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El descorche de La Prensa del Rioja
Texto: Javier Pascual / Director de La Prensa del Rioja

Como cualquier manual básico enseña, el factor humano es uno de los tres elementos claves de la vitivinicultura. El entorno natural conformado por suelo y clima es el elemento que propicia las condiciones idóneas para que se desarrolle la actividad, que precisa igualmente de un segundo elemento, como son las variedades de vid y técnicas de cultivo y elaboración. No es fácil determinar si un elemento es más decisivo que otro, pues de hecho es un criterio que ha ido cambiando con el tiempo. Hoy en día parece que todo el mundo ha puesto el foco sobre la importancia del territorio, el origen. Hubo un tiempo en que predominó como centro de atención la variedad de uva, concepto que se fraguó fundamentalmente en Estados Unidos y el mundo anglosajón, tomándose como base para clasificaciones y estrategias comerciales, aunque el universo monovarietal nunca haya sido la mejor carta de presentación para los grandes vinos. El factor humano siempre ha estado ahí. No puede decirse que su mayor o menor protagonismo haya dependido de modas, aunque cierto es que en las estrategias de comunicación de los vinos ha sido en las últimas tres décadas cuando se ha focalizado sobre la figura del ‘autor’ la imagen del producto. Pero al margen de este tipo de utilización, es preciso reconocer que el factor humano ha constituido históricamente el principal elemento diferenciador de las grandes zonas vitivinícolas del mundo. Lo que denominamos el saber hacer, que es fruto de una cultura arraigada en esas zonas durante siglos, ha sido el principal impulsor de la evolución que han experimentado para llegar a convertirse en líderes de la vitivinicultura mundial. La imagen de excelencia de sus productos entre los consumidores de todo el mundo y la superior cotización que alcanzan en los mercados es el resultado de esa trayectoria, que en España ha estado protagonizada históricamente por Rioja y Jerez. Las zonas vinícolas que han conseguido consolidar bien esta posición de liderazgo lo han hecho sobre la base de un colectivo humano que a lo largo de varias generaciones ha conseguido mantener e incluso incrementar el espíritu y la letra de una dedicación vocacional que, teniendo la agricultura como fundamento, no podía por menos que mostrar su gran arraigo al territorio. Lo hemos podido comprobar en estas cuatro décadas en las que hemos sido testigos del inexorable relevo generacional que ha experimentado el sector. Y hemos de reconocer que el gran impulso de algunas etapas históricas se debió a la coincidencia de un grupo humano de extraordinaria visión, como ocurrió en Rioja en los años setenta y ochenta con una generación que transformó y diseñó el Rioja del futuro, el Rioja de hoy. La historia sigue, aunque solo en momentos puntuales confluye todo para que se den esas circunstancias extraordinarias en las que el factor humano se convierte en el más decisivo. Hoy probablemente haya carencia de esos liderazgos destacados, pero en compensación el sector cuenta con un amplio colectivo de profesionales mucho más preparados a todos los niveles, desde el técnico al comercial, que han heredado la vocación por la vitivinicultura y que han ampliado notablemente los conocimientos y dominio de la técnica en todos los ámbitos del negocio. Una garantía para que esta denominación de origen siga siendo la punta de lanza de la innovación en España y mantenga su liderazgo e imagen de calidad entre los consumidores. No es fácil, porque nunca faltan rémoras, piedras en el camino y palos en la rueda. Pero aún con todo, ‘la nave va’.

Ver nº 238 de La Prensa del Rioja