El mundo del vino a sorbos
Texto: Antonio Egido
Cuenta la historia o leyenda de esta canción infantil -que muchos habremos escuchado y cantado en nuestra infancia- que indica en su primera frase “Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva”, que tiene su origen en el pueblo castellonense de Altura. Allí se encuentra la Cueva Santa, que alberga en su interior la capilla de una Virgen desde el siglo XVI. En 1726 una enorme sequía general en la Comunidad Valenciana puso en peligro las cosechas. Los labradores del lugar fueron a rezar a la Virgen de la Cueva, y al día siguiente llovió en abundancia.
Y nos ha venido a la memoria infantil porque, como ocurría hace cerca de 300 años, ahora mismo, una de las preocupaciones que tienen los vitivinicultores es el tema del agua o la nieve, que en este invierno del 2021/2022 es protagonista, precisamente, por su ausencia. Lo avalan los expertos, como leemos en ‘eltiempo.es’, en una información firmada por Mar Gómez, en la que narraba que “la ausencia de lluvias en España comienza a ser realmente preocupante. Desde Reyes no tenemos lluvia generalizada en nuestro país, más de un mes sin apenas una gota. La consecuencia: embalses al 44,6 % de su capacidad (según los últimos datos), empeoramiento de la calidad del aire y formándose un peligroso “caldo de cultivo” para los incendios de las próximas temporadas. La mirada está puesta en la sequía en España, un país que aumenta su extensión de zonas áridas, y uno de los más vulnerables al impacto del cambio climático, sobre todo en algunas zonas ya calificadas como “rojas” por la gran huella que deja en ellas las sequías, las inundaciones, las severas olas de calor, las entradas de calima o la paulatina subida del nivel del mar”.
Y lo triste es que esto es algo generalizado en toda España, por lo que muchos califican la ausencia de agua, vientos o incluso nieves, cuando correspondía por su época del año, como “buen tiempo”, no piensan en el mundo del campo, que necesita de su reserva de agua en la tierra, para que la evolución de los cultivos, y por ello de la vid y sus viñas, sea el que corresponda a un año normal. Mucha normalidad para este año no se presenta.
Si nos fijamos en la principal Denominación de Origen de España -tanto en el mercado interior como en el exterior- es decir Rioja, los servicios meteorológicos indicaban que los litros recogidos por metro cuadrados en la Denominación han sido mínimos, pues desde el 10 de enero no ha caído ni una gota lo que convierte a este mes de 2022 en el más seco de los últimos 29 años y lo que es peor parece ser que los expertos en climatología no ven en los mapas de proyección, lluvia, indicando que el anticiclón no termina de irse y si llegan algunas nubes no descargarán.
A lo que debemos sumar, las temperaturas que estamos teniendo en los últimos meses, caracterizadas por mucho frio por la mañana, pero luego calor al mediodía. Temperaturas pues muy extremas y que van a marcar tendencia para los próximos años. Por lo menos, los pantanos riojanos acumulan el poco agua que les llega y están en torno al 60 % de capacidad, permitiendo que las reservas hídricas se mantengan, si bien vamos a evitar comparaciones con otros años, que nos siguen demostrando que el cambio climático ya nos ha llegado y muchos no se han enterado.
Así pues, ya estamos metidos de lleno en lo que desde hace años algunos presagiaban como ‘el cambio climático’, al que muchos, negacionistas de pro, no atendían, cuando les producía mofa. De hecho hemos recuperado un titular de Bodegas Torres, uno de los pioneros en lanzar alarmas sobre este asunto que indicaba: “Adaptación, conservación e innovación conforman la trilogía estructural sobre la que se sustentan las acciones y proyectos que Familia Torres promueve y activa desde 2008, englobados en el programa Torres & Earth, con el fin de atajar el impacto de los efectos del cambio climático que penden sobre la vid y su devenir futuro”. Es decir ya estaban trabajando en lo que iba a suceder 14 años después, tratando de realizar una serie de acciones que, en 2022, son una realidad.
Por ello cantemos, conjuntamente, con o sin fe, aquella canción infantil para ver, si tiene algún efecto en lo que ya es una petición mayoritaria:
Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva.
Los pajaritos cantan, las nubes se levantan
Que sí, que no, que caiga un chaparrón
con azúcar y turrón.