Un estudio del departamento de Nutrición de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Ariel (Israel) proporciona nueva información sobre la interacción entre la genética y el estilo de vida en la obesidad.
El estudio analizó 5.824 adultos israelís, con una edad media de 55 años, un 54% de ellos con un índice de masa corporal (IMC) ≥ 30, en los que se valoró la relación entre la predisposición genética a la obesidad medido con un score genético de 8 genes (SNP) con probada relación con la obesidad y aspectos habituales del estilo de vida. Como era esperable, se objetivó que una mayor predisposición genética se correlacionaba con un mayor IMC y un mayor riesgo de obesidad. Asimismo, se observó que el riesgo genético se correlacionaba también con los factores de riesgo ambientales como el sedentarismo, el consumo de bebidas azucaradas y los malos hábitos alimentarios, es decir, que había mayor grado de obesidad cuando había más hábitos de riesgo y mayor predisposición genética. La actividad física reducía significativamente el riesgo de obesidad en todos los niveles de riesgo genético.
La investigación también evaluó el impacto que podía tener el consumo de vino con estos factores. Así, se observó el consumo moderado de vino estaba inversamente relacionado con el riesgo de obesidad, para cualquier riesgo genético. Esto sugiere que el consumo moderado de vino podría mitigar el impacto del riesgo genético en el IMC.
Estudios anteriores ya habían descrito un menor riesgo de obesidad entre los consumidores moderados de vino y este estudio viene a corroborar esta hipótesis.
La Fundación para la Investigación del Vino y la Nutrición (FIVIN), entidad que analiza todos los estudios que analizan el consumo de vino y la salud, entronca este estudio entre los que describen un efecto beneficioso del consumo moderado de vino. Sin embargo, destaca que no puede interpretarse que los resultados induzcan a recomendar el consumo moderado de vino para prevenir la obesidad, ya que es una asociación y no una relación causal, pero sí que su consumo puede aportar un cierto nivel de seguridad en este contexto.
El estudio ha supuesto un paso importante hacia una mejor comprensión de la obesidad y posibles vías de investigación futura, así como el posible papel protector del consumo de vino.
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