El mundo del vino a sorbos
El vino ha sido un hilo conductor en la historia de la humanidad, que, a poco que indaguemos, lo vamos a ir viendo aparecer en las diferentes culturas y en muy diferentes representaciones. Una de ellas es el teatro donde el vino ha sido en reiteradas ocasiones uno de los protagonistas o como poco un artista invitado.
Y esta semana le hemos pedido al buscador de Internet que nos dé resultados a las palabras ‘vino y teatro’ y lo primero que nos hemos encontrado es con ‘festivaldemerida.es’ donde leemos que “La relación del hombre con el vino, del vino con Dios, el dios del vino (Dionisos), está íntimamente ligado al teatro. Así lo ha documentado el catedrático de Filología Latina de la Universidad de Cádiz, José María Maestre, en la conferencia que ha ofrecido esta tarde en el ciclo ‘Encuentro con los clásicos’ programado dentro del festival.
El conferenciante documentó, en primer lugar, a través de diferentes materiales arqueológicos, la presencia del vino en antiguas civilizaciones, como Sumeria, Egipto, Persia y Persia, para abordar después el mundo bíblico y, más concretamente, la figura de Noé como inventor del vino.
Entró después en Tracia, país relacionado con Grecia, y, de ahí, ya se centró en el mundo griego. Tras abordar los orígenes míticos de Dionisos, presentó el culto al dios del vino a través de las grandes y las pequeñas dionisiacas. Las primeras eran de carácter urbano y se celebraban en el mes de marzo, mientras que las segundas eran de carácter rústico y se celebraban a finales de diciembre.
Explicó que el estudio de las Dionisiacas es absolutamente fundamental para entender el origen del teatro. Recordó que Aristóteles en su Poética nos cuenta que los antecedentes del teatro estaban en los ditirambos, himnos que se entonaban en honor del dios del vino. Esos himnos tenían un estribillo que era entonado por un coro y respondido por el exarconte o corifeo. Se establece así un diálogo entre el coro y el primer actor, que a la postre dará lugar al teatro…”.
Enlazamos con la página web ‘elclubexpress.com/blog’ donde podemos seguir leyendo la historia de los ditirambos. Allí nos recuerdan que: “Remontándonos a los orígenes del teatro, los ditirambos eran himnos que se entonaban en honor del dios del vino, y que tenían un estribillo que era entonado por un coro y respondido por el exarconte o corifeo, estableciéndose así un diálogo entre el coro y el primer actor, que a la postre dará lugar al teatro. En este sentido, José Manuel Seda, destaca cómo las fiestas dionisíacas se han señalado históricamente como los orígenes del teatro. “Dionisos o Baco, era el dios patrón de la agricultura y el teatro. También se le conocía como el “Libertador”, liberando al hombre de su “ser normal” a través de la locura, el éxtasis o el vino”.
Seda apunta, además, cómo estas fiestas se celebraban en primavera, y en septiembre con motivo de la vendimia, “y durante ellas había música, procesiones, y se representaban comedias y tragedias, que previamente eran escogidas por altos funcionarios, y luego juzgadas por un jurado que otorgaba al poeta vencedor una corona de oro y laureles”, al tiempo que subraya cómo la gran afluencia de público fue obligando a construir los primeros teatros, y los espectadores pagaban incluso una pequeña cuota, y el que no podía, era subvencionado por el estado”.
Y como todo nace de Dionisos, el dios del vino y del teatro, encontramos en ‘amaltea.wordpress.com’ la historia de la vida de este personaje de la mitología griega: “El nacimiento de Dionisio es muy interesante, su madre era Sémele la cual a su vez era hija de Cadmo y de Harmonía, su padre era Zeus. De esta pareja nació Dionisio o también llamado Baco. Como los celos son capaces de todo, la diosa Hera, celosa una vez más, sugirió a la infeliz Sémele una idea perversa y desdichada: que se empeñase en ver a su amado Zeus en toda su grandeza, en la plenitud de su gloria, tal como se mostraba en presencia de su esposa cuando le manifestaba su amor. En un momento de pasión, le había prometido concederle cuanto le pidiese, no tuvo más remedio que mostrarse a la ninfa amante rodeado de su atmósfera de rayos y truenos. La pobre Sémele ardió viva, muriendo abrasada pero el fruto que llevaba en su seno fue salvado por Zeus, quien lo encerró en su propio muslo. Transcurrido algún tiempo, Dionisio vino al mundo, saliendo del muslo de su padre, perfectamente vivo y formado. Una vez en vida, fue confiado a Hermes, que posteriormente lo dejó en manos de Atamas, rey de Orchómenos, y de su segunda mujer, Ino, para que le criasen, Y les aconsejó que le vistiesen como si fuera una niña, para tratar de engañar a Hera y librarle así de su celosa cólera. Pero la diosa descubrió el ardid, y para vengarse de Ino y de Atamas los volvió locos. Entonces Zeus llevó a su hijo Dionisio fuera de Grecia, al país llamado Nisa y allí se lo confié a las ninfas. Además, para impedir que su mujer Hera le reconociese, le transformó en un cabritillo. Las Ninfas que le criaron se convirtieron posteriormente, como recompensa a sus esfuerzos, en las siete estrellas de la constelación Hiades”.
¡Como se la gastaban aquellos dioses!, aunque nunca podremos decir que no eran teatreros…