El mundo del vino a sorbos

La Historia nos enseña que los monasterios han sido piezas fundamentales para el mundo del vino pues en ellos no solo se elaboraba vino que se guardaba y consumía, sino que también se mantenían viñas que en muchas ocasiones, se han ido manteniendo a lo largo del tiempo.

Texto: Antono Egido

Por ello nos parece que hay que poner la mirada en Internet, poner en el buscador “el vino y los monasterios” y esperar resultados, aunque las primeras páginas las ocupan rutas donde se une el vino a los monasterios, pero como suele ocurrir en la nube, muchas entradas están más que pasadas de fecha pues se refieren al año 2015.

No obstante, no hay como ir bajando en las entradas para encontrarnos con ‘comenge.com/blog’ donde nos ofrecen el reportaje “El papel del vino en los monasterios de la Edad Media”, donde leemos: “El vino y su cultivo en Europa tienen una herencia fundamentalmente romana. Sus técnicas llegaron a casi todo el Imperio, así como su comercialización, la cual se vio reflejada en los diferentes tratados latinos sobre agronomía. Además del impulso y la herencia de la población civil romana, en la época medieval el vino tuvo un importante desarrollo gracias a la adopción del Cristianismo como religión oficial, en el siglo IV.

Esto tuvo como consecuencia dos hechos principales que son fundamentales para entender la historia de la cultura del vino. Por un lado, la sacralización del vino en la liturgia religiosa, como ya lo fuera en las celebraciones paganas anteriormente. Y por otro, el comienzo de un papel activo por parte de los eclesiásticos en la conservación y difusión del cultivo de la vid, que se vio notablemente reforzada en Europa central, donde los antiguos bárbaros fueron reeducados por los monjes y abades en el arte de la viticultura. Las órdenes que tomaron mayor protagonismo fueron la de San Benito, Cluny, y Císter.

En España el panorama vitícola difería un poco respecto al resto de Europa debido a la presencia de musulmanes, quienes junto a judíos y cristianos formaban una sociedad compleja. Los musulmanes dominaron gran parte de las zonas vitícolas durante los siglos XII y XIII, e incluso el XV en el Reino de Granada. Los musulmanes que vivían en territorio español hasta su expulsión en 1609 fueron grandes productores y bebedores de vino, y su tradición vitícola tuvo gran importancia y repercusión”. Extraordinario comienzo para poder seguir leyendo una historia muy completa.

Aunque le va a la zaga lo que descubrimos en ‘ourensesiglo21.es’ donde bajo  el titular “El vino en los monasterios” podemos leer este texto: “Al comenzar esta sencilla exposición quiero aclarar dos términos sencillos que se confunden de continuo incluso por personas cultas. Me refiero a los conceptos monasterio y convento. El primero es aquel edificio ocupado en la actualidad –o en los tiempos antiguos- por monjes contemplativos, por ejemplo, Oseira,Montederramo, Sobrado de los Monxes, Silos, Montserrat, Moreruela, San Martín de Castañeda…, que seguían o siguen la regla de san Benito, como son los benedictinos, cistercienses, premostratenses y algunas otras  ramas; también los cartujos, -que siguen otra regla distinta-, viven el ideal contemplativo. Todos estos religiosos reciben el título de monjes, y residen en monasterios.

El termino convento, se refiere a aquellos edificios  ocupados por religiosos dedicados a diversas clases de apostolado: predicación, enseñanza, cura de enfermos…En ellos están comprendidos los dominicos, franciscanos, capuchinos y tantas congregaciones modernas entregadas a la vida activa, cuyos religiosos reciben la denominación de frailes Según esto, vamos a comenzar con una advertencia fundamental, asegurando que todo cuanto tratemos en el  presente estudio, se refiere solamente a los monjes cistercienses que siguen la espiritualidad de san Benito”.

A partir de aquí nos introducen en el vino en su sentido bíblico, para seguir con el vino en el monacato, del que reproducimos esta parte del texto: “Aunque no existan noticias claras de cómo se comportaban sobre este punto los primeros monjes de la Tebaida cuando aparecieron en la Iglesia, sin embargo consta que llevaban una vida tan austera y penitente que difícilmente pudieran considerar como parte integrante  de su alimentación la bebida del vino, por cuanto la consideraban como ajena al estado de penitentes públicos como era la característica del monacato, el cual exigía una alimentación de frugalidad extrema. Dicen de san Antonio abad no quería que los monjes se establecieran en lugares en los cuales abundaran las viñas. Ya se supone por qué era, para que no cayeran en la tentación… San Pacomio permitía el vino a los monjes sólo cuando estaban enfermos; algo parecido disponía  san Leandro en su regla para las vírgenes, quien dice a su hermana “en el uso del vino has de seguir la norma del apóstol cuando dice a Timoteo, toma un poco de vino por tus frecuentes enfermedades de estómago. Cuando dice pequeña cantidad, quiere significar que se ha de beber como medicina, no hasta la saciedad” (C. XIX); a su vez, sólo  permitía el uso del vino por prescripción facultativa. San Atanasio no permitía siquiera que los monjes mencionaran el vino, porque en su concepto la mayor parte de ellos lo desconocían la existendcia de este líquido, aunque nos causa un poco de extrañeza, a no ser que vivieran en un desierto.

Pasando por alto el testimonios de otros legisladores antiguos y nos acercamos a san Benito, patriarca de los monjes de occidente, cuya Santa Regla escrita en el s. VI, ha servido y sirve de punto de referencia para orientar la vida de tantas generaciones que la han seguido y seguimos con fidelidad todos cuantos nos hemos alistado bajo sus banderas, es decir, todos los monjes del área benedictina. Vamos a presentar la figura del glorioso legislador para ver lo que pensaba y cómo debían conducirse los monjes al tratar de las bebidas alcohólicas, principalmente el uso del vino. Estaba muy bien enterado de cómo los monjes antiguos se portaban sobre este punto, y de aquí que se decida a legislar, dedicando todo el capítulo dedicado al tema copiado de una edición antigua: “De la tasa de la bebida. Cada uno ha recibido de Dios su don particular, uno de una manera, y otro de otra; y assi ordenamos, aunque con algún escrúpulo la medida de alimentos para otros. Con todo eso, atendiendo a la debilidad y flaqueza, creemos que basta un cuartillo[1] de vino al día a cada uno: mas aquellos a quienes diere Dios gracia de passar sin él, tengan por cierto que tendrán particular premio por abstenerse del vino. Pero si la situación del paraje en que habitan o el trabajo o el calor pidiere más, esté el darlo al arbitrio de el Superior, cautelando siempre que no se dé ocasión a algún exceso. Aunque se lee que el vino es ajeno de el estado Monástico: pero porque en nuestros tiempos no puede esto persuadirse a los Monjes, convengamos a lo menos en que no se beba hasta saciarse, sino con toda moderación; porque el vino es causa de que aún los sabios abandonen a Dios. Pero si el país en que viven es tan estéril que no se halla la medida que va ordenada, sino mucho menos, o acaso nada; alaben a Dios los que habitan en dicho lugar y no se quexen. Aconsejámosles principalmente que no salga de su boca quexa ni murmuración”. (C. XL)”.

Como siempre procuramos dejar muy abiertos los textos para que el curioso busque la página y si, así lo desea, complete la información.