La Embriaguez de Noé es uno de los frescos de la serie del Génesis de la Bóveda de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel

El mundo del vino a sorbos

Texto: Antonio Egido

La leyenda aparece definida en el diccionario de la RAE como una “Narración de sucesos fantásticos que se transmite por tradición”, y que se acaba convirtiendo en cultura social. Por ello le hemos pedido hoy a nuestro buscador que nos descubra o recuerde algunas de las leyendas sobre el mundo del vino, encontrando las siguientes.

En ‘vinocarreteraymanta.com’ descubrimos ‘Cinco leyendas sobre el vino’, que son las siguientes:

1.- La Biblia y el vino

Sobre el origen del vino sobran las versiones que han trascendido a lo largo del tiempo. Una de las más curiosas se recoge en las Sagradas Escrituras. Y es que según la Biblia y la pintura de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, tal y como cuenta el Antiguo Testamento, lo primero que hizo Noé al bajar de su barca fue plantar una viña, con cuyos frutos hizo vino y bebió hasta la saciedad, emborrachándose.

Pensándolo bien, no se nos ocurre una mejor manera de celebrar el final del Diluvio Universal. Ya lo decía Ezequiel, “dad vino a quien tiene el corazón lleno de amargura”. Además de repoblar la Tierra, a Noé le habría sobrado tiempo para regalarnos uno de nuestros mayores placeres.

2.- Egipto y el cultivo de la vid

Distinta interpretación encontramos en la mitología egipcia, según la cual, sin embargo, sería el rey-dios Osiris quien habría enseñado a la humanidad todos los secretos del cultivo de la vid, aprendiendo así a cosechar y guardar el vino. Su esposa Isis, diosa de la agricultura, habría sentado por su parte las primeras bases en la metodología de la crianza, velando por el proceso de vinificación del jugo en aquellas primeras bodegas. Los egipcios hicieron del vino un patrimonio casi universal.

3.- Reservas con el vino en la Antigua Grecia

La importancia de la Antigua Grecia sobre la historia del vino es tal que bien merece un capítulo aparte. Para ilustrar cómo ha trascendido la influencia de esta civilización en nuestra cultura vinícola, dicen que la botella de 75 cl no es fruto de la casualidad: si lo normal es compartirla entre dos, la cantidad equivale a los 3 vasos que el poeta Eubulo fijó como la cantidad idónea por cabeza.

Parece que los griegos bebían con moderación, al menos algunos. Dicen que solían diluir el vino en agua. Lo contrario solo era apto para los bárbaros, los únicos capaces de soportar los grados que entonces tenía este elixir.

Tanto es así que quienes se atrevieron a beberlo al natural acabaron muy mal: el rey espartano Cleomenes enloqueció tras hacerlo, y Brennus, líder de los Senones, lo usó para poder suicidarse tras perder una batalla.

4.- Don Pérignon y las burbujas

El champán, ese lujo que hoy no falta en nuestras celebraciones más especiales, nació como un vino loco, ingobernable para el monje benedictino que lo descubrió por casualidad: Don Pierre Pérignon. Obcecado en crear un vino nuevo, quiso hacer un blanco a partir de uvas tintas. No paró hasta conseguirlo, pero cuando lo hubo logrado, apareció un problema que lo atormentaría por muchos años: surgían burbujas en sus botellas. Desde entonces, dedicó su vida a buscar una solución, pero aquel vino burbujeante fue ganándose el favor de todo aquel que lo probaba, negándose a las supuestas versiones mejoradas del monje.

5.- Luis XIV, loco por el vino

Que el vino y la realeza siempre han ido de la mano no es ninguna sorpresa. Todo parece indicar que Luis XIV, el rey Sol, sentía una auténtica pasión por el vino que marcó toda su vida hasta el final de sus días cuando, según cuenta la leyenda, seguía pidiendo fondillón de Alicante. También durante esta etapa, aquejado de una gangrena en la pierna, habría buscado la solución a su mal sumergiéndose por completo en una bañera colmada de vino. Gran fanático de la caza, para cada jornada también preparaba cuarenta botellas que al final acababan bebiéndose sus criados. Un día descubrió el percal y comprendió tan bien el afán de sus súbditos que a partir de aquel entonces, ordenaba cuarenta y una, para asegurar la suya”.

En ‘vinoskupel.blogspot.com’ en cambio, nos indican que: “Había una vez, hace muchos siglos, un rey persa llamado Jamshid, apasionado por las uvas. Las mujeres de su harén le traían fuentes enormes y lustrosos racimos, de todos los tonos y fragancias imaginables, que él desgranaba, displicente, sólo atento a las sorpresas que podía depararle el ocio.

A fin de saborearlas todo el año, cuando concluía la temporada las guardaba dentro de unas vasijas en una habitación fresca de su palacio.

Un día descubrió que las uvas habían estallado y que un líquido espeso manaba de ellas. Era un licor que olía fuertemente a una acritud que en nada recordaba la dulzura de los frutos. Jamshid, descorazonado, tuvo la certeza de que el jugo se había convertido en veneno y advirtió a sus cortesanas del peligro.

Una de ellas, habiendo perdido los favores del rey y, por lo tanto el sentido de la vida, decidió suicidarse y se deslizó en la celda de las ánforas. Bebió un sorbo de la extraña pócima y se sintió inmediatamente mareada. Las piernas le temblaban y su corazón empezó a rebosar dentro de ella. Su piel se estremecía y cada vez más su cuerpo probaba un llamado a la alegría y al deseo. Entonces tomó una jarra, la llenó del brebaje oscuro y se dirigió a la alcoba del rey cayendo a sus pies en medio de risas y rubores. El rey no pudo contenerse ante una imagen tan plena de felicidad y probó aquella pócima que no era más que licor. De pronto había subido también a las estrellas.

Danzaron, rieron y se amaron. Ella reconquistó a su amante y la humanidad ganó el privilegio del vino”.

Y todos fueron felices y comieron perdices. Historias que esperemos le hayan gustado, disfrutando de un buen vino blanco de calidad. Feliz semana.

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