El mundo del vino a sorbos
Texto: Antonio Egido
El pasado viernes, 15 de marzo, los jóvenes se lanzaron a las calles de muchas ciudades españolas y mundiales para responder a la llamada del “Fridays for future” y exigir medidas contra el calentamiento global para aquellos que quieran escucharlos. Un tema, mejor dicho problema, sobre el que se viene trabajando en el mundo de la agricultura y en concreto en la viña, por las repercusiones que estamos empezando ya a observar y sobre todo por las que pueden venir.
Como todas las semanas recurrimos a nuestro buscador y el primer enlace que encontramos nos lleva a ´vozpopuli.com´ donde nos dice Antonio Martínez Ron que “Esperanza Tomás sostiene una copa de vino, la mira al trasluz y un instante después da un trago para paladear su contenido. Como experta participa en este tipo de catas con frecuencia, pero esta ocasión es especial. Está probando un vino de la cosecha del 92, comparándolo con uno de la misma bodega de 2012 y observando su evolución. “Es como una fotografía del cambio climático”, explica la responsable de I+D de Bodegas Roda. Como si los dos vinos te contaran la historia de lo que ha pasado en estos años. Ambos tienen una gran calidad, pero hay pequeños matices que solo se explican por la manera en que el aumento de temperatura ha obligado a las bodegas a adaptar su producto. “Son dos vinos muy elegantes, pero en el del 92 el alcohol casi no se nota, es más afilado y fresco”, detalla. “El de 2012 es un poco más corpulento, más robusto. Tiene más profundidad y también tiene más grado: hemos pasado de 13,5 a 14,5 grados”.
Este aumento en la gradación de los vinos está directamente relacionado con el calentamiento y la sequía. La uva genera más azúcar y esto provoca que produzca más alcohol cuando fermenta. Pero no es el único proceso que se ha desajustado y que los productores de vino tienen que compensar. “Si lo comparamos con datos de hace 30 o 40 años, la vendimia se está adelantando en torno a 15 o 20 días”, explica Pablo Resco, ingeniero agrónomo de la Universidad Politécnica de Madrid, que ha realizado el trabajo más completo hasta la fecha sobre el impacto del calentamiento global en los viñedos de España. “Se adelanta la floración, se adelanta el fruto, la época de la vendimia y el engorde de las bayas”, añade. Pero no es un cambio homogéneo. “No es que suba de media dos grados en todas partes a la vez, sino que en invierno los extremos son menos fríos y las noches más cálidas del verano son mucho más cálidas, además de que las olas de calor son bastante más frecuente”.
Este problema de los inviernos cálidos es el mismo que afecta a otros sectores. La fruta necesita un gran contraste entre las temperaturas nocturnas y diurnas. “Lo que requieren son básicamente noches frescas, porque esas noches favorecen el equilibrio entre azúcares y acidez, no solo la cantidad del alcohol”, indica Resco. Y eso es lo que se está perdiendo. “Por el día la uva se bloquea, se cierra, y durante la noche intenta abrirse y crecer”, explican desde Bodegas Torres. “Cuanto más calor, más azúcar. Y sabes que ese azúcar se terminará transformando en alcohol, es decir, que si lo dejas hasta que todos los demás elementos como la piel y las pepitas estén los suficientemente maduros, puede que ese azúcar se te haya disparado y eso se te transformará en un vino más alcohólico”.
Ya entrados en materia nos interesamos por la página de ´news.soliclima.com´ donde nos cuentan la experiencia en esta materia de dos muy señaladas bodegas españolas: “Hace diez años, la mayor parte de las bodegas comenzaban la recolección de la uva en septiembre; pero el aumento de temperatura está causando que cada vez se recolecte antes. El cambio climático supone una amenaza para la industria vinatera en todo el mundo, y la Península Ibérica no es una excepción.
El vino del Penedés es más afrutado que otras variedades, como la riojana. Según los expertos, hasta ahora, los cambios experimentados en las uvas debido a las temperaturas más elevadas -tales como saberes más afrutados o mayores concentraciones de alcohol- han tenido en general un impacto positivo sobre el sabor del vino en los caldos de todo el mundo. Pero si continúan aumentando las temperaturas, -y en España ya lo han hecho 2ºC en los 50 últimos años-, el vino tendrá un sabor diferente y algunas viñas se estropearán.
Algunas bodegas están comenzando a tomarse el cambio climático muy en serio.
Las bodegas Torres es una de las más grandes de la península, pero el Sr. Torres también es un luchador contra el cambio climático, y esto se nota cuando uno se pasea por su bodega. En este lugar, se utiliza energía solar para calentar el agua y para generar electricidad. También se recicla el agua utilizada en el recinto.
-Hemos destinado 5 millones de euros con dos propósitos, explica. El primero es la reforestación, y hemos llevado a cabo acciones tanto en Catalunya como en las Islas Canarias. El segundo está relacionado con la investigación en captura y almacenamiento de CO2. YA estamos experimentando en nuestra bodega con la captura del CO2 emanado durante la fermentación.
También está tomando medidas de protección de su negocio. Está experimentando con diferentes variedades de uvas que son más resistentes a temperaturas más elevadas. -Puede que en 30 o 40 años, este lugar sea demasiado cálido para nuestras viñas, así que si esto ocurre, nos iremos hacia la montaña. ¿Por qué? Pues porque en las latitudes más elevadas el clima también es más fresco.
En bodegas más pequeñas, el embotellado aún se hace a mano, pero están igual de preocupados por las consecuencias del cambio climático.
Las uvas utilizadas para hacer cava son especialmente sensibles al cambio de temperaturas. La recolección se hace de noche para evitar que las uvas sean dañadas por el calor, y el mosto circula por tuberías de metal para refrigerar el líquido.
La bodega Gramona afirma que está invirtiendo un millón de euros en un estudio de cuatro años sobre el cambio climático, porque les preocupa mucho que temperaturas más elevadas puedan dañar sus uvas.
-Las uvas están madurando antes, así que tenemos que recolectarlas en agosto, un mes antes de la temporada de recolección hace diez años. Como consecuencia de esta preocupación, la bodega se ha procurado un sistema high tech para controlar la calidad de sus viñas: disponen de una estación meteorológica justo en el centro de sus viñedos. Los técnicos de la empresa reciben los datos vía satélite y pueden controlar la acidez y azúcar de la uvas. También disponen de un aparato que les informa de la capacidad de las uvas de producir burbujas. De esta forma, si notan que los valores se salen de la media, pueden tomar medidas para estabilizarlos, por ejemplo añadiendo nutrientes en la tierra”.
Finalmente nos quedamos con el enlace de ´lavanguardia.com´ donde nos indican que “el cambio climático amenaza el futuro del vino” y lo sitúa en estos términos: “En un futuro no muy lejano, es posible que lleguemos a saborear un buen merlot finlandés o un cabernet del Himalaya. Es una exageración, pero tampoco tanto, dadas las dificultades que el cambio climático está causando al cultivo de la vid y a la producción del vino.
China, Tasmania o Canadá en el futuro podrían ser los nuevos territorios en los que cultivar las uvas pinot noir, puesto que en Borgogna será cada vez más complicado, y el champagne acabará produciéndose en el sur de Inglaterra. Los viñedos tendrán que mudarse cada vez más al norte y a mayores altitudes.
En 2016, la producción mundial de vino cayó en un 5 %, alcanzando uno de los porcentajes más bajos de los últimos veinte años. El aumento de las temperaturas y fenómenos meteorológicos cada vez más violentos y frecuentes afectaron a diferentes regiones productoras del planeta.
En América del Sur se registró un verdadero derrumbe, con caídas del 35 % en Argentina y del 21 en Chile, principalmente a causa de El Niño, que trajo lluvias excepcionales. Por el contrario, Sudáfrica tuvo que hacer frente a graves sequías, que bajaron la producción vitivinícola en un 19 %.
También en Europa la situación muestra un deterioro preocupante: si España se mantuvo más o menos estable, en Italia, el mayor productor mundial, la disminución fue de 2 puntos porcentuales, pero la peor suerte le tocó a Francia. En el país galo las fuertes lluvias, heladas y granizadas excepcionales fueron responsables de una caída del 10 por ciento, con la región de Champagne-Ardenne, que perdió casi un tercio de su producción.
La pasada primavera, las temperaturas más altas de lo habitual adelantaron la floración de casi tres semanas, pero la ola de frío, nieve y granizo de finales de abril causó desastres en toda Europa con cosechas enteras perdidas. A falta todavía de datos, ya podemos presagiar que también 2017 será un año complicado.
(…) La vid es una planta extremadamente sensible a las variaciones meteorológicas. Por tanto, las vendimias son diferentes de un año a otro y de una región a otra. El resultado varía en función de la exposición solar y la cantidad de lluvia, junto con otros factores.
Un clima más cálido conduce a una más rápida maduración de las uvas y por lo tanto requiere una vendimia más temprana. Además, bajo el efecto del sol, los ácidos contenidos en las uvas son reemplazados gradualmente por el azúcar, que durante la vinificación produce el alcohol. Un clima más cálido aumenta el azúcar en la uva y, en consecuencia, se obtiene un vino más alcohólico”.
Indudablemente hemos perdido mucho tiempo en darnos cuenta de esta realidad, pero cabe preguntarse, ¿podemos hacer algo? La respuesta debe ser inmediata e instantánea: “por supuesto, ¡pero ya!”.