El mundo del vino a sorbos
No está nada mal comenzar el año con música de la llamada culta pero que en muchos casos ya resulta popular. Por ello hemos solicitado a nuestro buscador que nos ofrezca resultados a la combinación de las palabras “vino y ópera” de los que reflejamos los que consideramos como más atractivos.
Texto: Antonio Egido
En ‘funjdiaz.net/folklore’ encontramos el artículo firmado por Fernando Herrero y titulado “Viva el vino que es sincero. El vino en la ópera”, donde podemos leer que “(…) Joaquín Díaz y unos cuantos especialistas hablaron sobre el vino en unas recientes jornadas en Viana de Cega, desde lo antropológico, lo cultural, lo técnico. Añadamos un granito de arena. El vino se introduce también en los templos de la cultura, y en la ópera, que no deja de recoger escenas que pasan de lo culto a lo popular. Unos pocos ejemplos bastarán.
Los brindis. Muy famosos, incluso fuera de su contexto y muy diversos en su significación. Desde las penas de amor de Jorge en “Marina” al lúdico comienzo de una fiesta que se da también en una historia de amor y muerte en “La Traviata”, pasando por la confraternización de taberna de “Cavalleria rusticana”, que marca la trágica premonición del destino de Turiddu, o el siniestro “Beba con me” de Yago, en la ópera de Verdi, “Otelo”, que es el punto de partida de la red que causará la destrucción del moro. Es lástima que los libretistas no nos hayan concretado las características del vino que se bebe en cada una de estas obras. Vino catalán en la primera, del Penedés, por ejemplo, el de Chipre es conocido y reputado y en Sicilia pensamos en un vino fuerte y un poco tosco. Champaña en “la Traviata”, claro está. La geografía es fundamental, Cataluña en un puerto de mar, París, Sicilia y Chipre. El beber resulta obligado cuando los personajes se encuentran en situaciones en las que el colectivo tiene fundamental importancia.
En “Marina” el contraste. Jorge está muy triste porque, aparentemente, Marina no le ama y, por eso, en sus coplas dice que “el vino hará olvidar las penas del amor”. El coro, en cambio, está alegre y disfruta. Roque, el contramaestre, escéptico, responde a Jorge desde la propia entidad del vino, completamente independiente de la melancolía de su compañero. “Si Dios hubiera hecho de vino el mar, yo me volviera pato para nadar”. Sirve entonces la celestial bebida para intentar olvidar, para disfrutar y, también, para esa unión colectiva que no tiene otro fundamento que el placer que surge cuando la frialdad de todos los días se convierte en calorcillo optimista y lúdico. Afortunadamente en la ópera de Arrieta todo se arreglará al final y Jorge se casará con su Marina. El brindis queda como uno de los fragmentos que sobrepasan la propia entidad de la obra y se incorpora a la tradición independientemente de su origen.
En la ópera de Verdi también existe alegría “Gocemos, la copa y el canto embellecen la noche y la sonrisa, que el licor amigo ahuyente las penas secretas”, “Bebamos en las chispeantes copas que la belleza engalana, gustemos las dulces sensaciones que el amor despierta, libemos el amor que en las copas hallará más cálidos besos”. Una fiesta en la casa de Violeta, cortesana de lujo, en la que se encuentran nobles y burgueses. La aparición de Alfredo va a cambiar las cosas, pero en principio se encuentra también subyugado por esa alegría ficticia que surge de la fiesta. El brindis es un desafío a la vida y, al tiempo, el comienzo de una historia de amor que terminará en tragedia. Este brindis se ha hecho igualmente famoso, utilizándose incluso en ceremonias o conciertos para cerrar la velada, como una especie de canto universal y fraterno, completamente independiente, por otra parte, de la lógica dramatúrgica, que en la “Traviata” funciona como un reloj, como lo probaron Luchino Visconti y María Callas en la famosa producción que cambió el rumbo de la ópera en Europa.
Tercer brindis, éste de carácter rústico. Nos encontramos en Sicilia. Una historia de adulterio y de celos. El brindis, que recoge a los hombres, mientras las mujeres están en sus hogares, es también de complicidad, ruda relación entre estos campesinos en día de fiesta. El canto es viril, fuerte, a un “vino espumeante que en los vasos burbujea y que como la risa del amante nos infunde alegría”. El canto de Turiddu es recogido luego por el coro “Viva el vino que es sincero y que ahoga el negro humor”. La bebida, aquí, sirve de contrapunto a la tristeza, a la afirmación de una recia virilidad, que, en el fondo, encubre grandes dosis de debilidad. A continuación de esta escena lúdica vendrá el choque entre Turiddu y Alfio y el anuncio del duelo a muerte que tendrá lugar poco más tarde. La alegría se ha quebrado y los vecinos del pueblo asistirán a esa escena de muerte, no sin que, antes, nuestro héroe se refugie en su “mamma” y pida que cuide de la mujer que abandonó. Un brindis como preludio a la muerte, que ocurrirá fuera de escena pero que será comunicada y gritada en ella.
Por último, “Otello”, una obra maestra del teatro lírico de todos los tiempos, en la que Arrigo Boito y Verdi superarán, o por lo menos igualarán, el drama de Shakespeare, concentrándolo en cuatro actos de duración limitada e intensa. Yago entonará su brindis, que la música hace siniestro y maléfico. Se celebra una victoria pero la finalidad del mismo es emborrachar a Casio, que no soporta el vino, y empezar la demolición del moro y de su esposa. En dos o tres momentos progresivos, Yago revolotea al lado de su víctima incitándole a beber, desde el pretendido homenaje a quien quiere destruir. El pueblo, que aparecerá muy poco en escena posteriormente, bebe con Yago, que consigue sus propósitos, ya que Casio, provocado posteriormente y en las nubes del alcohol, incumplirá sus deberes y provocará su destitución. Yago tiene el camino abierto para avivar los celos de Otello y cumplimentar su venganza. El vino tiene aquí un papel negativo como droga capaz de limitar la voluntad y convertir a un hombre racional en una especie de despojo propicio a la ira y al descontrol de sus formas de comportamiento…”.
Y en ‘muyinteresante.es/cultura’ nos dicen que los amantes de la opera beben más vino que cerveza, remitiéndonos a la “Universidad de Leicester, donde se realizó hace poco una encuesta masiva a más de 2.500 sujetos reclutados al azar en campus universitarios, centros comerciales y estaciones de tren del Reino Unido para averiguar cuánto se puede saber de una persona a partir de sus gustos musicales. El estudio reveló que los que más viajan son los fans de la música dance y la música house. Los roqueros y los seguidores del pop de los 60 sufren más paro que el resto, aunque puede guardar relación con su edad media. Y los aficionados a la ópera son los que menos se lavan el pelo. En el extremo opuesto se encuentran los fans de la música DJ, que han resultado ser también los que más ejercicio físico practican, seguidos de los raperos y los forofos de la música indie.
A la hora de beber alcohol, las cifras indican que quienes menos consumen son los aficionados a los musicales, que junto a los asiduos a la ópera suelen preferir el vino a la cerveza, y fuman poco. Entre quienes escuchan hip-hop se identificaron las tasas más elevadas de promiscuidad y mayores índices de criminalidad. Al mismo tiempo, fueron los individuos menos partidarios del reciclado y las energías renovables”.
No es mala combinación degustar al mismo tiempo de la música y el vino. Si no lo han probado, les animamos a hacerlo.