Publicado en el nº 233 de La Prensa del Rioja
Javier Pascual, director de La Prensa del Rioja
Le debo el “título” a mi buen amigo y maestro de cata Jesús Flores, que desde mediados de los años ochenta era “la voz” de la naciente profesión de la sumillería en España y que el pasado mes de noviembre nos regaló el oído con ese escueto, significativo y halagador mensaje de felicitación. Por supuesto que no era nuevo, pero el momento ha sido el adecuado. No es fácil encontrar en el año que finaliza motivos por los que brindar y sí muchos por los que -copa en mano- pensar como el inefable Quevedo, que “no hay cuestión ni pesadumbre que sepa nadar: todas se ahogan en vino, todas se atascan en pan”. ‘In vino veritas’ se decía ya en la antigüedad, y la verdad es que resulta tarea ardua mantener viva la ilusión en un contexto tan incierto, solo ocasionalmente iluminado por algunos gestos, palabras y recuerdos de tiempos mejores, sean pasados o venideros. Porque no siempre los pasados han sido los mejores, como nos enseña el vino con sus añadas gloriosas y sus añadas mediocres, ni su celebración responde a necesidad alguna. De hecho, desde que la pandemia del Coronavirus nos ha obligado a poner en cuarentena las celebraciones de onomásticas, tenemos una conciencia más acusada de su fatuidad. Así que la ocasión nos ha animado a brindar en la portada de la edición nº 233 de La Prensa del Rioja por los tiempos venideros, eso sí, tan inciertos o más que los actuales. También hemos hecho un guiño a los buenos recuerdos que conservamos de otras celebraciones anteriores tan relevantes como la inédita reunión en 2015 de los cinco presidentes que había tenido el Consejo Regulador desde que en octubre de 1985 apareciera el primer número de la revista. El escenario de lujo fue la mesa de los hermanos Echapresto en su estrellada Venta Moncalvillo, ideal para el disfrute de su gastronomía y de nuestra contribución a la transformación del sector vitivinícola riojano en las tres décadas en que se configuró un modelo de éxito capaz de posicionar a esta denominación entre las más prestigiosas del mundo. La comunicación del vino discurre actualmente por derroteros tan sinuosos como los que acostumbran a propiciar las gentes del vino, mucho más influyentes en esa forma de transitar de lo que a los propios comunicadores nos gustaría reconocer.
Los medios de comunicación en general y los especializados en particular están gravemente afectados no solo por una crisis económica que se prologa ya más de una década, sino también por una crisis de identidad y funcionalidad. Ni los nuevos escenarios de la comunicación propiciados por las nuevas tecnologías contribuyen a paliar la crisis, ni la creencia en las tesis de McLuhan (“El medio es el mensaje”) supone cambio alguno en el ‘estatus quo’ de una comunicación que sigue teniendo como eje principal los contenidos. Y en el fragor de la lucha por la supervivencia, la contundente respuesta del profesor no da lugar a equívoco: “el consumidor manda”. Ha tomado las riendas del conocimiento y decide qué quiere beber, cuándo y cómo. Un jarro de agua fría para la figura del prescriptor, afectada en no pocos casos del engreimiento al que inexorablemente conduce la adulación.
Publicado en el nº 233 de La Prensa del Rioja
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