‘A merced de un dios salvaje’ está ambientada en el mundo
del vino de Rioja
Texto: Antonio Egido y Javier Pascual
Foto: Justo Rodríguez / JPEG Estudio
Conocido que existe un solo cielo, pero que en él cohabitan muchos dioses, el escritor riojano Andrés Pascual ha tejido una novela que, partiendo de lo local, fijando su escenario en La Rioja y de forma muy concreta en el mundo del vino, está cargada de sentimientos universales y pone a todos sus personajes “a merced de un dios salvaje”. “A propósito de este título -comenta el director de La Prensa del Rioja-, sorprende que se pueda invocar como dioses salvajes a Baco o Dioniso, dioses del vino siempre vinculados a la alegría de vivir”. Más que una pregunta para abrir el diálogo, parece un reproche. Relajado tras una exitosa ruta de promoción del libro, Andrés Pascual exhibe su permanente sonrisa de hombre feliz, reflexiona unos segundos y expone sin titubeos una convincente argumentación que apunta al significado más profundo de la compleja trama de su novela. “Baco y Dioniso son dioses bastante generosos, entre otras cosas porque me han dado la oportunidad de escribir este puñado de páginas. Los dioses salvajes tienen otra cara bastante más perversa. A veces pasan desapercibidos pero son los que realmente nos impiden dar pasos hacia adelante. Cada uno tiene los suyos propios y se manifiestan en forma de enfermedades, conflictos laborales, pecados heredados de nuestros padres, o bien bajo el peso de la tradición o el de la religión… Cualquiera de estas piedras que vamos metiendo en la mochila y nos impiden caminar son dioses salvajes. Baco y Dioniso, muy al contrario, nos echan una mano de vez en cuando para que nos demos cuenta de que la vida, sin ser fácil, es más simple de lo que pensamos”.
“Indudablemente los salvajes somos las personas, mucho más que los dioses, y esto hay que trasladarlo a cualquier actividad, dentro y fuera del vino”, corrobora Santiago Frías, director general de Bodegas Riojanas y quinta generación de la saga familiar que dirige esta histórica bodega. Es el bodeguero ‘de carne y hueso’ con el que hemos querido plantear, ‘cara a cara’ con el autor, el análisis de la novela, sus escenarios vitivinícolas y sus personajes más o menos imaginarios. Responde Andrés Pascual que “las cosas tremendas que ocurren en esta novela, recalan en el universo vinícola porque yo las he situado ahí, pero podrían darse en cualquier otro escenario”. Aunque está convencido de que “algo tan maravilloso y tan mágico como es el vino no puede generar por sí mismo algo insano, algo que no sea saludable para el alma”. “Somos nosotros los que minamos nuestro propio camino”.
Preguntamos al autor si cree que las gentes del mundo del vino muestran comportamientos tan pasionales en la vida real como en la ficción. “En todas las empresas que se van trasmitiendo de generación en generación -el mundo bodeguero es tradicional en este sentido-, lo normal es que afloren una serie de pasiones que se han ido enquistado. De manera seguramente inconsciente, he descubierto que en estos universos bodegueros que tienen un poso de tradición y un pasado que aporta cosas maravillosas, heredas el buen hacer del vino, pero también las cuentas pendientes. Y este libro habla de eso, de cuentas pendientes, de culpas, en el sentido de que para seguir caminando firme hacia adelante no podemos llevar ninguna rémora”. Nadie mejor que Santiago Frías conoce de primera mano lo que representa el relevo generacional en una gran empresa bodeguera, sus ventajas e inconvenientes. “Es verdad que se heredan las filias y las fobias en los negocios que son de larga trayectoria -reafirma-, especialmente en La Rioja, donde llevamos más de quinientos años haciendo vino y generando riqueza, problemas, odios, amores…, todo lo cual se refleja muy bien en la novela”.
“El vino en La Rioja no solamente se bebe, también se vive”.
Como un torrente, con igual fluidez expresiva que su narrativa, con la aparente sencillez de un lenguaje muy bien trabajado, Andrés Pascual nos conduce por el universo interior de ‘A merced de un dios salvaje’ y sus claves interpretativas. Tras recorrer con sus novelas anteriores los escenarios más lejanos y exóticos del mundo, ha vuelto a los orígenes, su tierra natal, para convertir en fuente de inspiración y materia prima narrativa sus paisajes, sus pueblos, sus paisanos e incluso sus propias experiencias en el ejercicio de la abogacía, que durante veintidós años le mantuvieron en permanente contacto con las gentes del vino, en su mayoría del ámbito rural. ¿Necesidad de volver la mirada sobre la propia tierra?¿Se valora mejor desde la lejanía lo que tenemos en casa?
“No he escrito una novela sobre La Rioja, sino ambientada en La Rioja, un escenario riquísimo en todos los sentidos. Como bien decías, la novela me ha dado la posibilidad de contemplar mi tierra desde la distancia, ya que el caos cotidiano y la rutina no nos deja ver que todo lo que tenemos delante es único y que nada es mejor ni peor. En los universos pequeñitos, como nuestros pueblos, aunque no lo sepamos, estamos todos conectados por las raíces y lo que hacemos afecta a los demás. Tendemos a enterrar aquello a lo que nos da miedo enfrentarnos, sin darnos cuenta de que así los conflictos no se desvanecen, sino que se necrosan. Cuando salen a la superficie, como ocurre en el libro, los conflictos estallan y se llevan por delante todo lo que encuentran a su paso”.
Manifiesta Santiago Frías su total acuerdo con Andrés Pascual respecto a que en La Rioja se vive el mundo del vino de una forma absolutamente distinta al resto de España. “Aquí todos tenemos amigos, cuñados, primos, vecinos que trabajan en bodegas o que están vinculados al vino y esto lo puede todo. Así por ejemplo, San Vicente de la Sonsierra es un pueblo absolutamente entregado a las bodegas y al viñedo, al igual que ocurre en otras localidades, por lo que la economía del conjunto de la región se resiente del palpitar del vino, como puede comprobarse los años en que se paga bien la uva, que los concesionarios de coches tienen un gran ejercicio”.
El escritor remata con una frase que dejará huella: “el vino en La Rioja no solamente se bebe, se vive, y forma parte tanto de las grandes celebraciones como de lo cotidiano”. “Las bodegas me ofrecían la posibilidad de fundir el paisaje idílico vitivinícola de La Rioja Alta con el dramatismo del thriller: por arriba todo sofisticación y belleza, y en las profundidades los calados, el silencio y la oscuridad. Representaban el cielo y el infierno dentro del mismo personaje, porque al final la bodega se convierte también en un personaje del libro. En todo caso, si he llamado ‘Las Brumas’ a la finca es porque los seres humanos estamos llenos de zonas intermedias, nadie es un monstruo o un santo y dentro de nosotros hay mucho más de lo que ofrecen los estereotipos. Por primera vez he profundizado hasta lo más recóndito de las almas de cada personaje, y en vez de resultar más complejo, es perfectamente reconocible porque todos estamos hechos de la misma pasta. Lo esencial es lo más universal y eterno pues todos, al fin y al cabo, tenemos las mismas emociones, las mismas pasiones”.
Visibilidad para el ‘Síndrome de Dravet’
Andrés Pascual, cual verso libre entre viñedos borrascosos, bucea permanentemente en el terreno de las emociones, demostrando una sensibilidad que parece más próxima al universo femenino, lo que tal vez explique su mayor éxito entre las lectoras. La abogada Mencía es un personaje de la novela que quizás represente el ‘alter ego’ del autor. “Sí, por la forma de sentir el Derecho, de enfrentarse con naturalidad al día a día, no quitándole importancia a los asuntos, pero quitando hierro a las cosas. Hurgar en el alma, en lugar de en un tomo de Aranzadi, es también muy saludable”. Andrés ejercía de abogado de familia, pero también de sicólogo y confesor al mismo tiempo. De ahí el toque de costumbrismo que hay en la novela. “No me podía perder ni una de las cosas que yo he escuchado. Me contaban los miedos, las frustraciones, los sueños, muchos de ellos rotos, que les habían conducido al conflicto jurídico que se dirimía, por lo cual dejaban de considerarme el abogado para empezar a hablarme como si fuera el psicólogo o el cura. Sin darme cuenta durante 22 años iba llenando mis bolsillos de experiencias que me han servido hoy para dotar de profundidad a los personajes de la novela”.
‘A merced de un dios salvaje’ pone el foco sobre una enfermedad rara llamada el ‘Síndrome de Dravet’, que Andrés Pascual conoció por casualidad precisamente en una viña. “Me enteré de que el Raúl de carne y hueso, el que definitivamente inspiró al Raúl de la ficción, padecía esta enfermedad que produce una epilepsia terrorífica y que no cuenta con dinero para su investigación. Me pregunté lo que seguramente se pregunta todo el mundo, ¿cómo es posible que una persona viva con un dios salvaje semejante? Y comprendí que los padres, madres, hermanos, familiares y amigos de aquellos que luchan en el reino de la tormenta, como ellos llaman a esta enfermedad, eran capaces de seguir viviendo sin hincar la rodilla ante este dios salvaje, porque no son esclavos ni del pasado ni del futuro, como nos suele suceder a muchos humanos. Viven el presente en plenitud. Me pareció fascinante no solamente para la novela sino para la vida en general”. Andrés traza un paralelismo con el heroísmo cotidiano de las cepas del Rioja, que en un suelo pobre y muy duro de trabajar dan un vino excelente. “Este heroísmo me conmovía y por eso lo convertí en el pilar de la novela, que trata de gente que no se doblega ante su destino y que no mira cuánto tiempo le va a costar alcanzar la meta. Simplemente se preocupa de estar siempre caminando hacia ella. El alma de esta novela es sin duda la luz que desprende Raúl (el de carne y hueso) y su familia”.
Satisfecho por la respuesta de sus lectores, Andrés Pascual está seguro de que habrá saga riojana. Además una productora de televisión francesa y otra española han mostrado interés por convertir la novela en película. Acudimos a nuestras memorias para recodar el mundo del vino en series televisivas como “Gran Reserva” y “Falcon Crest”, o libros como “La bodega” de Noah Gordon. Apostilla Andrés Pascual que hay varias novelas que han trabajado muy bien el romanticismo del vino y alguna referida a las sagas familiares, pero que la suya es muy diferente porque echa la mirada atrás desde el presente, entendiendo esa realidad generacional. Algo que le parece mucho más clarificador que recrear un recorrido histórico a lo largo de varias generaciones de una familia.
El crianza, su favorito
¿Una palabra para definir el mundo del vino? El escritor elige la palabra ‘equilibrio’ “porque es fundamental no solo para construir una catedral, sino para construir nuestra catedral interior”. Equilibrio entre modernidad y tradición, oferta y demanda… Quizás por eso los vinos de crianza de Rioja, redondos y aterciopelados, son sus favoritos. De tempranillo, por supuesto, aunque también disfruta de las garnachas. “Sin ser un experto, el vino que más disfruto es el que siento que está perfectamente equilibrado”, asegura Andrés Pascual. “¡Es que no creo que haya que ser un experto para disfrutar del vino!”, le responde raudo el bodeguero. “Cuando me preguntan cuándo disfruto más de un vino, yo suelo decir que en cualquiera momento, porque el vino nos ayuda a relacionarnos, nos ayuda a disfrutar de la comida y nos ayuda a disfrutar también de un buen libro. Estar en casa relajado, leyendo un libro, con una copa de vino en la mano… es un gran placer”.
Perfecta sin duda la armonía entre la literatura y el vino, como reflejaba aquel eslogan de los libreros riojanos (“un libro y un Rioja, el placer de la cultura”). Y muy acertada la elección de un concepto como ‘equilibrio’ que, más allá de las características del propio vino, resulta clave en la configuración y evolución del sector vitivinícola riojano. “Es un concepto clave en esta Denominación -corrobora Santiago Frías-, que nos diferencia de otras zonas vinícolas y que también está en la base del equilibrio social que caracteriza al conjunto de la sociedad riojana”.
Reportaje publicado en el nº226 de La Prensa del Rioja