El mundo del vino a sorbos

En torno a la fiesta del 12 de octubre es el tiempo de volver al campo, porque hay que observar, hacer seguimiento y sobre todo, elegir el momento para hacer al cosecha de un fruto que está adquiriendo su máxima madurez, para conseguir de esas uvas la mejor de las calidades.

Texto: Antonio Egido

Por todo ello le hemos pedido a nuestro buscador que nos dé resultados sobre la propuesta “el vino y el campo” y como primeras webs nos encontramos a con ‘ferratus.es’ que en un artículo titulado “el vino empieza en el campo”, leemos “Los hombres de campo, los labradores, tienen los pies en la tierra y la cabeza en el cielo. Estos hombres sabios y pacientes trabajan desde el alba hasta al anochecer en labores arduas, a menudo solitarias y con temperaturas muchas veces extremas. Escucharles y tratar de aprender lo que hacen, es apasionante.

La poda durante los meses más fríos del año, cepa a cepa, majuelo a majuelo, deja la vid dispuesta para que en marzo después de la labranza, comience el lloro que anuncia los primeros brotes e indicios del ciclo de la vida de la vid. En primavera, la floración, y tras ella las podas en verde, a veces el deshojado para ventilar y controlar la insolación de la cepa cuando hay exceso de vegetación, y después el desnietado, en el que se eliminan los brotes o “nietos” improductivos. Estas labores meticulosas, no sólo miman a la viña sino que además descargan la vid, en beneficio de la calidad del fruto.

Con el calor llega el envero que tiñe los granos de tonos dorados, rosados y violetas, y la vendimia en verde, una muestra más de la generosidad del viticultor que se desprende de racimos, con el único fin de aliviar en cantidad para ganar en calidad. Ya en septiembre, los muestreos controlan el grado de maduración de la viña, a la espera de la vendimia, donde la sabiduría e intuición del agricultor, con la mirada puesta en el cielo, es esencial.

La recompensa del viticultor será recoger el fruto esperado. La nuestra contar con la mejor uva para nuestros vinos y con la fidelidad y amistad de esos hombres del campo. Para ellos, nuestro apoyo. Brindemos por ello”.

Por su parte en “catadevino” y en un artículo titulado “Los aromas que recuerdan a un paseo por el campo”, nos indican que “un vino con aromas herbáceo es un vino con aromas y sabores vegetales. El exceso de aromas herbáceos no es deseable porque se relaciona con vinos jóvenes toscos o elaborados descuidadamente. Pero  en su justa medida los vinos herbáceos son todo un manjar para el paladar y el olfato. Además tiene todo el poder evocador de la viña y el campo.

Te indicamos algunos de estos aromas:

Tomillo: Proviene del tinol y del carvacrol, también llamado isotimol que se encuentra en la esencia de esta planta, en los vinos se relaciona este aroma con las notas a monte bajo. Aparece en zonas meridionales y mediterráneas, Provenza, Córcega, Languedoc, valle del Rodano y en algunos vinos australianos y de EEUU, en la variedad PX aparece junto al romero y la jara.

Heno cortado: Tiene como base la cumarina, éster cíclico del ácido cumárico, se emplea en perfumería, confitería y para aromatizar el tabaco. Se desarrolla en algunas plantas cuando éstas están secas, da notas de campos recién segados bajo el sol del verano. Es una nota característica en tintos como un “aroma de transición” cuando el afrutado evoluciona a notas de envejecimiento. Algunos Saint- Emilion presentan notas muy sutiles, algún champagne y en España aparece entre otros en el Vega Sicilia valbuena 3º año.

Espino blanco: Pertenece a la familia de las rosáceas como el membrillo, peral y manzano presenta un cierto carácter meloso y almizclado. El aldehído anímico o para-netoxi-benzaldehído es el responsable de este aroma que recuerda un poco a la almendra amarga y al anís estrellado. Esa nota anisada aparece en algunos chardonnay, en particular, en Chablis. Está presente, sobre todo, en vinos blancos, en champagnes, en chardonnay australianos y californianos.

Miel: El aroma a  miel se encuentra en los vinos licorosos surgidos de la “podredumbre noble”, vendimias tardías de variedades como la gewurztraminer, en grandes vinos alsacianos, spätleses, beerenauslesse, trockenbeerenauslese, en los prestigiosos eiswein alemanes y icewine canadienses; en la mayoría de los vinos dulce generosos elaborados a partir de PX o moscatel. El aroma a miel se mezcla con aromas de flores blancas (acacia), verdes (tilo) y amarillas retama) o con frutas como el albaricoque, mango, membrillo y con frutos secos. Dependiendo del vino y su evolución nos podemos encontrar notas de miel fresca o más evolucionada generalmente la miel más fresca se hace acompañar de notas florales o frutales y conforme evoluciona esa fruta se convierte en confitura. Hay blancos secos que desarrollan este aroma es el caso de algunos riesling o moscateles secos y en los mejores chardonnay cuando éstos son bastante grasos. Los aromas a miel proceden del aldehído feniletílico, también puede recordar a la cera de abejas…”.

Y no les contamos más porque el mundo del vino está en estos días volcado en el campo deseando que se den las mejore condiciones para la cosecha de unas uvas que han tenido una extraordinaria evolución. Que la climatología remate los, hasta ahora, buenos augurios.  

Los aromas del vino que recuerdan a un paseo por el campo.

Los aromas del vino que recuerdan a un paseo por el campo.