El mundo del vino a sorbos
Aunque las decepciones nos invadan, en repetidas ocasiones, cuando recurrimos a Internet, en donde se mantienen artículos que están firmados hace ya muchos meses o donde es complicado, a veces, dilucidar si lo que estamos leyendo es verdad o mentira, al mismo tiempo esta herramienta nos sirve para sorprendernos de lo que allí nos encontramos.
Y esta semana, precisamente, tenemos que referirnos a esas agradables sorpresas que nos da el buscador, de forma especial si ponemos las palabras “vino y fotografía”. Así en el blog del fotógrafo Julio Mateos, ‘mundoparalelo.com’, leemos: “Hace unos años tuve la oportunidad de asistir a un Curso de Cata de Vinos. Nunca me ha gustado el vino, pero sí que veía con curiosidad todo el rito y parafernalia que tiene alrededor.
Así que ni corto ni perezoso me apunté para conocer un poco más de ese mundo, para ver si sería capaz de distinguir diferentes vinos cuando vas a un restaurante, etc…
El profesor que tuvimos para el curso fue clarividente. El primer día dijo: “Para algunos de vosotros este curso será un descubrimiento, os cambiará la vida y empezaréis a apreciar la riqueza del mundo del vino. Sin embargo, para otros, venir a este curso será como venir a un curso de ganchillo. Dará igual que hablemos de vino, de marquetería o de cualquier otra actividad”. No sé si tengo que aclararlo, pero yo fui de los segundos.
A pesar de las clases, de las catas, de los “experimentos”… no llegué a apreciar/valorar lo que me enseñaban. O bien me parecían exageraciones: la forma en la que hay que coger la copa, cómo se debe colocar la nariz para oler, cómo apreciar maderas, matices, lágrimas, etc… no hubo forma. Y cuando llegamos a la calidad de los vinos la terminé de liar. Veía una cuestión muy subjetiva y personal, con lo que la decisión de qué vino es mejor que otro no me pareció basada en un “método científico”. Por no recordar el episodio de cuando le dije al profesor que a mí me gustaba el Lambrusco y por poco no me quema por ateo.
¿Y qué tiene que ver esto con la fotografía?
Mucho a mi parecer. Al menos en las razones por las que creo que no me terminó de convencer el mundo del vino.
La fotografía es una disciplina artística, pero cuando cruza la barrera de la “parafernalia”; y lo voy a decir así para no molestar… es que no puedo.
Es verdad que para apreciar determinada fotografía hay que entrenar el ojo. Hay que ver muchas fotos y conocer mucha técnica. Tenemos igualmente una tradición pictórica con el tratamiento de espacios, color, luz, composición… sobre la que se basa la fotografía. Recuerdo una charla de José B. Ruiz sobre su libro “Composición en Fotografía. El lenguaje del arte” que me abrió los ojos a ese método científico para valorar una fotografía; más allá de gustos personales.
Sin embargo hay cosas, como decía, con las que no puedo:
Expresiones del tipo “esa fotografía representa el aislamiento del ser humano frente a la inmensidad de su tiempo…”. Por Dios. Hace poco leía del fotógrafo Andersson sobre Angelina Jolie: “Las recientes noticias sobre Angelina me provocaron una ansiedad que desembocó en este retrato. Hay una ambigüedad subyacente en su comportamiento en yuxtaposición con su belleza“. No creo que sea que no aprecio el arte, es que no puedo con estas cosas. Aún recuerdo la leyenda de un estudiante salmantino al que suspendieron su tesis por no entender lo que el autor había querido expresar; y menos mal que el autor era él mismo que escribió ese libro bajo seudónimo un par de años antes.
¿Algunas más? Esto decía un jurado hace foto para justificar sus decisiones: “por presentar un trabajo homogéneo, íntegro y consistente, donde destaca su capacidad de enfrentarse a la fotografía a través de su inmersión en el tema escogido” y “ha recibido una mención de honor por retratar un tema con decisión y lenguaje visual condensado donde se refleja una luz reverberante”.
Sabemos que primero aprendemos las reglas, y luego las rompemos. Pero cuando a fotógrafos de renombre se les permite todo, sólo por el nombre que tienen… tampoco puedo. Una foto movida es una foto movida, si está desenfocada… está desenfocada, si pegas un flashazo a una cara… le has pegado un flashazo. Que sí, que podemos hacer estas cosas, pero no califiquemos como maravilla determinada foto de un “consagrado” que no tiene ni composición, ni enfoque, ni pulso.
Qué decir de las fotos más caras de la historia. Mejor me ahorro los comentarios.
¿Quieres ganar un concurso? Haz una foto oscura, un pelín desenfocada, con grano y movida. Seguro que te llevas el primer premio…”.
En ‘vivancoculturadevino.es’ nos encontramos con el artículo sobre “El fotógrafo del vino y del millón de dólares”, donde nos dicen que: “Cuando el fotógrafo Charles (Chuck) O’Rear apretó el disparador de su máquina una mañana de 1995 para capturar unas verdes colinas del valle de Napa en California (Estados Unidos), nunca pudo imaginar que ese gesto llegaría a costar un millón de dólares. Seguro que tampoco soñó que una de sus imágenes llegaría a ser tan popular como aquella.
El 25 de octubre de 2001 se lanzaba mundialmente el nuevo sistema operativo de Microsoft, al que denominaron Windows XP, y el fondo de pantalla predeterminado por aquel programa informático y que se vería al encender millones y millones de ordenadores de todo el planeta, era aquella fotografía a la que el gigante de las computadoras llamó “Bliss” (felicidad).
Pero la pasión que le tenía asignada la vida a Chuck O’Rear, nacido en el estado de Misuri en 1941,era realmente la relacionada con el mundo del vino.
Cuando tenía 37 años, la prestigiosa revista National Geographic -para la que trabajó durante 25 años- le encargó un reportaje de una de las zonas vinícolas más importantes de Estados Unidos: los 48 kilómetros de largo de Napa Valley. Una zona de California que concentra más de 300 productores de vino y es uno de los motores vinícolas de Estados Unidos en el mundo.
Se trata de un lugar en el que los estadounidenses han logrado crear una industria basada en el turismo, la gastronomía y unos cuidados vinos. Un lugar que enamoró tanto a O’Rear que, tras ese reportaje, decidió mudarse a un pueblecito del valle llamado Santa Helena…”.
Y finalmente en ‘xatakafoto.com’ hay un vídeo donde puede descubrir cómo revelar fotografías con vino tinto. Sí, como lo ha leído, aunque ya no se lleve eso de revelar las fotos, pero no está mal terminar con esto que podríamos llamar, factor curiosidad.