantes-, la figura de Sancho Panza sí que aparece mucho más apegada al gusto por el comer y el beber. Recordemos que Don Quijote enviste contra los molinos de viento mientras Sancho caminaba «muy despacio sobre su jumento, y de cuando en cuando empinaba la bota con tanto gusto que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga» y posteriormente, cuando la singular pareja se encuentran con los cabreros, relata Cervantes como «Sancho callaba y comía bellotas, y visitaba muy a menudo el segundo zaque (odre pequeño) que, porque se enfriase el vino, le tenía colgado de un alcornoque».

Es una muy buena combinación para este verano, un buen libro, y una copa con un vino de calidad. Y a disfrutar del tiempo sin hacer casi nada.