El mundo del vino a sorbos
Antonio Egido
Que el tiempo (meteorológico) está loco, loco, loco, no es ninguna novedad a todos los que tenemos asumido que la humanidad, de aquí y de allá, estamos provocando un cambio climático que nos está metiendo en una rueda de la que nos va a ser muy complicado salir. Por ello acudimos esta semana al auxilio de nuestro buscador para que nos asesore en algo que se viene produciendo en estas jornadas: las temidas heladas.
En ´devinosyvides´ nos introduce en el tema Diego Di Giacomo lanzando como titular la pregunta “¿Qué es una helada y cómo afecta al viñedo?”, a la que él mismo da respuesta: “Sin dudas es uno de los accidentes climáticos más temido por los productores vitivinícolas, que cuando se produce en determinadas condiciones, es capaz de echar a perder toda la cosecha. ¿Qué es exactamente una helada, qué tipos distintos hay y cómo afectan al viñedo?
Agronómicamente hablando, se considera que está aconteciendo una helada en el viñedo cuando la temperatura del aire medida a un metro y medio del suelo alcanza el punto de congelación del agua (es decir 0 grados) o niveles inferiores. Inclusive, la temperatura al ras del suelo puede ser menor aún. Los diversos cultivos (y las diversas sub-especies dentro de un mismo cultivo) son afectados por este fenómeno a diferentes marcas térmicas.
Según las particularidades que las provoquen, las heladas pueden ser de tres formas: Helada por convección. Sucede cuando un viñedo es invadido por una masa de aire cuya temperatura es inferior a 0 grados. Las plantas se enfrían por contacto y pueden sufrir diferentes daños según su estado fenológico (etapa del crecimiento anual en que se encuentren). Dichas masas de aire pueden ser acompañadas por vientos y precipitaciones, usualmente de nieve, y la variación de la temperatura con la altura es negativa, sin inversión térmica.
Helada por irradiación. Aquí la explicación es un tanto más compleja. Este tipo de heladas transcurren durante la noche. Sucede que la superficie terrestre y los vegetales emiten energía calorífica bajo la forma de rayos infrarrojos, y al mismo tiempo reciben las irradiaciones atmosféricas y solares que compensan la pérdida de calor. De día, la irradiación atmosférica y solar es mayor que la terrestre, por lo tanto la superficie se calienta. De noche sucede lo contrario, entonces la superficie y los vegetales se enfrían. En el caso de una noche despejada, sin viento y baja humedad, la pérdida de calor es mayor, ya que unas condiciones opuestas reflejarían nuevamente el calor hacia la superficie. Además, el aire que circunda las superficies que se han enfriado, se enfría a su vez por contacto. Cuando se producen este tipo de heladas, el aire frío en las zonas de pendiente, desciende a los valles, que en estos casos se ven sometidos a temperaturas muy bajas.
Helada por evaporación. En el caso que después de una precipitación descienda la humedad relativa del aire, la película de agua que recubre las plantas se evaporaría rápidamente. El calor de evaporación que el agua necesita para pasar de estado líquido a gaseoso lo toma de las plantas, haciendo descender la temperatura de las mismas (igual que cuando una persona transpira). La intensidad de estas heladas depende de la cantidad de agua que se evapora, de la temperatura del aire y de la humedad relativa.
Por otra parte, según su aspecto, las heladas se categorizan de dos formas: Helada blanca. Son las heladas en las que se forma hielo sobre la superficie de las plantas, debido a la presencia de masas de aire húmedo. Se ven favorecidas por la ausencia de viento y de nubosidad. De esta manera, se observa una capa de pequeños cristales blancos recubriendo los tejidos vegetales. Suele denominarse también como “escarcha”.
Helada negra. Es el caso de las heladas en las que no se forma hielo, pero se puede observar la muerte de tejidos vegetales, que adquieren tonos oscuros (de ahí su nombre). En la helada negra el descenso por debajo de 0 grados no va acompañado de formación de hielo y se produce cuando la masa de aire es seca, el cielo está semi-cubierto y la capa baja de la atmósfera está turbulenta.
Si la helada se produce en la primavera (llamadas heladas tardías), los efectos pueden ser: daño en las yemas que están brotando, daño en los tallos jóvenes, congelación de órganos herbáceos, debilitamiento de la actividad funcional, disminución de la actividad fotosintética y destrucción de inflorescencias. En esta situación, la planta está comenzando su actividad anual, y el impacto de una helada tardía fuerte, puede ser letal.
Si la helada fuese en el periodo otoñal, con el fruto todavía en ella (llamadas heladas tempranas), el perjuicio podría ser: disecado de las hojas, rotura de uvas (con el consiguiente ingreso a las mismas de microorganismos), caída prematura de hojas, necrosis de las zonas vasculares, e incluso daño en las futuras yemas. La previsión de una helada temprana, suele hacer modificar el día elegido de cosecha, con el fin de anticiparse a la misma.
Las heladas de invierno son quizás las menos temidas, ya que la vid durante su reposo invernal puede resistir hasta 12 grados bajo cero sin mayores problemas. Pero en el supuesto caso que esa marca fuese menor, se podrían observar desde daños en las yemas hasta la muerte misma de la planta. En una futura nota en esta misma sección, analizaremos las medidas pasivas y activas en la lucha contra las heladas, que como decíamos al comienzo, suelen ser fenómenos que desvelan a los vitivinicultores”.
En la web ´carlosserres´ nos actualiza la información en esta época del año, es decir, el inicio de la primavera, indicándonos que “Este tiempo intermedio en el que el invierno se despide y llega el buen tiempo es crucial para el viñedo. Una época marcada por una inestabilidad meteorológica que, a pesar marcar en el termómetro unos grados de más durante el día, todavía provoca cierta desconfianza en el momento más comprometido: la noche.
Un lapso de tiempo en el que el mercurio todavía puede desplomarse, y traer consigo esas heladas tan poco amigas del viñedo en este momento. Y es que, en esta época del año, las heladas nocturnas pueden comprometer por completo una producción de vid.
Si hace unos días veíamos cómo afecta la nieve al viñedo, hoy queremos pasar revista a los efectos que las heladas pueden tener sobre la viña en esta época. Una en la que la poda de la vid está todavía reciente en los troncos del viñedo, y un exceso de frío puede provocar no solo un retraso considerable en el rebrotamiento de sus hojas sino, incluso, comprometer la vida de la planta.
Así pues, veamos cómo afectan las heladas al viñedo y, lo que es más importante, como paliarlas.
Consecuencias de las heladas en el viñedo
Para comprender el impacto que las heladas tardías tienen en el viñedo, nada como comprender en qué punto vegetativo se encuentran las plantas. Tras la poda de febrero, las vides comienzan a rebrotar y a llenar sus tallos de hojas. Un punto de partida para lo más importante: comenzar a crear el germen de esos racimos que, gracias a la acción del sol, acabarán siendo las deseadas uvas con las que se elaboran los distintos caldos.
Añadido a este aspecto, ese periodo de transición entre el invierno y la primavera se caracteriza por contar con días de buena temperatura. Días que calientan las plantas y que permiten al suelo caldearse, guardando incluso algunos grados de más con la llegada de la noche. Si es en días así cuando la temperatura nocturna se desploma, la planta sufrirá un auténtico choque térmico entre su temperatura almacenada y la exterior.
Además de esto, el gran peligro de las heladas tardías de primavera es que aparecen en el momento en el que la vid ha retomado todas sus funciones vegetativas. Por esta razón son tan peligrosas. Una helada tardía puede provocar daño en las yemas que estén brotando o en los tallos jóvenes pero, también, un debilitamiento de la actividad de la planta o, incluso, la destrucción de las inflorescencias de las que brotarán las uvas.
Es tal el impacto que puede tener este tipo de helada sobre la vid que puede ser incluso mortal para la planta, ya que puede afectar a su capacidad de fotosíntesis bloqueándola en la absorción de cualquier nutriente.
Cómo actuar después de una helada en la viña
Por estas razones, las heladas tardías son el gran caballo de batalla para la viticultura. Y, lejos de no poder hacer nada después de una de ellas, la solución es actuar de manera rápida tras este descenso de temperaturas para ayudar a las plantas a reponerse en la medida de lo posible.
La primera labor que implica una helada tardía es el riego. Nuestro cultivo está atravesando una situación delicada, en gran medida porque ha sufrido un golpe de estrés y necesita de nuestra ayuda para volver a brotar. Para ello, tendrá que emplear unos niveles altísimos de energía que solo puede conseguir si elevamos sus reservas hídricas. De esta manera, la planta podrá adquirir los nutrientes que necesita para poder volver a rebrotar.
Sin embargo, no es la única tarea a llevar a cabo tras una helada tardía de primavera. Una vez pasado el frío, es imprescindible revisar rigurosamente las plantas para ver el estado de una de sus partes fundamentales: los pámpanos, esa amalgama de hojas que forman las de la vid antes de abrirse. Lo ideal es esperar entre una semana y diez días para poder realizar esta evaluación del impacto de la helada tardía sobre nuestro viñedo.
Una vez transcurrido ese tiempo, el estado de los pámpanos será el que marque nuestra actividad. Si se han helado por completo, tendremos que esperar a que caigan esperando a que brote de ellos una yema secundaria. Si la helada ha afectado a la parte superior del brote pero no a los racimos, dejaremos que la naturaleza siga su curso para ver si pueden llegar a buen puerto. En caso de que sí haya afectado al racimo, entonces no queda más remedio que cortar.
Por último, será necesario ayudar a los nuevos brotes a crecer con fuerza con algún producto rico en algas o aminoácidos. Las primeras tienen la capacidad de regenerar los tejidos vegetales, mientras que los segundos ayudan a la planta a mantener el calor.
Medidas, en suma, que no solo permitan que el viñedo continúe con su actividad sino que buscan, fundamentalmente, prolongar la vida de la planta a pesar del golpe de frío”.
Ya sabemos que el sino del agricultor es estar siempre pendiente del cielo, usando ahora mismo herramientas de previsión del tiempo meteorológico que son muy efectivas. Y por supuesto estar preparados para estas heladas que tanto daño pueden causar en el viñedo.