Foto: La Rioja Turismo

El Descorche de La Prensa del Rioja
Texto: Javier Pascual

El mundo del vino tiene muchos frentes abiertos, en los que se dirimen auténticas batallas, que poco o nada tienen que ver con la folclórica ‘Batalla del Vino de Haro’, en la que esta el 29 de junio varios miles de ‘contendientes’ contribuyeron a la recuperación del equilibrio en el sector del vino empapándose mutuamente con otros tantos miles de litros. Además de esa ‘batalla’ por aliviar unos excedentes generalizados en el mundo del vino, que está conllevando medidas extremas como el arranque de viñedo en Burdeos o la destilación de vinos en España, la sempiterna ‘batalla’ por la calidad de los vinos resulta, sin lugar a dudas, clave para encauzar las soluciones a todos los demás problemas.

Consciente de ello, el Consejo Regulador de la DOCa Rioja no ha cejado en el empeño de seguir dando vueltas de tuerca para garantizar la calidad de los vinos de Rioja que un consumidor puede encontrar en el mercado. Era un motivo de preocupación para las bodegas ya antes de que se creara la Denominación de Origen, como podemos ver en las propias etiquetas de los vinos embotellados, y pasó a ser un objetivo prioritario después de dicha creación de la DO y su Consejo Regulador hace un siglo.

No obstante, es preciso puntualizar que, a pesar de las muchas vueltas de tuerca que se llevan dadas, el Consejo aprieta, pero no ahoga, con su sistema de garantías. Es un sistema que se ha ido adaptando en cada momento no solo a los objetivos que se perseguían, sino también a los recursos disponibles para ello. No todo es cuestión de voluntariedad. La tecnología ha contribuido mucho en este sentido, como lo demuestra la Estación Enológica de Haro con la utilización de la resonancia magnética para comprobar la autenticidad de los vinos. Pero la tecnología tiene un precio y ofrecer un sistema de garantías muy completo no es barato. Por ello, mantener un operativo de control de calidad tan costoso y complejo en su ejecución requiere una clara justificación: que el producto sea de valor. Si no fuera así, sería como matar moscas a cañonazos. La inversión debe repercutir en la percepción del vino de Rioja por parte de los consumidores como un vino capaz de ofrecer las máximas garantías de calidad y, por tanto, en la convicción de que vale la pena pagar más por él. No hay bodeguero que en alguna ocasión no manifieste alguna queja por la presión inspectora del Consejo, del mismo modo que todos coinciden en deplorar la existencia en el mercado de vinos de bajo precio y dudosa calidad que no deberían ostentar el sello de calidad de Rioja. Evitar la incidencia negativa que estos vinos tienen sobre la percepción del vino de Rioja como un vino de prestigio, requisito para crecer en valor, exige asumir un mayor rigor en el control de calidad de los productos en punto de venta. En un mercado libre, no está en la mano del Consejo Regulador intervenir en los precios de venta. Pero sí puede elevar las exigencias de calidad, que permitan retirar esos vinos del mercado y pongan muy difícil a las bodegas mantener esos vinos en los segmentos bajos de precio.

Los riscos de Bilibio, frontera entre las tierras burgalesas de Miranda de Ebro y las tierras riojanas de Haro donde se erige la ermita de San Felices, han acogido la denominada ‘Batalla del Vino’, como cada 29 de junio, festividad de San Pedro Apóstol. Es una de esas tradiciones vinculadas a la disputa por las propiedades que secularmente han mantenido los pueblos vecinos, generación tras generación. Una disputa simbolizada por ermitas fronterizas como la de San Felices, discípulo de San Millán, cuya celebración adquirió a partir de los años ochenta un nuevo papel directamente relacionado con la promoción de los vinos de Rioja. El impacto de un espectáculo tan llamativo en todo el mundo a través de las retransmisiones televisivas y reportajes en medios generalistas, lo han convertido en un atractivo recurso enoturístico al que asisten cada año varios cientos de visitantes para darse el gusto de utilizar el vino como munición con la que empapar externamente a cuantos se cruzan en su camino. Una singular ‘batalla’, mucho más divertida y menos cruenta que algunas de las que se juegan en el negocio del vino.

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