El mundo del vino a sorbos
Texto: Antonio Egido

Una de las pocas enseñanzas que nos está dejando esta pandemia -aunque este periodista muestra su desconfianza en que hayamos aprendido mucho de la misma, tras los consecutivos errores que seguimos sufriendo desde hace ya casi dos años- es que la tecnología estaba en nuestras casa y gracias a ella pudimos abrir muchas ventanas al mundo, bien fuera para la lectura, la música, los vídeos, las noticias o el puro entretenimiento, que nunca está mal… siendo conscientes de que las personas mayores, o los más necesitados, también se quedaban un peldaño más atrás de lo que en la sociedad se viene imponiendo. Por no saber manejar estas nuevas tecnologías, o no contar con una conexión a Internet, lo que supone seguir sufriendo pobreza.

No obstante, como ya escuchamos en la zarzuela ‘La verbena de la Paloma’ estrenada en 1894, en boca de don Sebastián, “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, a lo que respondía don Hilarión, “¡Es una brutalidad!”, Frases que traídas al siglo XXI suponen estar instalados en la denominada 5G, que nos ha acercado al mundo del campo de viñas. Ignacio J. Pascual Pelayo, ingeniero de Telecomunicaciones e investigador en Ericsson nos ha puesto al día sobre la quinta generación de redes móviles que conocemos. De esta forma, el mundo de la tecnología ha dejado atrás la antigua red de 1G, la de aquellos primeros teléfonos móviles que solo permitían hablar. La tecnología 2G introdujo los SMS, y poco a poco nuestro ‘smartphone’ se convirtió en una herramienta de comunicación cada vez más amplia. Primero se incorporó la conexión a Internet (3G) y después llegó la banda ancha (4G), lo que trajo consigo la reproducción de vídeos en tiempo real (streaming) o la realidad aumentada, algo a lo que ya estamos muy acostumbrados, pero que hace unos años eran completamente inviables. Pero el avance más significativo vendrá de la mano de la velocidad, es decir ese 5G que nos permitirá navegar 10 veces más rápido que las principales ofertas de fibra óptica del mercado.

Y nos decía, y les decía, Ignacio J. Pascual Pelayo, que el 3GPP, “ha considerado que la agricultura será uno de sectores en que la revolución del 5G tendrá un impacto más tangible. Con este fin, han propuesto la extensión del 5G para dar cobertura a zonas rurales gracias al uso de satélites. Este organismo se suma a las ambiciones de empresas como Starlink, del polifacético Elon Musk, o Project Kuiper, de su contrincante empresarial Jeff Bezos, para unificar las comunicaciones bajo el paraguas del 5G y asegurar conexiones baratas y seguras. Tradicionalmente, las redes móviles se han diseñado desde una perspectiva terrenal y focalizadas en lugares con alta densidad de población debido a los altos costes de instalación”.

De esta forma, el vitivinicultor podrá controlar desde un dispositivo como su teléfono, el estado de la explotación agraria. De esta forma, y gracias a la correlación de parámetros agronómicos, medioambientales y satelitales, los técnicos pueden conocer en tiempo real las necesidades de agua, fertilización, etc., de sus campos, planificando así de forma óptima el cuidado de estos y optimizar el rendimiento de sus cultivos y de las distintas cosechas.

Un futuro que ya está anclado en la sociedad y que solamente necesita de su desarrollo adaptado a nuestras necesidades, es decir a las del campo. Lo que no deja de ser plausible, que las organizaciones agrarias, sin olvidar a las instituciones que nos gobiernan, piensen que la tecnología ha llegado para quedarse pero que, desgraciadamente, puede dejar en la pobreza tecnológica a muchos agricultores por un tema de edad, o posibilidades. Esperemos que no tengamos que recurrir a un Carlos San Juan y su famosa frase ‘No soy idiota, soy mayor’, que tantas y buenas consecuencias está teniendo, o puede tener.

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