Las bodegueras Marisol Ruiz Ijalba, Carmen Enciso, Raquel Pérez, Cristina Forner, Conchi López de Aguileta, Victoria Cañas y Gloria Santamaría durante un especial para el nº 218 de La Prensa del Rioja en 2016 que titulamos ‘La historia del Rioja también se escribe en femenino’

El mundo del vino a sorbos
Texto: Antonio Egido

Hemos pasado el Día Internacional de las Mujeres Rurales, el pasado domingo 15 de octubre, que tiene como objetivo el reconocimiento al papel decisivo de las mujeres en el desarrollo, la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza. Fue establecido por las Naciones Unidas en diciembre de 2007 y se celebró por primera vez, un año después, es decir el 15 de octubre de 2008.

Los datos en La Rioja son muy significativos -recogidos por Elena Beisti, periodista del diario La Rioja-, que refleja los aportados por la Consejería de Agricultura, Ganadería, Mundo Rural y Medio Ambiente que nos indica que son 13.144 las personas físicas que están al frente de una explotación agrícola en La Rioja; 4.062 mujeres se encargan de gestionar sus producciones y tierras en la región; siendo el 70 frente al 30 % la proporción de hombres y mujeres, respectivamente, titulares de terrenos agrícolas, que aún se extrapola más si añadimos a la ecuación el tamaño en hectáreas de las fincas que gestionan, dado que cuanto más grandes son las explotaciones, menor es la cifra de mujeres que las dirigen, concluyendo los datos que definitivamente 49 son las explotaciones de titularidad compartida que había en La Rioja en el pasado mes de mayo,

Cifras muy desiguales y por ello el Gobierno de La Rioja, a través de su Consejería de Agricultura, debe ponerse a trabajar para facilitar el acceso de las mujeres a estas explotaciones, dado que la mujer siempre -o casi- están a la sombra de un hombre, aunque colaboran con su pareja de una forma muy efectiva.

Desde el 2011 existe una ley con la figura de la ‘titularidad compartida’, para intentar dar más visibilidad a las mujeres del campo, que tiene muchos contras como la falta de reconocimiento de su labor, dificultades en la conciliación de la vida laboral y familiar, inestabilidad y rentabilidades escasas, pero que también tienen sus pros en los que destacan proyectos estables y fijadores de población.

De hecho, recurro a la página de la web de Afammer-La Rioja, para señalar que esta asociación nace en 1982 como organización pionera en España con un claro y primer objetivo: que las mujeres rurales dejen de ser invisibles y que su voz se escuche en todos los foros nacionales e internacionales para alcanzar el reto de la igualdad real de oportunidades. Indicando también que en estos años, desde su fundación, “hemos conseguido acabar con la invisibilidad de las mujeres, hemos llevado su voz a toda la comunidad nacional e internacional y a los más importantes organismos dentro y fuera de nuestras fronteras” con la marca de Afammer.

Pero me temo que esa visibilidad no está ahora mismo en pleno auge porque la situación de la mujer rural en La Rioja dista mucho al tratarse de un mundo que es, principalmente, masculinizado. De esta forma, la mujer en el campo se encuentra con algunos problemas insalvables, como la doble tarea de la mujer para compatibilizar el mundo de la familia con las labores del campo, o que la Seguridad Social les cuestione lo que tienen que hacer para cubrir a la pareja para que puedan cotizar en el momento de la jubilación. Por todo ello nos parece básica la formación en el mundo de la agricultura o ganadería, o su digitalización para que el peso de las mujeres vaya siempre a mayor. Como ocurre con las grandes lideresas del mundo del vino, como Marisol Ruiz Ijalba, Raquel Pérez, Cristina Forner, Gloira Santamaría, Victoria Cañas, Conchi López de Aguileta, Carmen Enciso o Elena Adell, que muchas veces fueron invisibilizadas pero que han asumido responsabilidades de alto nivel en un mundo eminentemente masculino. Ellas son buen ejemplo.

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