OPINIÓN

Mucho se ha debatido en los últimos tiempos sobre la conveniencia o no de incluir ciertas variedades en las futuras plantaciones de blanco. Antes que nada, y con el objeto de que no se me tache de hacer apología de la variedad Viura, tengo que decir que en cierto modo comprendo el malestar, mitad administrativo mitad cualitativo, de aquellos que abogan por mantener el espíritu del 2009, y por tanto, no están del todo conformes con la incorporación de Viura al reparto actual de plantaciones de variedades blancas. Sin embargo, cabe decir que las decisiones que se han adoptado responden de alguna manera a la inquietud de una parte importante del sector. En mi opinión, el problema se inicia cuando en aquel momento se desestimó la oportunidad de considerar, en su justa medida, a la variedad Viura en el reparto como una alternativa más, porque así puede y debe considerársela.

Texto: Enrique García Escudero,

Jefe de Servicio de Investigación y Desarrollo Tecnológico Agroalimentario de La Rioja

En principio, mi reflexión sobre el tema me lleva a situarme en el momento en el que el sector percibe cómo Rioja estaba perdiendo el tren de la comercialización de vinos blancos, habida cuenta de su importante consumo a nivel mundial, y de la creciente demanda nacional e incluso regional. En una decisión que podemos considerar de histórica y no exenta de riesgos, el Consejo Regulador de la DOCa Rioja, teniendo en cuenta el contenido del Plan Estratégico Horizonte 2020, amplió el abanico de variedades blancas autorizadas, incorporando seis nuevas variedades que aportaban diversidad por su número y potencial, pero con la duda de que quizás no todas contribuyeran de la misma manera al atributo cualitativo de la tipicidad, que en mi opinión resulta esencial. Admitiendo que las decisiones adoptadas respondieron a un sesudo análisis, creo que en la elección de nuevas variedades blancas autorizadas, sobre todo el grupo de variedades foráneas de reconocido prestigio nacional e internacional, no se hizo una clara apuesta por la tipicidad, por una opción que nos diferencie de otros vinos y regiones. En este sentido, nos manifestamos preocupados por el fenómeno de la estandarización y de la globalización de los vinos. Por ello, nos parecen muy interesantes aquellas variedades incorporadas que se enmarcan en el apartado de variedades minoritarias de calidad y que reúnen diversidad y tipicidad, tales como Maturana blanca y sobre todo para nosotros, Tempranillo blanco. Aun a riesgo de que se nos tilde de partidistas, la variedad Tempranillo blanco es buen ejemplo desde la perspectiva planteada. Su cultivo no nos es desconocido por su similitud con el de Tempranillo tinto; lleva consigo un nombre ilustre, referencia de calidad; resulta singular, ya que tan solo se cultiva en la DOCa. Rioja y las experiencias llevadas a cabo en nuestro entorno nos hablan de unas buenas expectativa de calidad, de adaptación y de amplitud de vocación. Por otra parte, con un matiz de variedades minoritarias por su escasa implantación, el abanico se completa con el reconocimiento del potencial cualitativo de variedades blancas cultivadas tradicionalmente en Rioja. Nos referimos a las variedades Garnacha blanca y Malvasía de Rioja, las eternas convidadas de piedra, pero con un potencial extraordinario. Respecto a ellas deberíamos entonar el mea culpa, por su abandono y falta de sensibilidad. Afortunadamente se han iniciado actuaciones muy positivas, poniendo en valor herramientas que siempre hemos tenido y no hemos utilizado.

Los comentarios anteriores no pretenden poner en duda las cualidades de variedades como Verdejo, Chardonnay y Sauvignon blanc, ni la  oportunidad de mercado que suponen para determinados operadores. En este contexto, aprovechamos la ocasión para dejar claro que cuando hemos participado en foros, jornadas y en la elaboración de folletos sobre las variedades blancas, no hemos intentado posicionarnos a favor o en contra de unas u otras variedades. Solamente hemos intentado hablar de lo que conocemos y no de lo que no sabemos, deporte bastante extendido en nuestra sociedad. Sin embargo, respecto a estas variedades nos surgen algunas inquietudes. Desconocemos o no queda claro por qué se eligieron estas variedades y no otras, como Albariño o Riesling, que responden a un perfil semejante. Por otra parte, la decisión quizá no se acompañó de un conocimiento sobre su adaptación y su expresión en nuestro entorno vitícola, a excepción de la referencia de Chardonnay incluida en el ámbito de la IGP Valles de Sadacia o de la D.O. Cava. Más bien parece que la decisión se basó en la consideración de su prestigio en términos generales y en el efecto simpatía asociado al cultivo de estas variedades en regiones limítrofes, criterios que no siempre conducen a los resultados esperados. Por ejemplo, en la actualidad existe más superficie de Verdejo en regiones centrales de la península que en Rueda, suscitándose sin embargo dudas sobre su expresión cualitativa, dejando así patente la impronta del entorno vitícola habitual en la calidad. En este mismo sentido y afortunadamente para nosotros, Tempranillo tinto encuentra en Rioja un medio específico y adecuado para manifestar con intensidad todo su potencial, que en otros medios no consigue.

Considerando los vaivenes por los que han atravesado las plantaciones de blanco en nuestra D.O. en los últimos cincuenta años, y teniendo en cuenta de que no se trata de un cultivo anual que admita ciertas improvisaciones, nos preocupa la elección no basada en la experiencia y en el compromiso, circunstancia que en muchos casos puede llevar a sorpresas y respuestas no deseadas como ya hemos comentado, y probablemente no asumidas consecuentemente en su momento por algunos de lo que hoy en día animan su implantación. No nos equivoquemos, en este invento no todas las partes adquieren el mismo riesgo, y los toros se ven muy bien desde la barrera.

Tras estas consideraciones, nos queda establecer algunos comentarios sobre las “uvas de la ira”, o lo que es lo mismo, la conveniencia o no de dar cabida a la variedad Viura en el reparto de variedades blancas, cuestión que suscitaba dudas por la excesiva polarización del cultivo de variedades blancas en Viura y la sospecha de que las características de sus vinos no se correspondieran con el perfil demandado por el mercado actual. Probablemente sin buscarlo, pienso que la polémica ha ayudado a reconocer las buenas aptitudes de esta variedad, denostada por unos y “redescubierta” por otros. Sus opositores le achacan ser plana y poco expresiva, es decir, lejos de los gustos de una parte importante del mercado. Sin embargo,  es un hecho objetivo que bien cultivada y bien elaborada Viura da unos vinos de calidad, que se crecen en compañía de otras variedades y en viñedos de cierta edad. Si se revisa la edad media del viñedo de Viura, se puede comprobar que una parte nada desdeñable de sus casi cuatro mil hectáreas, han sobrepasado ya la adolescencia y se encaminan y gozan de su madurez. Por otra parte, no podemos dejar de reconocer el conocimiento, la versatilidad y el arraigo en esta variedad. Otra duda que se suscita entorno a Viura está relacionada con su elevado potencial productivo, condición que podría incrementar la producción actual de uva blanca en caso de optar por esta variedad. En relación a tal consideración, y no negando que este hecho satisface a muchos, cabe decir que existen ubicaciones y técnicas de cultivo que permiten establecer una adecuada gestión del rendimiento. Además, no podemos olvidar que el Consejo Regulador establece eficazmente el control de la producción en cada campaña, contribuyendo así a la regulación del mercado. Sería ingenuo pensar que otras variedades no son capaces de alcanzar o superar los rendimientos establecidos.

En definitiva, aunque el miedo guarda la viña y el proceso de reparto de la superficie de variedades blancas ha sido objeto de interpretaciones diferentes y en algún momento complejas, quisiera pensar que la elección de Viura no responde exclusivamente a criterios mercantilistas, de abundancia de uva. Sin duda alguna, lo principal es apostar por un vino blanco de Rioja de calidad, que en ocasiones jugará con la variedad y en otras con el potencial natural y de marca de nuestra región y con el buen hacer de nuestros viticultores y bodegueros, condiciones que pasan innegablemente por precios adecuados. Si se quiere diversidad, tipicidad y calidad, páguese.