El mundo del vino a sorbos
De los muchos temas que Cervantes toca en “Don Quijote” nosotros queremos saber, por lo menos, las referencias en torno al vino. De esta forma le hemos pedido a nuestro buscador que nos indique referencias en las que relacionamos “quijote y vino”, siendo el resultado de aproximadamente 456.000 resultados.
Texto: Antonio Egido
La primera nos lleva hacia la página web de ´editorialalaire.es´ donde nos refieren el artículo “El vino. Cuando el dios Baco pasea por La Mancha de la mano del Quijote”, en el que leemos: “Si don Quijote salió a las del alba Campos de Montiel adelante en busca de gigantes y follones a los que enfrentar sus armas y se topó con molinos harineros de viento, ovejas y cuerdas de forzados, ¿cómo no tropezarse con el vino, que hace junto al queso una de las glorias mayores de la extensa Mancha y de la gastronomía española de entonces y de ahora?
Sería grave error, ya que no pecado -y no venial ni disculpable-, hacer alusión a la gastronomía sin hacer parada en los caldos manchegos que alegran y dan chispa a las mejores mesas. Y no es baladí la mención, cuando podemos comprobar cómo a lo largo del Quijote el vino aparece en 43 ocasiones, casi a partes iguales entre las dos entregas que componen la obra de Cervantes en las tres salidas de Alonso Quijano el Bueno del lugar no declarado por no recordado o no querido recordar, que así sería cosa de que por siglos los distintos pueblos manchegos se disputaran el origen del que dio en llamarse Don Quijote, nombre que tomará de su propio apellido convertido en Quixote, lo que venía a ser una pieza de la armadura que protegía el muslo de los caballeros, andantes o no.
Las situaciones en las que podemos encontrar a lo largo de la novela el invento de Baco son muy diversas: entre los pastores, en bodas como las de Camacho, en bálsamos como el de Fierabrás (I.-cap. XVII) en el que el vino sirve de uso medicinal, pues después de ser apaleado y malherido Don Quijote por aquel moro encantado, cura milagrosamente sus heridas mezclando vino con un poco de aceite, sal y romero. Cervantes conocía, tal vez por su experiencia militar, que las infecciones en las heridas abiertas procedían del exterior, por lo que era preciso lavarlas con vino (cap. XXXIV) para evitar que se infectaran…”.
Avanzamos en las citas del Quijote, recurriendo a ´servicios2.larioja.com´ donde nos recuerdan las referencias al vino en “El Quijote” indicándonos César Álvarez que “Siglos después de que Gonzalo de Berceo loara el vino en el primer poema en lengua castellana y de que el Arcipreste de Hita hablara en su Libro del Buen Amor de los peligros de su consumo desmedido, el género novelesco de caballería también lo mantenía como una referencia.
Así, las alusiones al vino en la más universal de las obras literarias en lengua española –Don Quijote de la Mancha– son constantes. Miguel de Cervantes hizo que su ingenioso hidalgo viviera sus más delirantes aventuras en La Mancha. A lo largo de su recorrido va ofreciendo algunas de las señas de identidad de la región como son su gastronomía (hace referencia a la olla, morteruelos, gazpachos de pastor…), sus elementos más característicos (los molinos) o sus vinos.
Don Quijote protagoniza en el capítulo XXXV uno de los pasajes más conocidos de la novela. En ese episodio, el caballero andante libra una lucha –fruto de sus alucinaciones– con los cueros llenos de vino que tenía almacenados el posadero de la venta donde yacía convaleciente de sus delirios.
El Bálsamo de Fierabrás, con el que Don Quijote sana milagrosamente después de ser ‘apaleado’ por el moro encantado mientras dormía (capítulo XVIII), también hace referencia al caldo de vid como uno de sus ingredientes de la pócima milagrosa junto al aceite, sal y romero.
Sin embargo, el caballero de la Triste Figura no aparece en ningún momento como consumidor de vino porque no era propio de caballeros andantes. No obstante, la figura de Sancho Panza sí que aparece mucho más apegada al gusto por el comer y el beber. De hecho, Don Quijote enviste contra los molinos de viento mientras Sancho caminaba «muy despacio sobre su jumento, y de cuando en cuando empinaba la bota con tanto gusto que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga» y en un pasaje posterior, cuando Don Quijote y Sancho se encuentran con los cabreros, relata Cervantes como «Sancho callaba y comía bellotas, y visitaba muy a menudo el segundo zaque (odre pequeño) que, porque se enfriase el vino, le tenía colgado de un alcornoque».
Y como suele ser normal, apuntamos una tercera cita, en esta ocasión de la web ´elmundo.es´ donde nos repiten el capítulo trigésimo quinto de “Don Quijote de la Mancha”, que trata de la brava y descomunal batalla que tuvo con cueros de vino, y se da fin a la novela del curioso impertinente, reproduciendo que “poco más quedaba por leer de la novela, cuando del camaranchón donde reposaba Don Quijote, salió Sancho Panza todo alborotado, diciendo a voces: Acudid, señores, presto, socorred a mi señor, que anda envuelto en la más reñida y trabada batalla que mis ojos han visto. Vive Dios, que ha dado una cuchillada al gigante enemigo de la señora princesa Micomicona, que le ha tajado la cabeza cercén a cercén como si fuera un nabo. ¿Qué dices, hermano?, dijo el cura, dejando de leer lo que de la novela quedaba. ¿Estáis en vos, Sancho? ¿Cómo diablos puede ser eso que decís, estando el gigante dos mil leguas de aquí?
En esto oyeron un gran ruido en el aposento, y que Don Quijote decía a voces: Tente ladrón malandrín, follón, que aquí te tengo y no te ha de valer tu cimitarra. Y parecía que daba grandes cuchilladas por las paredes, y dijo Sancho: No tienen que pararse a escuchar, sino entren a despedir la pelea o ayudar a mi amo; aunque ya no será menester, porque sin duda alguna el gigante está ya muerto y dando cuenta a Dios de su pasada y mala vida, que yo vi correr la sangre por el suelo, y la cabeza cortada y caída a un lado, que es tamaña como un gran cuero de vino. Que me maten, dijo a esta sazón el ventero, si Don Quijote o don diablo no ha dado alguna cuchillada en alguno de los cueros de vino tinto que a su cabecera estaban llenos, y el vino derramado debe de ser lo que le parece sangre a este buen hombre.
Y con esto entró en el aposento, y todos tras él y hallaron a Don Quijote en el más extraño traje del mundo. Estaba en camisa, la cual no era tan cumplida que por delante le acabase de cubrir los muslos, y por detrás tenía seis dedos menos; las piernas eran muy largas y flacas, llenas de vello y no nada limpias; tenía en la cabeza un bonetillo colorado grasiento, que era del ventero; en el brazo izquierdo tenía revuelta la manta de la cama con quien tenía ojeriza Sancho, y en él se sabía bien el por qué; y en la derecha desenvainada la espada, con la cual daba cuchilladas a todas partes diciendo palabras como si verdaderamente estuviera peleando con algún gigante.
Y es lo bueno, que no tenía los ojos abiertos, porque estaba durmiendo y soñando que estaba en batalla con el gigante; que fue tan intensa la imaginación de la aventura que iba a fenecer, que le hizo soñar que ya había llegado al reino de Micomicón, y que ya estaba en la pelea con su enemigo; y había dado tantas cuchilladas en los cueros, creyendo que las daba en el gigante, que todo el aposento estaba lleno de vino, lo cual visto por el ventero, tomó tanto enojo que arremetió a Don Quijote, y a puño cerrado le comenzó a dar tantos golpes, que si Cardenio y el cura no se le quitaran, él acabara la guerra del gigante. Y con todo aquello no despertaba el pobre caballero, hasta que el barbero trujo un gran caldero de agua fría del pozo, y se la echó por todo el cuerpo de golpe; con lo cual despertó Don Quijote, mas no con tanto acuerdo que echase de ver de la manera que estaba. Dorotea que vió cuán corta y sutilmente estaba vestido, no quiso entrar a ver la batalla de su ayudador y de su contrario…”.
Pura delicia de auténtica literatura, pero lo mejor, en este caso, es disfrutar de esta obra y por ello leerla o releerla en el cuarto centenario de la muerte del autor, y hacerlo con una copa de vino en la mano.