El mundo del vino a sorbos
Texto: Antonio Egido
No deja de sorprender, a los que visitamos los campos de viñas que, de pronto, nos encontremos con flores especialmente plantadas. Le hemos lanzado a nuestro buscador la pregunta ¿Flores en las viñas? y las respuestas que hemos conseguido son, como siempre, muy acertadas.
En ‘lavanguardia.com’ nos indican ¿para qué se plantan rosas en las filas de viñedos?, indicándonos “¡Qué imagen tan pictórica y característica! Rosales plantados en los bordes de los viñedos que embellecen aún más, si cabe, el bucólico paisaje en primavera. ¿Acaso el viticultor se ha emborrachado de amor e intenta seducir secretamente a algún transeúnte? La rosa y la vid son plantas que de algún modo están relacionadas. Carlos Linneo, el famoso botánico, zoólogo y naturalista sueco publicó la primera jerarquización o taxonomía de las plantas en 1735 (systema naturae) y las emparentó en una misma clase: las magnoliopsida. Rosas y vid son primos lejanos y comparten algunas características en sus raíces, en la forma de sus hojas, en el crecimiento de la madera del tallo o en la disposición de los vasos que transportan el agua y los nutrientes por el interior de la planta.
Ambas son muy sensibles a los ataques de los hongos, especialmente a la enfermedad del oídio que se desarrolla entre los 5 y 35 ºC durante la primavera. Los viticultores combaten este hongo con aplicaciones de azufre, en lo que es una estampa característica desde que los pámpanos de año empiezan a crecer.
Rosa viña
Se comenta que las rosas sirven para detectar los primeros ataques de oídio, ya que son unas plantas mucho más sensibles a este hongo, que su función no ornamental pues marcan el inicio de los tratamientos de azufre. Sin embargo, lamento estropear el momento, esta idea de funcionalidad es más mito que realidad. El tipo de hongo que ataca a una u otra planta es diferente: podosphaera pannosa para el rosal y uncinula necator para el viñedo. Por tanto, es útil como señal de alerta pero un rosal puede enfermar sin que la vid haga lo propio.
Comentándolo con un habitual de este consultorio, el catedrático en viticultura por la Universidad de La Rioja, Fernando Martínez de Toda, sostiene: “la función del rosal es ornamental, la posibilidad de anticipar enfermedades es anecdótico, ya que si se utilizara con este fin se debería plantar entre viñedos”. ¡Al final resultará que los viticultores tienen un grado de sensibilidad y romanticismo que no percibíamos!”.
En ‘murielwines.com’ nos indican que “El viñedo de Conde de los Andes acoge un rico cortejo floral” y nos señalan que “El mes de julio ha traído una explosión de aroma y color a las viñas altas de Briñas. De sus cepas, la mayoría de más de 50 años, salen los vinos de Conde de los Andes. Y en verano, esas vides se rodean de un cortejo floral de lo más diverso y vistoso.
El viñedo se extiende formando un mosaico sobre un vallejo a los pies del monte Toloño. La orientación general es hacia el sur, por lo que la vegetación de estos lugares serranos muestra una adaptación modélica a la marcada aridez estival. En las estrechas franjas agrestes que separan las parcelas y, por supuesto, en las laderas de la sierra, abunda el matorral mediterráneo: la resistente coscoja, los tomillos y romeros de tronco leñoso y duro, las aliagas siempre a la defensiva…
Junto con estas especies, entre junio y julio florecen plantas como el rosal silvestre, las violetas y la estepa blanca, tan llamativa por sus hojas concentradas y sus flores moradas que parecen de papel.
Rosal silvestre (rosa sempervirens)
Es un arbusto de tallos trepadores que pueden alcanzar más de seis metros. Las hojas, brillantes y dentadas, son casi tan inconfundibles como las flores de color blanco. Las rosas silvestres atraen a las beneficiosas abejas que contribuyen a la polinización de la vid. Cuando florecen, forman a la vista un acompañamiento muy agradable a la masa verde del viñedo. En los valles de viña de Briñas las encontramos en abundancia en los terrenos llecos y en algunas cabeceras de las zonas altas.
Violeta de bosque (viola alba, viola sylvestris)
Hierba perenne de flores solitarias, que coronan largos y finos tallos. Es una especie de lo más diverso y variable; incluso en un área de limitada superficie podemos encontrar flores de violeta de aspectos diferentes. Nos encanta encontrarlas entre las vides y, sobre todo, alineadas en los márgenes de las parcelas, donde, a pesar de su fragilidad, parecen querer proteger y arropar al viñedo.
Estepa blanca o jaguarzo blanco (cistus albidus)
Que no nos engañe el nombre: la estepa blanca es la de las flores rosas, ligeramente moradas. El resto de las especies de estepa tienen las flores blancas. El cistus albidus es como un testigo vegetal del lado más mediterráneo de estas serranías altoriojanas, donde se juntan además las influencias norteñas, atlánticas y continentales. Las hojas, duras y resistentes a la sequía, contrastan con la delicada textura de los pétalos. Las flores de la estepa son muy curiosas y su aspecto parecido al papel de seda llama la atención a todo visitante. Su aparición, bien contrastada con el verde oscuro y la claridad de los suelos, marca el inicio del verano”.
Aquí nos detenemos esta semana para seguir disfrutando, con todas las prevenciones posibles, de un buen vino de calidad y de manera especial en este tiempo de verano, de un blanco semidulce o un rosadito, bien fríos.