El mundo del vino a sorbos
Texto: Antonio Egido
Ya lo siento, pero no me extraña nada, absolutamente nada, lo que está ocurriendo en los campos y bosques de España. Es decir, los fuegos, que en estos días se extienden por diferentes poblaciones de Galicia, Castilla y León, Aragón o La Rioja, pero sin olvidar Cataluña o Andalucía… No oculto que el cambio climático ha llegado -sin que muchos se dieran cuenta o no pusieran remedios previos- y las temperaturas que soportamos durante aquella semana infernal de junio y que estamos, también, intentando aguantar en este julio de 2022 son excesivamente altas. Pero no debemos fijarnos solamente en este detalle.
Recuerdo de mi infancia, allá por la lejana localidad de Béjar, en el provincia de Salamanca, donde los niños de entonces disfrutábamos de una naturaleza que nos rodeada, que nos atraía y en la que nos sumergíamos, estaba perfectamente cuidada por las actividades del hombre, es decir fijar y tener limpios los cortafuegos, que para eso existen. Sin olvidar los efectos de los animales, que convertían su comida en un efecto de limpieza. Pero con el paso del tiempo, tengo la impresión de que por mucho hablar de lo ecológico, parece que estamos olvidando estas funciones importantes realizadas durante el otoño e invierno, para no sufrir lo que nadie deseamos en primavera y verano. Incluso las inversiones de los diferentes presupuestos de pueblos y comunidades, no parece que marquen una defensa real de lo ecológico, palabra que está en boca de muchos políticos pero que no veo que la entiendan en toda su extensión. Por no recordar que, tanto antes como ahora, no nos acercamos al campo con el deseo de protegerlo, sino que allí nos encontramos de todo, desde latas a botellas de plástico que deberíamos llevárnoslas a casa, y no dejar el campo convertido en una basura continua.
Y ojo, tampoco debemos olvidar que en unos meses llegarán las lluvias lo que derivará, inmediatamente, en unos ríos cargados de agua. Si la evolución de este cambio climático sigue el camino marcado, espero que en unos meses nadie nos diga que la llegada nos sorprenderá con sus lluvias muy concentradas, en algunos puntos, y que aportarán miles de litros extras a nuestros ríos, como ya ocurrió el año pasado y que supusieron los desbordamientos e invasión de tierras… ¿O hemos olvidado lo que ocurrió el año pasado? Este periodista, en diciembre del año pasado, ya apuntaba en esta misma sección que “Y llegó la gran riada del río Ebro del año 2021, que no podía despedirse con peores presagios -sin tener que recurrir a los datos de la pandemia de la COVID-19- y llegaron, claro, los políticos para intentar dar solución al tema. Una riada que ha arrasado de forma radical con diferentes plantaciones sin que faltaran los anegamientos de las viñas en unos momentos tan delicados como es la de la poda, que sirve para preparar el campo cara a la próxima vendimia. De hecho, es el primer acto que hay que realizar en el campo para sentar las bases de un buen desarrollo anual, teniendo siempre en cuenta la climatología.
El presidente del Gobierno español, junto a la presidenta de La Rioja, la delegada del Gobierno y el alcalde de Alfaro, visitaron durante no más de 10 minutos, otros medios apuntan los 8 minutos, para anunciar que en Consejo de Ministros se iba a aprobar la declaración de las áreas dañadas por el temporal como zonas gravemente afectadas por una emergencia de protección civil indicando que “el compromiso del Gobierno de España para paliar cuanto antes, de forma inmediata, los efectos del temporal”. Como así ocurrió en la consiguiente reunión en Madrid”.
Dice el refrán que es “mejor prevenir que curar”, pero ¿qué estamos haciendo ahora para evitar lo que llegará? Tengo la impresión de que muy poco, como en el caso de los fuegos. Mucho sonrojo debería dar al autoproclamado ecologista, si no nos adelantamos lo que pueda venir… ¿Estamos actuando para evitarlo?